?Qu¨¦ ha hecho Pompeya por nosotros?
Con el paso del tiempo, la fascinaci¨®n por la ciudad enterrada por el Vesubio no cesa. El Museo Brit¨¢nico inaugura el jueves una gran exposici¨®n sobre la vida cotidiana en la urbe.
Un equipo de arque¨®logos de la Universidad de Cincinnati lleva casi una d¨¦cada excavando dos manzanas de viviendas (insulae) aparentemente anodinas, situadas en el sur de Pompeya, a pocos metros de la puerta Stabia y junto a alguno de los lugares m¨¢s conocidos de la ciudad: los cuarteles de los gladiadores y los dos teatros, as¨ª como una zona de templos y un foro. La idea de estos investigadores es, como se?ala la memoria del proyecto, ¡°tratar de entender c¨®mo se desarrollaron estos edificios a lo largo del tiempo y c¨®mo las familias que viv¨ªan en ellos respond¨ªan a los cambios econ¨®micos, sociales y culturales de su entorno¡±. En otras palabras, el objetivo es dilucidar c¨®mo viv¨ªan los habitantes normales y corrientes de Pompeya, alejados de los mitos que siempre se ciernen sobre nuestra visi¨®n del mundo romano. Se trata de una calle de clase media o baja, con viviendas modestas, comercios, algunas tabernas y peque?as industrias, dedicadas a salar pescado o quiz¨¢s a producir la salsa romana llamada garum, una mezcla poco apetecible para los paladares contempor¨¢neos a base de v¨ªsceras de pescado fermentadas, que deb¨ªa de producir un olor intenso (por decirlo con delicadeza), y uno de los pocos motivos por los que Pompeya era conocida en la antig¨¹edad.
Una ma?ana de principios del pasado enero, con las excavaciones detenidas por el invierno y el yacimiento cubierto por los yerbajos, Pompeya ofrec¨ªa un aspecto m¨¢s decadente de lo habitual. De este rinc¨®n parec¨ªa dif¨ªcil extraer algo que no fuesen escombros. Sin embargo, Steven Ellis, uno de los responsables del Proyecto Porta Stabia, despejaba r¨¢pidamente las dudas sobre la inmensa cantidad de informaci¨®n que puede ofrecer cualquier rinc¨®n de la ciudad enterrada por la erupci¨®n del Vesubio en el a?o 79 de nuestra era. El examen de la basura, por ejemplo, permit¨ªa determinar a qu¨¦ taberna le iba mal y a cu¨¢l bien. Y acab¨® por ofrecer una incre¨ªble sorpresa: en la ¨²ltima campa?a de excavaciones apareci¨® un hueso de jirafa. Lo que quiere decir que alguien comi¨® tan ex¨®tico plato en Pompeya. ¡°La investigaci¨®n del ADN de la jirafa nos permitir¨¢ determinar a qu¨¦ subespecie pertenec¨ªa y quiz¨¢s podremos saber de d¨®nde viene. Eso nos dar¨¢ una incre¨ªble informaci¨®n sobre las rutas del comercio en la ¨¦poca romana¡±, explicaba Ellis durante la visita a la excavaci¨®n. Existen evidencias de la presencia de animales ex¨®ticos en el Imperio romano ¡ªen Pompeya ha aparecido tambi¨¦n el esqueleto de un mono, aunque los espect¨¢culos circenses se realizaban all¨ª con bestias locales, como osos o toros¡ª, pero los arque¨®logos no han sido capaces de determinar c¨®mo eran transportados hasta la pen¨ªnsula italiana.
