Neorrealismo balc¨¢nico y prescindible cine independiente
Danis Tanovic presenta 'Un episodia en la vida de Iron Picker', un drama por la falta de dinero
Casi todo el cine que nos llega de la antigua Yugoslavia reconstruye inevitablemente la barbarie que crearon y padecieron en la guerra de los Balcanes y las cicatrices imborrables de los que sobrevivieron a ella. El director bosnio Danis Tanovic fue uno de los que hablaron con m¨¢s profundidad de aquel espanto en su pel¨ªcula En tierra de nadie. En Un episodio en la vida de Iron Picker se centra en la actualidad, en algo tan cotidiano e intolerable como que si caes seriamente enfermo y eres pobre lo m¨¢s probable es que la palmes. C¨¢mara en mano, con vocaci¨®n neorrealista y actores no profesionales, Tanovic comienza hablando de los esfuerzos ¨¦picos de una familia gitana para comer todos los d¨ªas. El padre recoge chatarra abandonada, corta le?a para procurar a los suyos un poco de calor en un invierno temible y tiene vecinos solidarios, aunque comparta id¨¦ntica miseria. La tragedia llega cuando su mujer aborta involuntariamente y precisa una operaci¨®n inmediata para intentar salvar su vida. Nadie va a hacerlo si no coloca antes en la mesa una cantidad importante de dinero. Y esta gente tampoco se ha podido permitir el lujo de disponer de un seguro.
Tanovic cuenta con dureza, veracidad y compasi¨®n la historia m¨¢s triste. Es probable que Obama pueda conseguir alg¨²n avance en su desigual batalla contra el trush m¨¢s poderoso para lograr que la sanidad sea accesible para la gente sin recursos econ¨®micos. Pero lo que certifica Tanovic sobre la desesperaci¨®n de los parias cuando su cuerpo a¨²lla y necesita cura urgente no solo est¨¢ ocurriendo en su pa¨ªs. Ya no ser¨¢ un problema exclusivo del subdesarrollo, sino que est¨¢ amenazando en las naciones presuntamente m¨¢s civilizadas de Europa. Los pobres cada vez lo tendr¨¢n m¨¢s complicado para que el Estado les ofrezca gratuitamente sus cuidados m¨¦dicos.
Prince avalanche, dirigida por David Gordon Green, utiliza las caracter¨ªsticas del cine independiente estadounidense. En su caso solo precisa de dos actores desconocidos, el campo como ¨²nico escenario y una historia pretendidamente intimista con toques de comedia y de esperpento. Se supone que en los festivales de cine los espectadores siempre aprecian un mont¨®n que con medios tan ¨ªnfimos salga adelante una historia. En fin, lo de siempre, el eterno hallazgo y la bendici¨®n permanente de la supuesta frescura, el posibilismo y la imaginaci¨®n. Se han escuchado muchas risas en la sala durante la proyecci¨®n y tambi¨¦n generalizado aplauso al final. Describe la convivencia en la soledad de la naturaleza de dos frikis que se ganan temporalmente la vida pintando carreteras. Son cu?ados y ambos se sienten muy perdidos. Por mi parte, no he logrado pillarle la gracia ni el lirismo a esta representaci¨®n del cine independiente. La risa, esa sensaci¨®n impagable, se cotiza muy cara en los festivales de cine. Qu¨¦ envidia me han provocado las carcajadas de mis vecinos de butaca. Y aseguran que la risa es contagiosa, pero en mi caso no hay forma de que me diviertan las disparatadas aventuras, situaciones tragic¨®micas y di¨¢logos presuntamente ocurrentes de estos tiernos perdedores.
El arranque de Tren nocturno a Lisboa, dirigida por el ambicioso pero casi siempre plano Bille August es prometedor. Un solitario profesor de Berna salva del suicidio a una chica que desaparece ofreci¨¦ndole como ¨²nica pista el libro que escribi¨® hace muchos a?os un se?or portugu¨¦s, unas p¨¢ginas con aroma a Pessoa, po¨¦ticas y filos¨®ficas, que fascinan al profesor, por lo que abandona su trabajo y su ciudad para intentar descifrar en Lisboa el misterio de ese autor y los motivos de la chica para quitarse la vida. Pero el encanto inicial no dura mucho. La obsesiva b¨²squeda de este hombre derivar¨¢ en m¨²ltiples historias con sabor a follet¨ªn que ocurrieron en esa ciudad cuando la dictadura de Salazar estaba agonizando. August dispone del s¨®lido Jeremy Irons y de viejas glorias del cine ingl¨¦s como Tom Courtenay, Charlotte Rampling y Christopher Lee intentando otorgar matices y complejidad a sus personajes (aunque resulta extra?o asociar su impecable acento ingl¨¦s con lisboetas de toda la vida) aunque no es suficiente para mantenerte enganchado a una trama en la que casi todo resulta impostado y previsible.
Babelia
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