Esperando otro Frankel
Supongo que ocurre en todos los deportes. Cada vez que aparece no un simple campe¨®n m¨¢s, de los que se renuevan todos los a?os, sino un aut¨¦ntico fuera de serie es inevitable preguntarse: ?es este el perfecto, el nunca visto, el mejor de todos los mejores? Y el aficionado trata de imaginarse en una palestra ideal a Messi regateando a Pel¨¦, Di St¨¦fano y Maradona, o a Indurain entre Coppi y Merckx, o a Nadal sacando contra Emerson y Santana, o a Alonso frente a Fangio¡ Durante las ¨²ltimas tres temporadas h¨ªpicas, los aficionados al turf hemos vivido fascinados por Frankel. Cuando le vimos correr por ¨²ltima vez en el Champion de Ascot el pasado octubre, ganando de nuevo sin aparente esfuerzo y despidi¨¦ndose invicto de la competici¨®n tras 14 pruebas inmaculadas, a nadie le cupo duda de que fue un corcel extraordinario. Pero ?el mejor de cuantos hab¨ªamos visto? A fin de cuentas no gan¨® en todas las distancias, como Nijinsky, ni en hip¨®dromos de distintos pa¨ªses, como Ribot, ni venci¨® a una selecci¨®n internacional de la altura reunida en los Arcos de Triunfo de Sea Bird o Dancing Brave...De modo que cada aficionado puede seguir teniendo su campe¨®n so?ado: el derby definitivo entre todos ellos no se correr¨¢ en ning¨²n hip¨®dromo de este mundo, lo veremos quiz¨¢ en el otro¡ si nos portamos bien.
Frankel se llama as¨ª en tributo a Bobby Frankel, un gran entrenador norteamericano que muri¨® de leucemia cuando el potro ten¨ªa solo un a?o. Poner a un caballo el nombre de un personaje ilustre tiene cierto peligro, porque el homenaje puede oscurecer al homenajeado. Para la inmensa mayor¨ªa de los turfistas europeos el Frankel de cuatro patas ha hecho olvidar la gloria del entrenador americano, en lugar de conmemorarla. Reconozco que durante muchos a?os para m¨ª Saint Simon no fue un chismoso genial de la literatura francesa ni Hiperi¨®n un personaje de H?lderlin, sino dos de los mejores sementales ingleses. ?Y menos mal que ya hab¨ªa le¨ªdo a Conan Doyle cuando conoc¨ª las victorias del gran Brigadier Gerard! Pero la palma del martirio h¨ªpico se la llev¨® la princesa Elisabeth, hoy reina de Gran Breta?a, cuando siendo adolescente alguien mencion¨® ante ella a Dante: "?Ah, Dante! ?Yo le he visto ganar el Derby!". Y era verdad, en 1940, un excelente hijo de Nearco. Claro que peor hubiera sido que asegurase haberle visto escribir la Divina Comedia¡
Acaba de comenzar la temporada de carreras en el remozado hip¨®dromo de la Zarzuela de Madrid, uno de los m¨¢s c¨®modos y bonitos de Europa, y los turfistas espa?oles nos dedicamos gozosamente a ese deporte de riesgo que es ser aficionado a las carreras de caballos en nuestro pa¨ªs. Nada nos desanima de nuestra pasi¨®n: estamos acostumbrados a enredos burocr¨¢ticos que la obstaculizan o a que los medios la mantengan en una semiclandestinidad y solo informen de ella cuando se descubre alg¨²n tongo o sucede en la pista una desgracia. Ya sabemos que los triunfos de nuestros jinetes, preparadores y propietarios en el escenario internacional nunca alcanzar¨¢n los titulares que se reservan a Rafa Nadal o Fernando Alonso. Por lo visto, la marca Espa?a ni trota ni galopa, qu¨¦ le vamos a hacer. A pesar de estos pesares, los aficionados seguiremos frecuentando jornada tras jornada la Zarzuela y el resto de hip¨®dromos espa?oles. En primer lugar para disfrutar de la emoci¨®n de la incertidumbre y la gloria del esfuerzo, claro, que es ante todo lo que nos gusta. Pero tambi¨¦n con la inconfesable esperanza de encontrar cualquier d¨ªa un Frankel en nuestras pistas, uno de esos caballos ¨²nicos que justifican por si solos la dedicaci¨®n de toda una vida. Si ustedes no han probado a¨²n esta inocente y deliciosa droga, ?por qu¨¦ no se unen el pr¨®ximo domingo a nosotros? Lo m¨¢s que puede pasarles es que les guste y que ya no se vayan del todo nunca de nuestra fiesta¡
Babelia
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