¡°Ya s¨¦ que vas diciendo¡±
Todav¨ªa, de repente, me descubro cantando a Sarita Montiel como quien dice un ensalmo que convoca a la infancia. Subo la escalera con la estrofa ¡°Me dijo un requiebro que fue de mi agrado¡±. La bajo con ¡°agua que no has de beber, d¨¦jala correr, d¨¦jala, de-ja-la¡±. Semejantes canciones, contando historias de hombres que abandonaban y de mujeres apasionadas, cortaron el aire de mi ni?ez. Incluso cuando la mayor¨ªa, dijera mi madre, no eran letras propias para m¨ª. Solo nos ense?aron a cantar las inocentes. ¡°Como aves presurosas, de pri-ma-ve-ra. En Madrid aparecen, las violeteras¡±. Me recuerdo vestida de madrile?a, con un atuendo largo de lunares y cola, que ten¨ªa un volante abajo. Y con un traje de fallera, trenzas levantadas y peinetas peque?as, bailando la tonada de ¡°quisieeeera, en la tierra valenciana mis amores encontrar¡±. No sab¨ªa entonces que el nacionalismo era un da?o mental y que exaltar las peque?as patrias espa?olas era una trampa que se ver¨ªa luego m¨¢s como un enga?o que como una realidad.
En secreto, a m¨ª lo que me gustaba o¨ªr era cupl¨¦s y tangos con historias desgarradas. En cuanto pod¨ªa quedarme a solas con el tocadiscos y la portada del de Sarita Montiel metida en un vestido amarillo que sobre el pecho ten¨ªa, realzado, un ramo de flores, lo escuchaba hasta quedar mareada. A los nueve a?os me sab¨ªa a escondidas: Ven y ven. Nena. T¨² no eres eso. Todas me las aprend¨ª como el catecismo para adultos que imaginaba tan tortuoso como el de Ripalda, pero m¨¢s ameno. ¡°Si no es que me importe, haberte querido, que limosna tambi¨¦n se da un pobre, y t¨² un pobre has sido¡±. Me impresionaba una mujer capaz de tales desplantes. Cosas para decirle a un malo, a los que fueran, yo las cantaba como algo incomprensible, porque viv¨ªa en el id¨ªlico mundo en donde todos los maridos, los hermanos y los padres eran perfectos. A saber cu¨¢l habr¨¢ sido la realidad completa, pero la m¨ªa era inocente y rota s¨®lo por las palabras de Sarita.
Gracias a ella pude llegar a la adolescencia preparada con suficiente material herido como para enfrentar cualquier desaire. ¡°Ya s¨¦ que has dicho a la gente, que a m¨ª me has dejado, por irte con otra¡±.
Aqu¨ª en M¨¦xico tambi¨¦n hab¨ªa quienes le cantaban a la patria sin meterse en el problema de ver qui¨¦n la gobernaba y c¨®mo. Y tambi¨¦n malos amores cantados por Mar¨ªa Victoria, To?a la negra y Lola Beltr¨¢n. Pero mientras fui ni?a me quedaron m¨¢s lejos. Sarita Montiel era una catedr¨¢tica del mal de amores y el desplante con que deb¨ªa enfrentarse. M¨¢s a¨²n cuando descubr¨ª que en los discos de las otras casas, ella no ten¨ªa un ramo de flores en el pecho, sino los pechos abiertos hasta la cintura como yo no hab¨ªa visto otros. En mi casa le hab¨ªan puesto al disco una calcoman¨ªa, lo que acentuaba la condici¨®n de censura que deb¨ªan tener sus cupl¨¦s. Cosas del mundo, para m¨ª Sarita Montiel no fue un destello del franquismo, cantando para tapar los da?os, para m¨ª tuvo un aire de libertad, que a¨²n me pega cuando subo la escalera diciendo: ¡°Ya sabes lo que eres".
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.