Nigel Dennis, hispanista, un arist¨®crata de intemperie
Era una autoridad mundial en las vanguardia literaria espa?ola del siglo XX
No conozco a nadie que habiendo tratado a Nigel Dennis, aun de modo somero, no tuviera de ¨¦l una opini¨®n sin m¨¢cula. Dig¨¢moslo ya, entes de que el presente nos lance de nuevo al ruido de la vida: Nigel Dennis (Londres, 1949), fallecido este martes en Saint Andrews (Escocia), fue, en todos los sentidos, intelectual, humano y personal, eso que Juan Ram¨®n Jim¨¦nez llam¨® ¡°arist¨®crata de intemperie¡±, ¡°el hombre en que se unen ¡ªuni¨®n suma¡ª un cultivo profundo del ser interior y un convencimiento de la sencillez natural del vivir¡±. Y as¨ª vivi¨® una vida que hoy sabemos demasiado corta, dedicada al estudio de la literatura espa?ola m¨¢s luminosa, que am¨® y difundi¨® en universidades de pa¨ªses boreales y cielos encapotados con admirable ecuanimidad y un humor brit¨¢nico supremo. Fue acaso uno de los primeros en comprender, muy joven a¨²n, que la reconciliaci¨®n nacional pasaba antes o al mismo tiempo por una reconciliaci¨®n literaria, y as¨ª le debemos dos de los mejores estudios que se le hayan dedicado nunca a Bergam¨ªn, amigo al que dilucid¨® de modo reiterado, y a Gim¨¦nez Caballero, el rojo y el negro, consciente, por supuesto, de que en el rojo y el negro espa?oles se lleg¨® hartas veces al casta?o oscuro. Al estudio de estos dos vanguardistas heterodoxos les sigui¨® el de muchos otros escritores e intelectuales de aquel tiempo de anteguerra, de guerra y de posguerra, que conoci¨® como pocos, D¨ªaz Fern¨¢ndez, G¨®mez de la Serna, Max Aub o Ram¨®n Gaya, de quien preparaba en la actualidad el segundo tomo de sus obras completas. Estaba trabajando en ¨¦l a distancia con Isabel Verdejo, viuda del pintor, y a ella le envi¨® hace unos d¨ªas desde Escocia las pruebas de imprenta y una carta de dos o tres l¨ªneas en la que ¨¦l, que nunca confes¨® su enfermedad sino por elipsis, admiti¨® no tener ya fuerzas para trabajar, sabiendo que ella se despedir¨ªa en su nombre de todos nosotros, sus amigos, como solo se despiden los sires en una obra de Shakespeare: ¡°Siento mucho apartarme de ti as¨ª¡±. Se dir¨ªa que ped¨ªa disculpas por las molestias que pueda traer consigo su muerte prematura. As¨ª era ¨¦l, y eso fue todo.
A diferencia de tantos colegas hispanistas, convencidos de saber de los espa?oles m¨¢s y mejor que los propios abor¨ªgenes, Nigel Dennis jam¨¢s quiso sentar c¨¢tedra de nada, cosa rar¨ªsima en un catedr¨¢tico, habiendo sido ¨¦l, por a?adidura, de los m¨¢s finos y en las mejores universidades del mundo: en el momento de su muerte era catedr¨¢tico de Literatura Espa?ola en la elitista universidad de Saint Andrews, alma mater del pr¨ªncipe Guillermo, y recientemente la de Cambridge, donde se doctor¨®, le hab¨ªa ofrecido un puesto docente.
Pero a Dennis lo que le importaba era averiguar cosas sustanciales: c¨®mo la poes¨ªa y el arte mejoran la vida y c¨®mo pueden salvarla, quiero decir, c¨®mo podemos ser mejores, m¨¢s fuertes y sensibles, asuntos con los que raramente puede nadie hacer una carrera acad¨¦mica. ¡°Toda la desdicha del hombre procede de no saber quedarse tranquilo en casa¡±, es una cita de Pascal que puso al frente del ¨²ltimo de sus libros, una recopilaci¨®n de escritos sobre Ram¨®n Gaya, que present¨® ¨¦l mismo en Murcia no hace un a?o. Parece que lo estoy viendo, distinguido, inteligente, con la frente de un rey y la sonrisa de un estoico que no renunci¨® ni a uno solo de los nobles goces de esta vida, dici¨¦ndose, dici¨¦ndonos estas palabras de Unamuno: ¡°Obra como si hubieses de morir ma?ana, y si nos estuviese reservada la nada, haz que la nada sea una injusticia¡±.
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