Ramones y Bee Gees en la biblioteca

Engrosar la colecci¨®n de 155.357.302 objetos catalogados de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos equivale a pasar a la posteridad. Es una instituci¨®n centenaria consagrada a mantener la memoria cultural. Una labor tit¨¢nica aunque solo se tratase de seleccionar los documentos escritos fundamentales, pero va m¨¢s all¨¢: la secci¨®n dedicada al audio contiene, seg¨²n su propia web, 3.420.599 elementos que van de viejos discos de pizarra a libros le¨ªdos.

Ayer jueves se anunciaba que se a?ad¨ªa a ese registro de audio 25 nuevas grabaciones. Las obras fueron seleccionadas para su conservaci¨®n por: "su importancia cultural, art¨ªstica e hist¨®rica para el legado sonoro de la naci¨®n", seg¨²n el comunicado de prensa.

Cronologicamente las grabaciones van desde After you've gone, de 1918, un standard interpretado por Marion Harris, a The Audience with Betty Carter, el disco en directo en San Francisco de la cantante de Jazz registrado en 1980?Algunas son ciertamente documentos hist¨®ricos: es el caso de la narraci¨®n radiof¨®nica que hizo el corresponsal George Hicks el D¨ªa D, el desembarco de Normandia, (5 de junio de 1944) y el mensaje? del presidente Eisenhower, enviado desde el sat¨¦lite artificial Atlas, el 19 de diciembre de 1958, en plena carrera espacial.?

Dentro de lo estrictamente musical hay una pieza llena tambi¨¦n de valor hist¨®rico y significaci¨®n pol¨ªtica: la ejecuci¨®n del Concerto para piano N?1 de Tchaikovsky con la que el pianista estadounidense Van Cliburn, que ten¨ªa 23 a?os? gan¨® el Concurso Internacional de piano en Mosc¨², en 1958, en plena Guerra Fr¨ªa. En el listado figuran otras dos obras de m¨²sica culta: una grabaci¨®n de 1959 de la soprano Leontyne Price? y la ¨®pera de Robert Wilson y Philip Glass, Einstein on the Beach, de 1980.

El jazz est¨¢ representado tambi¨¦n por Artie Shaw y? por The Shape of Jazz to Come de Ornette Coleman.? El blues tiene a Junior Wells. Hay bluegrass y hay tambi¨¦n m¨²sica de Nueva orleans. Esta ¨²lltima aporta The Wild Tchoupitoulas (1976), disco hom¨®nimo de una banda fundada por un t¨ªo de los Neville Brothers (dos de ellos aparecen en este disco) que reivindica la herencia de los indians, las cofrad¨ªas carnavaleras afroamericanas que desde hace m¨¢s de un siglo encarnan una colorista versi¨®n de las tribus nativas estadounidenses y que ha popularizado en Espa?a la serie Treme.

Hay un musical de Broadway, South Pacific, de 1949, escrito por Richard Rodgers y Oscar Hammerstein, e incluso m¨²sica cubana (anterior al Castrismo, eso s¨ª) gracias a Descargas: Cuban Jam Session in Miniature, de Cachao y Su Ritmo Caliente (1957). Hay canciones que ya son universales como la versi¨®n original de You are my sunshine, del cantante country Jimmie Davis, que despu¨¦s ser¨ªa gobernador de Lousiana.

El pop aporta media docena de discos empezando por el The Twist de Chubby Checker (1960), Dark side of the moon (1973) de Pink Floyd; Cheap Thrills, de Big Brother and the Holding Company (1968), el grupo de Janis Joplin. Otro ¨¢lbum que encuentra su sitio en este pante¨®n es Sounds of Silence, publicado en 1966, de Simon & Garfunkel.

No cab¨ªa en su momento propuestas ¨¦tica y est¨¦ticamente m¨¢s distintas que la de los Bee Gees de Fiebre del s¨¢bado noche y las speedicas guitarras del debut hom¨®nimo de The Ramones, considerado el disco que dio comienzo al punk en 1976. Mientras Joey Ramone hablaba de esnifar pegamento, en 1977 los Bee Gees se convert¨ªan en un fen¨®meno mundial con sus falsetes y sus temas para bailotear en las discos que proliferaban en cada rinc¨®n del orbe. Es curioso ver como dos enemigos naturales, dos formas absolutamente opuestas de entender la m¨²sica, entran de la mano en la historia.