Tolstoi al estilo rococ¨®
Despu¨¦s de que el dramaturgo y guionista Tom Stoppard hubiera confeccionado su adaptaci¨®n, Joe Wright decidi¨® ambientar (casi) toda la novela en un teatro
Para bien o para mal, es posible que la carrera de Joe Wright quede marcada por un plano-secuencia. En un determinado momento de Expiaci¨®n, su segunda pel¨ªcula, el brit¨¢nico, que con Orgullo y prejuicio hab¨ªa rejuvenecido las acad¨¦micas adaptaciones de Jane Austen con agilidad, elegancia, frescura y sentimiento, decidi¨® dar un golpe sobre la mesa con un ¡°aqu¨ª estoy yo¡±; un aparentemente poderoso movimiento de c¨¢mara de varios minutos alrededor de una playa, con soldados, barcos, di¨¢logos y hasta la matanza de un caballo de por medio, que comenzaba siendo una filigrana t¨¦cnica y acababa siendo una muestra de egocentrismo autoral que te sacaba de quicio (y de la pel¨ªcula). A partir de ese momento, el cine de Wright se hizo engolado, grandilocuente y quiz¨¢ vac¨ªo. No est¨¢ de m¨¢s que un director se haga notar si se es Welles (o Kubrick, o Anderson), pero si se es Wright, es decir, si no se tiene el imprescindible genio, se corre el peligro de poner la forma tan por encima del fondo que ambas acaben por hundirse. Es lo que le vuelve a ocurrir con Anna Karenina, tras la lacrim¨®gena El solista (2009) y la presuntamente moderna Hanna (2011), un Tolstoi al estilo rococ¨® marcado por una discutid¨ªsima decisi¨®n de base.
ANNA KARENINA
Direcci¨®n: Joe Wright.
Int¨¦rpretes: Keira Knightley, Aaron Taylor-Johnson, Jude Law, Kelly MacDonald.
G¨¦nero: drama. Reino Unido, 2012.
Duraci¨®n: 129 minutos.
Resulta que a Wright, despu¨¦s de que el insigne dramaturgo y guionista brit¨¢nico Tom Stoppard ya hubiera confeccionado su adaptaci¨®n, se le encendi¨® la bombilla del talento, del ¡°otra vez aqu¨ª estoy yo¡±: quiso otorgarle un toque art¨ªstico, ambientando (casi) toda la novela en un teatro, mostrando el artificio desde el primer segundo con paredes que se quitan y se ponen, con la tramoya de las tablas a la intemperie, pero en cine. Como en Dogville, de Lars von Trier, pero al rev¨¦s, poniendo en lugar de quitando, eludiendo la sencillez para abrazar la porcelana de Lladr¨®, y a?adiendo un sello de estilo incluso en interpretaciones (amaneradas casi todas, sobre todo las de Aaron Taylor-Johnson y Matthew MacFadyen) y hasta bailes. As¨ª, un solo momento se salva del desmayo, la ins¨®lita carrera de caballos, mientras para la historia de la afectaci¨®n quedar¨¢ el risible baile.
En realidad, da la impresi¨®n de que a Wright le interesa menos el texto de Tolstoi que su propio ombligo. Y si a ¨¦l no le interesa Anna Karenina, ?por qu¨¦ nos iba a interesar a nosotros su pel¨ªcula?
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