Conciencia mesi¨¢nica
La m¨²sica de Wagner en el Liceo forman parte del repertorio del teatro
En la portada de su n¨²mero del 1 de abril de 1910, L¡¯Esquella de la Torratxa publicaba, con ocasi¨®n de la primera tetralog¨ªa wagneriana que se presentaba en el Liceo, una caricatura de Richard Wagner disfrazado de Siegfried, que acababa de abatir con una espada al drag¨®n de la ¨®pera italiana y meyerbeeriana. Al fondo de la vi?eta se situaba un p¨¢jaro del bosque cuyos rasgos eran los del ap¨®stol catal¨¢n del wagnerismo, Joaquim Pena. La ilustraci¨®n expresa la conciencia mesi¨¢nica que tuvo para muchos wagnerianos de la ¨¦poca su apostolado a favor de la difusi¨®n de la obra del compositor ante auditorios m¨¢s interesados por lo social, lo mundano y lo espectacular que por lo genuinamente art¨ªstico. ¡°Decidme el favor que obtiene el wagnerismo en un determinado pa¨ªs, y yo os dir¨¦ a qu¨¦ altura su ilustraci¨®n se encuentra¡±, escrib¨ªa Josep de Letamendi, uno de los j¨®venes apasionados cuyos estudios sobre Wagner admiraron al propio compositor y se publicaron tanto en Espa?a como en Alemania.
La introducci¨®n de la m¨²sica de Wagner en el Liceo trascendi¨® con mucho, para el p¨²blico, el conocimiento de unas obras que acabar¨ªan formando parte del repertorio del teatro. Lo que provoc¨® la obra de Wagner fue, en realidad, un cambio radical en los h¨¢bitos del p¨²blico. Lohengrin, que lleg¨® el 6 de marzo de 1883, ya se consider¨® un acontecimiento que iba a preparar el terreno a todo lo dem¨¢s y muy especialmente el estreno de La walkyria en 1899. En su honor, la sala del Liceo estuvo por primera vez a oscuras imponiendo que los asistentes no pudieran competir con los int¨¦rpretes en la atracci¨®n de las miradas del resto del p¨²blico, como era habitual en la ¨¦poca. En su honor, tambi¨¦n, se utilizaba por primera vez una proyecci¨®n cinematogr¨¢fica en la escena de la cabalgata que se consider¨® una audacia inaudita.
La mayor carga simb¨®lica y emotiva correspondi¨®, desde luego, al estreno de Parsifal, la obra que hasta el a?o 1914 s¨®lo se pod¨ªa interpretar en Bayreuth por expreso deseo del compositor. Barcelona quiso ser la primera ciudad que llevaba a un escenario de forma legal la ¨²ltima obra de Wagner, justo en el momento en que caducaban sus derechos exclusivos. La representaci¨®n comenz¨® a las 22.25 del 31 de diciembre de 1913 (porque debido al cambio horario con Alemania coincid¨ªa con el momento preciso en que caducaban los derechos) y termin¨® a las cinco de la madrugada. Para la ocasi¨®n se hab¨ªan realizado nuevos y suntuosos decorados a cargo de Maurici Vilomara, Oleguer Junyent, Miquel Moragas y Salvador Alarma, y se hab¨ªan reformado los equipamientos el¨¦ctricos. Francesc Vi?as, el gran tenor cuya contribuci¨®n a la difusi¨®n de la obra de Wagner en Espa?a result¨® crucial, fue el protagonista.
La pasi¨®n por Wagner, que justificaba iniciativas tan quijotescas como la del estreno de Parsifal, tuvo su origen en los c¨ªrculos minoritarios pero influyentes de Joaquim Marsillach y Josep de Letamendi, cuya labor fue continuada por Antoni Ribera y Joaquim Pena. El acto culminante de este grupo fue la fundaci¨®n de la Asociaci¨®n Wagneriana el a?o 1901. De la mano de personalidades como Felip Pedrell, Adri¨¤ Gual, Manuel de Montoliu, Xavier Viura o Joan Maragall, su actividad fue febril: estudio de la obra wagneriana, promoci¨®n de las representaciones, formaci¨®n de artistas competentes en canto y declamaci¨®n, y publicaci¨®n de las obras de Wagner con transcripci¨®n para canto y piano con el texto alem¨¢n y catal¨¢n.
La batalla de los wagnerianos de los primeros a?os del siglo XX por dar a conocer la obra del compositor continu¨®, a?os despu¨¦s, con los esfuerzos de Adolphe Appia por paliar el enorme abismo que ¨¦l detectaba entre la grandeza de la obra wagneriana y su materializaci¨®n esc¨¦nica; y con el simbolismo sugestivo y la abstracci¨®n de las formas de Charles Craig, que encontraba en Wagner el material id¨®neo para un tipo de teatro opuesto al realismo, al psicologismo y al naturalismo. La evoluci¨®n culminaba en Wieland Wagner, nieto del compositor, cuyos espacios esc¨¦nicos estructurados a partir de formas matriz, su movimiento esc¨¦nico escultural, hier¨¢tico, ¨¦pico, y su iluminaci¨®n al servicio del pulso interno de la obra no pod¨ªan causar otra cosa que conmoci¨®n en el Liceo de 1955 cuando los Festivales de Bayreuth presentaron tres producciones que dejaron al p¨²blico estupefacto.
El caso es que una vez conocidas y entronizadas sus obras en el repertorio de los teatros, Wagner ha seguido siendo un revulsivo. Ha sido a trav¨¦s de la revisi¨®n de su obra que se ha desencadenado, a partir de los a?os cincuenta del siglo XX, un cambio radical de la funci¨®n de la dramaturgia en la ¨®pera. Primero fue Wagner, pero luego vinieron todos los dem¨¢s. El gran triunfo de Wagner no ha sido que, como Siegfried, abatiera aquel drag¨®n que L¡¯Esquella caricaturizaba como ¡°la ¨®pera italiana¡±, sino que a partir de Wagner hemos aprendido a regresar a la ¨®pera italiana vi¨¦ndola de otra manera.
Joan Matabosch Grifoll es director Art¨ªstico del Gran Teatre del Liceu (Barcelona).
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