Pompeya y Herculano, la otra ciudad importante enterrada por el Vesubio en el golfo de N¨¢poles, en el sur de Italia, plantean una mezcla de preguntas y respuestas, de datos y misterios. Se mantienen a lo largo de las d¨¦cadas como la mayor fuente de informaci¨®n sobre la antigua Roma y nunca han parado de ofrecer hallazgos: las termas mejor conservadas del mundo se terminaron de desenterrar en los a?os ochenta, al igual que los cad¨¢veres de trescientas v¨ªctimas de la erupci¨®n, en lo que fue la playa de Herculano, que se han convertido en una mina de informaci¨®n (la imagen del esqueleto de una mujer con dos anillos de oro intactos en su dedo fue portada de National Geographic el 5 de abril de 1983). ¡°M¨¢s que preguntarse si Pompeya ha cambiado la forma en que vemos el mundo romano, creo que lo correcto ser¨ªa afirmar que ha forjado la forma en la que lo vemos. Quiz¨¢s sea porque es el ¨²nico lugar en que podemos estudiar la vida a pie de calle¡±, explica Mary Beard, profesora de Cl¨¢sicas en la Universidad de Cambridge y una de las mayores expertas mundiales en Pompeya. Su ensayo sobre la ciudad enterrada, Pompeya. Historia y leyenda de una ciudad romana, es considerado una referencia sobre el tema, mientras que sus documentales para la BBC y su blog, A Don¡¯s life, la han convertido en una celebridad global (eso y sus peleas con los trolls en Internet, que han tenido tanta repercusi¨®n que han llevado a The New York Times a dedicarle un perfil recientemente).
En estos d¨ªas coinciden exposiciones sobre Pompeya en tres lugares tan distantes como Madrid, Cleveland y Londres. La exposici¨®n espa?ola, Pompeya. Cat¨¢strofe bajo el Vesubio es un recorrido por el desastre con algunas piezas originales, mientras que el Cleveland Museum of Art alberga una muestra, The last days of Pompeii: decadence, Apocalypse, Resurection, que antes estuvo en el Museo Getty de Los ?ngeles, sobre la obsesi¨®n contempor¨¢nea por la ciudad, con obras que van desde Piranesi hasta Warhol o Rothko. La exposici¨®n en el Museo Brit¨¢nico, que se inaugura el pr¨®ximo jueves y de la que ya se han vendido 34.000 entradas por adelantado, ha sido calificada por The Guardian ¡°como una de las m¨¢s importantes muestras arqueol¨®gicas en d¨¦cadas¡±. Esta muestra, cuyo comisario es el jefe de antig¨¹edades romanas del British, Paul Roberts, pretende trazar la vida cotidiana de las ciudades destruidas a trav¨¦s de cientos de objetos, muchos de ellos nunca exhibidos, ni siquiera en Italia, y otros recientemente descubiertos. Pompeya tampoco abandona nunca los titulares, aunque m¨¢s por sus enormes problemas de conservaci¨®n (en febrero, adem¨¢s, la justicia italiana abri¨® una investigaci¨®n contra dos gestores de la zona arqueol¨®gica por malversaci¨®n de fondos), que por nuevos hallazgos.?
Desde que comenzaron las excavaciones en el siglo XVIII, pocos yacimientos han despertado tanta fascinaci¨®n, fuera de hitos como la tumba de Tutankam¨®n, en 1922. Aunque la ciudad fue descubierta en 1592 por el arquitecto italiano Domenico Fontana durante la construcci¨®n de un canal, hubo que esperar casi dos siglos para que comenzase a ser desenterrada en 1748, por orden de Carlos III. Actualmente recibe m¨¢s turistas que ning¨²n otro monumento en Italia: dos millones cada a?o. Mary Beard relata que Mozart visit¨® en 1769 el Templo de Isis, uno de los primeros en ser descubiertos y seguramente el m¨¢s bello de la ciudad, y que le inspir¨® para su Flauta M¨¢gica. Los ¨²ltimos d¨ªas de Pompeya, la novela cl¨¢sica de Edward Bulwer-Lytton, no ha cesado de reimprimirse desde su publicaci¨®n en 1834. Su ¨¦xito multiplic¨® los visitantes ilustres fascinados por Roma y, sobre todo, por los cuerpos de las v¨ªctimas, moldeados en yeso gracias al ingenio de Giuseppe Fiorelli, el m¨¢s influyente director de las excavaciones, que tuvo la idea de utilizar como molde el hueco que hab¨ªan dejado los cad¨¢veres al descomponerse atrapados entre los escombros volc¨¢nicos (el primer cuerpo se extrajo el 3 de febrero de 1863). Adem¨¢s de su enorme valor cient¨ªfico, las ciudades enterradas por el Vesubio han sido una fuente de inspiraci¨®n literaria, desde Th¨¦ophile Gautier hasta Primo Levi, Robert Harris o Pascal Quignard. En el bell¨ªsimo filme Te querr¨¦ siempre (lamentable adaptaci¨®n del original El viaje por Italia), una obra maestra de Roberto Rosselini sobre la tristeza y la soledad de una pareja a punto de separarse, George Sanders e Ingrid Bergman descubren hasta qu¨¦ punto su amor ha desaparecido cuando contemplan la recuperaci¨®n de dos v¨ªctimas de la erupci¨®n, una mujer y un hombre.
