Tres miradas sobre Huppert
La actriz francesa acaba de cumplir 60 a?os, y a¨²n no he atrapado las claves de su arte
La actriz m¨¢s audaz de su generaci¨®n, la menos previsible, la m¨¢s fr¨ªa y la m¨¢s incendiada. ¡°Interpretar es un juego f¨ªsico, un enorme placer y un vac¨ªo permanente¡±, le dec¨ªa este verano a Fran?oise Santucci en Lib¨¦ration.Y tambi¨¦n: ¡°Hay una ¨²nica manera de abordar un personaje: tiene que resonar dentro de ti. El problema es que siempre se puede depurar m¨¢s, y ser obsesiva es bueno para el trabajo pero ensombrece la vida¡±. Acaba de cumplir 60 a?os y sigue rodando una media de tres pel¨ªculas al a?o. El anterior se sali¨® por la escuadra y rod¨® siete. L¨®gicamente, no hace tanto teatro como quisi¨¦ramos, pero cuando lo hace es imborrable. La he visto tres veces en escena, ojipl¨¢tico, y a¨²n no he conseguido atrapar las claves de su arte. Recuerdo, selecciono, corrijo, remonto. He aqu¨ª algunos extractos de mis intentos.
4.48 Psychosis, de Sarah Kane, dirigida por Claude R¨¦gy. Teatre de Salt, 2002. ¡°Huppert, genio puro: un escorpi¨®n rodeado por un c¨ªrculo de fuego. Parece una adolescente (camiseta azul, pantal¨®n de cuero, zapatillas negras) que haya vivido 10 vidas y 10 muertes. Asistimos a una resurrecci¨®n, una restituci¨®n: Sarah Kane est¨¢ viva y respira por su boca y habita en su carne. Control f¨ªsico absoluto. Un cuerpo desvelado, aprisionado como en un lecho vertical, durante dos horas, sin moverse un cent¨ªmetro. Una muerta insumisa, puesta en pie ante nosotros. Una inmensa fatiga, una rabia infinita. Unas manos que no dejan de crisparse y retorcerse y enviar mensajes con el lenguaje secreto de los esquizofr¨¦nicos. Un rostro desnudo que muestra la emergencia de la calavera, que se transfigura a cada giro de la luz. Un fulgor negro latiendo en el fondo de los ojos arrasados. Cada vez que esa cabeza se mueve, imperceptiblemente, escuchamos el rugido de una torrentera de piedras¡±.
Hedda Gabler, de Ibsen, dirigida por Eric Lacascade. Lliure, 2005. ¡°Se masajea el tobillo, se enrosca y desenrosca un rizo con el dedo, se frota la nuca, carraspea, tose, se apoya en una sola pierna, y lo maravilloso es que no resulta fatigosa, sino todo lo contrario. Su manera de interpretar a Hedda es algo rar¨ªsimo, que quiz¨¢s podr¨ªa definirse como m¨¦todo trascendido. Como si hubiera pasado 10 a?os con Strasberg y luego la hubiera tomado Brook en sus manos para limpiarla. Hay una especie de centrifugado, de tranquilizaci¨®n de los tics del M¨¦todo. Es un trabajo muy t¨¦cnico, al servicio de la neurosis del personaje, que fluye con una naturalidad sorprendente. Hasta el menor gesto parece calculado al mil¨ªmetro, org¨¢nico y estilizado al mismo tiempo. Madeleine Renaud era algo parecido. La superdiva y la antidiva a la vez, la gran dama que puede tener cualquier edad. Y flotando sobre su cabeza, como una aureola, el oscuro perfume de las bestias inexplicables¡±.
Quartett, de Heiner M¨¹ller, dirigida por Bob Wilson. Od¨¦on, 2006. ¡°Se dir¨ªa que todo el espect¨¢culo est¨¢ concebido para ella: Wilson como Von Sternberg iluminando a Marlene. La Huppert ya fue Orlando en sus manos: la salamandra que atraviesa todos los fuegos, todas las ¨¦pocas, todas las reencarnaciones posibles. Quartett es la definitiva confirmaci¨®n de que estamos ante una m¨¦dium de much¨ªsimo cuidado, porque sin dejar de ser ella es otra a cada giro: Jeanne Moreau en Los amantes, Deneuve en Belle de jour, Delphine Seyrig en Labios rojos, Micheline Presle en Falbalas. Un rayo ha petrificado su melena rubia en un zigzag lateral. Abre la boca (¡°Valmont, je la croyais ¨¦teinte votre passion pour moi¡¡±) y el texto gira como una rata en una rueda, como Brel cantando La Valse a mille temps. Luego la palabra se hiela y ella la escupe y el salivazo ninja se estalactiza: ni te das cuenta y ya te ha perforado un ojo. Quema lo que toca, y en su paleta est¨¢n, dispuestos al ataque, todos los tonos de la pasi¨®n: gatita falsamente mimosa, tigresa desesperada, loca de amor, muerta a la que no hay quien entierre ni cristiano capaz de dejar de mirarla. No nos deja, no acaba de irse, repite una y otra vez la letan¨ªa final mientras una pecera nocturna y lapidaria cruza lent¨ªsimamente el escenario y ella es una silueta negra alej¨¢ndose, con el zapato de tac¨®n colgando de los dedos, ese zapato de tac¨®n que desear¨ªas que no cayera jam¨¢s¡±.
Feliz cumplea?os, se?ora.
Babelia
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