Dictado
Los partidarios de que las televisiones vigilen la ortograf¨ªa en sus rotulaciones tienen perdida la batalla.
Los partidarios de que las televisiones vigilen la ortograf¨ªa en sus rotulaciones tienen perdida la batalla. Pocas cadenas apuestan por formatos que fomenten el buen uso del lenguaje. En TV-3 existe El gran dictado, que va m¨¢s all¨¢ de los concursos habituales. Ser¨ªa buena idea recuperar la figura de una tele formativa en algunos horarios, porque quien respeta su lengua respeta su futuro. Pero en Espa?a las lenguas se utilizan para la vida ¨ªntima o para la pelea electoralista. Hemos perdido la enorme tierra media.
Por todo ello hay que celebrar la sesi¨®n de dictado a la que el juez someti¨® a Luis B¨¢rcenas a principios de mes. El antiguo tesorero popular se pas¨® m¨¢s de una hora copiando lo que le dictaban los investigadores del caso. Se trataba de comparar la letra con las anotaciones contables de sus cuadernos originales. En una de las escenas m¨¢s grotescas de nuestra historia reciente, este hombre, ya maduro y aficionado a los deportes de monta?a, complet¨® el dictado con parsimonia de escolar penoso. Al parecer, se esforz¨® en tratar de invertir los rabillos de las letras y las finalizaciones de palabra, en un esquizofr¨¦nico ejercicio por negar su propia caligraf¨ªa. El ingenio popular ya ha incorporado la letra de B¨¢rcenas a las tipograf¨ªas disponibles en la Red bajo el nombre de Corrupt Script.
Pero lo oportuno de recuperar el dictado se confirma al escuchar las explicaciones de Cospedal o Floriano desde que estall¨® el esc¨¢ndalo. Anacolutos, frases sin sentido, justificaciones que se rectifican al d¨ªa siguiente, sintaxis balbuceante, jitanj¨¢foras sonrojantes han protagonizado el discurso exculpatorio. Ambos necesitan un repaso urgente de la obvia relaci¨®n entre una mala expresi¨®n oral y la mentira. El portavoz Alfonso Alonso, en cambio, s¨ª parece transmitir un asco sincero por la estrecha relaci¨®n del personaje con la c¨²pula de su partido. Pese a las forzadas querellas de unos contra otros, cotidiano parip¨¦ judicial, no hay nada aqu¨ª que se asemeje a esa repetida situaci¨®n en que un contable roba a su cliente o que un representante expolia a su artista. Detr¨¢s de ese dictado pericial se esconde, nada m¨¢s y nada menos, la certeza de si el presidente del Gobierno cobraba en dinero negro.
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