¡°La fascinaci¨®n nace porque tenemos la sensaci¨®n de viajar en el tiempo (aunque obviamente no lo hacemos)¡±, explica Mary Beard en una conversaci¨®n por correo electr¨®nico. ¡°Tambi¨¦n porque nos encontramos cara a cara con gente que vivi¨® en la antig¨¹edad. All¨ª la pregunta sobre si los romanos eran como nosotros cobra m¨¢s sentido que en ning¨²n otro lugar. Y, como le ocurre a los personajes de la pel¨ªcula de Rosselini, tambi¨¦n nos enfrentamos a la cuesti¨®n de si tienen algo que ense?arnos¡±, prosigue la profesora. ¡°Las calles est¨¢n tan bien conservadas que da la impresi¨®n de que se trata de un viaje a la antig¨¹edad¡±, aseguran Jackie y Bob Dunn que, desde Busselton, en Australia Occidental, mantienen la p¨¢gina web de referencia para los arque¨®logos sobre la ciudad, pompeiiinpictures.org, donde han logrado recopilar fotograf¨ªas que reconstruyen toda Pompeya, casa a casa, calle a calle. ¡°La destrucci¨®n de la ciudad se produjo de manera tan repentina y brutal que los visitantes sienten siempre la amenazadora presencia del Vesubio¡±, agregan.
La novela de Bulwer-Lytton ha marcado la forma en que Pompeya ha sido vista y, por extensi¨®n, todo el mundo romano: un lugar de lujo y depravaci¨®n, donde los cristianos eran lanzados a las fieras en medio del j¨²bilo del populacho. Solo acaban salv¨¢ndose de la destrucci¨®n aquellos que abrazan la fe verdadera. Los conocimientos arqueol¨®gicos de Bulwer-Lytton eran amplios; pero su visi¨®n de Roma estaba muy desenfocada por sus anclados prejuicios sobre una sociedad, violenta, brutal, sin duda, pero a la vez extraordinariamente cercana. Lo que nos separa de su pensamiento es lo que nos acerca a Pompeya. El escritor victoriano explica en el pr¨®logo de su novela que es mucho m¨¢s f¨¢cil escribir sobre la Edad Media ¡ª¡°hay natural simpat¨ªa entre nosotros y los hombres de los tiempos feudales¡±¡ª que sobre Roma ¡ª¡°no tenemos asociaci¨®n alguna dom¨¦stica y familiar con los siglos cl¨¢sicos¡±¡ª. Sin embargo, lo que Pompeya y Herculano nos ofrecen es una respuesta arqueol¨®gica a la ineludible pregunta de los Monty Python en La vida de Brian: ¡°Bueno, pero aparte del alcantarillado [aunque en Pompeya, concretamente, no hab¨ªa], la sanidad, la ense?anza, el vino, el orden p¨²blico, la irrigaci¨®n, las carreteras y los ba?os p¨²blicos, ?qu¨¦ han hecho los romanos por nosotros?¡±. Pompeya responde a esta pregunta como ning¨²n otro lugar. ¡°Estas ciudades nos alejan de figuras distantes, los t¨ªpicos romanos del imaginario popular, como los emperadores y los gladiadores, para acercarnos a personas reales. En Pompeya, encontramos a la due?a de un bar llamada Asellina, a un panadero llamado Terentius Neo que quiere lanzarse a la pol¨ªtica. En Herculano, nos cruzamos con dos esclavos libertos, Venidius Ennychus y su esposa, Livia Acte, y sus vecinos, Marcus Nonius Dama y Julia, que van a los tribunales por un problema de tierras. Representan a toda esa gente ¡ªmadres, hijos, hermanos, primos, j¨®venes y viejos, esclavos y libres¡ª que murieron juntos en la cat¨¢strofe del a?o 79¡±, escribe Paul Roberts en el cat¨¢logo de la exposici¨®n.
