Volvamos a reclamar el barrio
Una escultura ef¨ªmera homenajea en Vallecas a los ciudadanos an¨®nimos que han cambiado las urbes para convertirlas en espacios m¨¢s habitables
En 1969, la familia Olabarr¨ªa cedi¨® al Ayuntamiento de Barcelona dos hect¨¢reas para construir un parque. A cambio consigui¨® ¡ªjunto a la cementera Fradesa¡ª permiso para levantar muchos m¨¢s pisos de los que aceptaba la normativa existente. Los vecinos se opusieron. Y protestaron. No era f¨¢cil hacerlo durante el franquismo que solo desde 1964 hab¨ªa permitido el derecho de asociaci¨®n. La constructora acept¨® finalmente ceder terreno y cuatro millones de pesetas para construir el parque de la Villa Amelia (inaugurado en 1983 en el barrio de Sarri¨¤) restando 6.000 metros cuadrados al solar donde finalmente levantar¨ªa los pisos.
Han sido muchos los vecinos que han recogido firmas, han formado cadenas humanas, han ayudado a cuidar y construir parques urbanos o se han manifestado para hacer de los barrios espa?oles una segunda vivienda. Desde reclamar servicios b¨¢sicos ¡ªcomo alumbrado y alcantarillado¡ª a impedir la tala de ¨¢rboles centenarios, conseguir peatonalizar las calles (como sucedi¨® en el centro de Madrid) o cambiar los humos de una estaci¨®n de autobuses por un polideportivo. Esto ¨²ltimo es un logro reciente: el Centro dotacional de Arganzuela, en Madrid, se inaugur¨® hace apenas una d¨¦cada.
Est¨¢ claro que, en cuarenta a?os de lucha vecinal, los barrios, las personas y las necesidades han cambiado, aunque sorprender¨ªa conocer cu¨¢ntos vecindarios reclaman hoy servicios b¨¢sicos como los que el barrio madrile?o de Palomeras Bajas comenz¨® a demandar hace cuatro d¨¦cadas. La asociaci¨®n de vecinos y el colectivo Todo por la Praxis han levantado un monumento al recuerdo de los ciudadanos an¨®nimos que, con su esfuerzo y sus reclamaciones, han contribuido a hacer los barrios mejores espacios. Y m¨¢s democr¨¢ticos.
En Palomeras Bajas tienen experiencia. Hace 25 a?os, los arquitectos encargados de remodelar los pisos de 3.200 familias en el Poblado M¨ªnimo de Vallecas (as¨ª se llamaba, aunque sirva tambi¨¦n de descripci¨®n), Mariano Calle, Jos¨¦ Manuel Pazos, Jaime de Alvear y ?lvaro de la Pe?a, decidieron destinar el 1% del presupuesto a trabajos art¨ªsticos. Fue as¨ª, y con la ayuda de la paisajista Silvia Decorde, de los escultores Javier Aleixandre, Juan Bordes y Joaqu¨ªn Rubio, el ceramista Arcadio Blanco y los pintores Ceferino Moreno y Jos¨¦ Luis Pascual como surgi¨®, en ese vecindario, el Museo de esculturas al aire libre. A ese lugar se ha sumado ahora la pieza ef¨ªmera El barrio es nuestro, que reproduce uno de los esl¨®ganes m¨¢s repetidos por quienes reivindicaban, entre otras cosas, ¡°m¨¢s soluciones y menos construcciones¡±. El hecho de que sin solucionar el problema de la vivienda digna para todos, la construcci¨®n se haya convertido en la mayor fuente de enriquecimiento para unos pocos ha terminado por demonizar la propia palabra: lo que ten¨ªa que salvar a tantas personas termin¨® por hundirlas. Por eso, este monumento poco monumental est¨¢ levantado con ladrillos para no confundir el mensaje con el mensajero. En Palomeras Bajas tienen, por el momento, permiso para recordar con su escultura durante tres meses la historia ignorada de los vecindarios hechos por personas. Pero recogen firmas para alargar la vida de ese recuerdo necesario. Ser¨ªa un error derribar alg¨²n d¨ªa esa pieza que relaciona urbanismo con democracia y retrata la uni¨®n de las personas en la lucha por hacer de los barrios unos lugares m¨¢s habitables.
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