Las ciudades del Vesubio nos ofrecen una visi¨®n ¨²nica de la vida cotidiana en Roma, sin la superposici¨®n de construcciones que acaban por borrar los restos de los espacios populares y conservar solo los templos y los monumentos. Pero tambi¨¦n sin los cambios que se produjeron dentro del Imperio a lo largo de los siglos en terrenos como, por ejemplo, el erotismo. Este es el tema que explora el escritor Pascal Quignard en El sexo y el espanto: su teor¨ªa es que la moral sexual que impuso el cristianismo nace en la ¨¦poca de Augusto, entre el 18 antes de Cristo y el 14 despu¨¦s de Cristo, y que solo ¡°la lava ardiente, que extermin¨® a los habitantes de aquellas ciudades¡± permiti¨® que se conservase ¡°el erotismo alegre y preciso de los griegos antes de transformarse en melancol¨ªa y espanto¡±. El gran romanista franc¨¦s Paul Veyne no est¨¢ en absoluto de acuerdo con esa teor¨ªa. Explica en su libro de entrevistas Sexo y poder en Roma que ¡°las atrevidas pinturas de Pompeya permit¨ªan compensar posibles frustraciones¡± y que ¡°los hombres y las mujeres de la Antig¨¹edad romana eran mucho m¨¢s comedidos en sus comportamientos que nuestros coet¨¢neos¡±.
En cualquier caso, m¨¢s all¨¢ de las discrepancias entre expertos, Pompeya es una ciudad llena de penes y contiene el ¨²nico burdel del mundo antiguo que se preserva intacto, adem¨¢s de decenas de frescos y estatuas de alt¨ªsimo contenido er¨®tico que los Borbones atesoraron en el llamado Gabinete Secreto, escondido durante siglos para unos pocos elegidos y que solo se abri¨® totalmente al p¨²blico en el Museo Arqueol¨®gico Nacional de N¨¢poles en el a?o 2000. No es dif¨ªcil imaginar la cara que pusieron los investigadores cuando se toparon, el 1 de marzo de 1752, en la Villa de los Papiros de Herculano, con una de las tallas m¨¢s escandalosas de toda la antig¨¹edad: la imagen del dios Pan copulando con una cabra. ¡°La pieza solo pod¨ªa verse con el permiso del rey¡±, escribe Paul Roberts, del Museo Brit¨¢nico. La presencia de esta imagen en Londres ha despertado una cierta pol¨¦mica sobre la forma en que deb¨ªa exhibirse, si camuflada bajo una cortina en alg¨²n lugar especial o simplemente poniendo una advertencia general al principio de la muestra. Al final se ha impuesto el criterio del conservador: ¡°Los romanos habr¨ªan visto simplemente a un dios cabra penetrando a una cabra, lo que no les hubiese molestado en absoluto. Es una muestra de que los due?os de la casa en la que se encontr¨® eran gente culta y con sentido del humor¡±.
Da igual el campo de los estudios cl¨¢sicos al que un investigador se dedique, Pompeya tiene hallazgos para todo el mundo. Barry Hobson, m¨¦dico de familia y arque¨®logo aficionado, se ha pasado media vida estudiando las letrinas romanas, unos inmensos conocimientos que recoge en su ensayo Latrinae et foricae. Toilets in the roman world (no es el ¨²nico experto en el tema, G. C. M. Jansen se ha pasado media vida estudiando solo las de Pompeya). Hobson mantiene que la ciudad enterrada ofrece una oportunidad ¨²nica para estudiar c¨®mo evolucionaron las letrinas en las casas particulares. El historiador brit¨¢nico Andrew Wallace-Hadrill, el m¨¢s conocido experto en Herculano ¡ªsu denuncia en los medios en 2004 del deterioro de Pompeya tuvo un impacto enorme¡ª, encabeza un proyecto para analizar toneladas de excrementos, conservados en las alcantarillas de la ciudad, porque aportan una informaci¨®n in¨¦dita sobre la dieta romana. En Pompeya se conservan 3.000 inscripciones pol¨ªticas, del tipo ¡°Gaius Julius Polybius da buen pan¡± o ¡°Marcus Casellius Marcellus organiza buenos juegos¡±, adem¨¢s de miles de grafitis de todo tipo que reflejan todos los aspectos de la vida cotidiana. Incluso se conoce que se produc¨ªa garum kosher. Y todav¨ªa quedan muchos misterios por resolver: ?D¨®nde estaba el puerto? ?Cu¨¢ntos habitantes ten¨ªa? ?Qu¨¦ hac¨ªa una mujer enjoyada en la barraca de los gladiadores? ?Hasta qu¨¦ punto era una ciudad romana o, como escribe Robin Lane Fox en El mundo cl¨¢sico, se trataba de ¡°una zona multicultural en la que se hablaba mucho el griego, adem¨¢s del lat¨ªn y del osco¡± (la ¨²ltima inscripci¨®n en la lengua it¨¢lica meridional se conserva en el burdel de Pompeya, ¡°un lugar triste para que un idioma muera¡±, como dijo Mary Beard). Ni siquiera la fecha de la erupci¨®n, el 24 de agosto de 79, parece ahora segura. Tambi¨¦n queda mucho terreno por excavar: un 25% de Pompeya, mientras que, en Herculano, mucho m¨¢s peque?a pero enterrada bajo una roca m¨¢s dura y destruida por una ola de calor tan bestial que carboniz¨® inmediatamente la madera (lo que permite que hayan llegado hasta nosotros muebles romanos intactos), est¨¢ casi todo por descubrir, incluso en la fascinante y gigantesca Villa de los Papiros.
Pero la arqueolog¨ªa representa solo una parte de la atracci¨®n por Pompeya y Herculano. ¡°Pompeya expresa lo inexplicable, muestra la destrucci¨®n, congela un cataclismo. Con mayor intensidad que ning¨²n otro acontecimiento en Occidente, simboliza la uni¨®n entre la cat¨¢strofe y la memoria¡±, escribe John L. Seydl, uno de los comisarios de la muestra que se exhibe actualmente en Cleveland y que viajar¨¢ a Quebec en verano. Pompeya ha sido, adem¨¢s, destruida varias veces: cuando se produjo la erupci¨®n, descrita por Plinio el joven, la ciudad hab¨ªa sufrido un gran terremoto 17 a?os antes, en 62. Durante la II Guerra Mundial, en el oto?o de 1943, el yacimiento fue bombardeado y se produjeron da?os irreparables ¡°a?adiendo nuevas ruinas a las viejas¡±, seg¨²n el corresponsal de la canadiense CBC, Matthew Halton, que relat¨® en su cr¨®nica la imagen de los cuerpos de yeso hechos a?icos bajo las bombas aliadas.
Lecturas pompeyanas
Como la propia ciudad, la bibliograf¨ªa sobre Pompeya es enorme. El ensayo de Mary Beard, Pompeya. Historia y leyenda de una ciudad romana (Barcelona, Cr¨ªtica, 2012. Traducci¨®n de Te¨®filo de Lozoya y Joan Rabasseda-Gasc¨®n), es ameno, sin dejar de ser erudito, est¨¢ muy bien escrito y ofrece todo tipo de historias y detalles. La novela de Robert Harris, Pompeya (Barcelona, De Bolsillo, 2011. Traducci¨®n de Fernando Gar¨ª Puig), fue muy bien recibida por los expertos. Su reconstrucci¨®n de los dos d¨ªas anteriores a la erupci¨®n y del propio desastre, a trav¨¦s de un ingeniero de acueductos, es magn¨ªfica. En los ¨²ltimos a?os, se han publicado en castellano dos libros ilustrados muy completos: Pompeya (Barcelona, Akal, 2009. Traducci¨®n de David Govantes), de Joanne Berry, y Pompeya. Nacer, vivir y morir a los pies del volc¨¢n (Barcelona, Electa, 2011. Traducci¨®n de Mar¨ªa Eugenia Frutos), de Eva Cantarella y Luciana Jacobelli.
El cat¨¢logo del museo brit¨¢nico es estupendo (Paul Roberts, Life and death in Pompeii and Herculaneum. Londres, British Museum, 2013), aunque no ha sido traducido al castellano. S¨ª hay una edici¨®n espa?ola reciente del ensayo de Pascal Quignard, El sexo y el espanto (Barcelona, Min¨²scula, 2005. Traducci¨®n de Ana Becci¨²), y existen varias ediciones del cl¨¢sico de Edward Bulwer-Lytton, Los ¨²ltimos d¨ªas de Pompeya (Madrid, Anaya, 2003. Traducci¨®n de Jorge Ferrer Vidal). La Universidad de Salamanca edit¨® en 1989 un ensayo de F¨¦lix Fern¨¢ndez Murga sobre el nacimiento de las excavaciones bajo los Borbones: Carlos III y el descubrimiento de Herculano, Pompeya y Estabia. El libro de Barry Hobson, Latrinae et foricae. Toilets in the roman World (Londres, Duckworth, 2009), pero pese a lo ex¨®tico del tema, merece la pena.
Adem¨¢s de los documentales de Mary Beard para la BBC ¡ªMeet the romans y Pompeii: Life and death of a roman town¡ª, cualquier pretexto es bueno para volver a ver Te querr¨¦ siempre (Il viaggio in Italia, Roberto Rossellini, 1954).
Mary Beard insiste siempre en que no debemos contemplar Pompeya como una ciudad normal, detenida en el tiempo, no solo por el terremoto anterior a la erupci¨®n sino tambi¨¦n porque mucho de lo que vemos es una reconstrucci¨®n contempor¨¢nea. Lo que, por otro lado, no le quita un ¨¢pice de inter¨¦s: pese a su aspecto demacrado, a los andamios y las casas cerradas, no hay ning¨²n otro lugar igual. Y no solo por el viaje al mundo romano. Pompeya y Herculano encarnan el poder destructivo de la naturaleza y la forma inconsciente en que lidiamos con ello. Sus ciudadanos conviv¨ªan tan tranquilos con los terremotos, como millones de habitantes de la bah¨ªa de N¨¢poles, viven ahora bajo la sombra del volc¨¢n siendo plenamente conscientes de su fuerza aniquiladora ¡ª¡°el Vesubio ha entrado en erupci¨®n hoy. Fue el espect¨¢culo m¨¢s terrible y majestuoso que he presenciado y espero presenciar en mi vida¡±, escribi¨® Norman Lewis en marzo de 1944, durante la ¨²ltima gran manifestaci¨®n de la monta?a¡ª. Tambi¨¦n, el resto de la humanidad vive tan tranquila bajo el cambio clim¨¢tico. Robert Harris utiliza la ciudad en su novela Pompeya como una met¨¢fora del final de todos los imperios, dirigida sin disimulo hacia Estados Unidos. Para Primo Levi, es una met¨¢fora de la muerte provocada por la naturaleza frente a la muerte causada por los hombres. No pudimos ver los cad¨¢veres de Ana Frank ni de una ni?a muerta en Hiroshima, asegura en su poema La ni?a de Pompeya al contemplar el cuerpo de yeso de una v¨ªctima. ¡°Han pasado los siglos, las cenizas se han petrificado / aprisionando esos delicados miembros para siempre / As¨ª has permanecido con nosotros, como un molde de yeso / retorcido, una agon¨ªa sin t¨¦rmino, testigo de lo mucho / que nuestra orgullosa estirpe importa a los dioses¡±.
Vida y muerte de Pompeya y Herculano. Museo Brit¨¢nico (Londres). Del 28 de marzo al 26 de septiembre. Pompeya. Cat¨¢strofe bajo el Vesubio. Centro de Arte Canal (Madrid), hasta el 5 de mayo. Los ¨²ltimos d¨ªas de Pompeya: decadencia, apocalipsis y resurrecci¨®n. Museo de arte de Cleveland. Hasta el 7 de julio.
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