Venas

La gente que grita insultos a la salida de los juzgados lo hace por deferencia hacia las televisiones desplazadas al lugar, para dar ambientillo al corte de v¨ªdeo. Gracias a ellos, el momento funciona. Es ya un cl¨¢sico en nuestras pantallas. En el ¨²ltimo y previsible episodio, que ha tenido por protagonista a Isabel Pantoja tras su juicio, uno llega a sospechar si los que le gritaban guapa y monumento a la llegada eran los mismos que la tildaban de choriza y ladrona a la salida. Espa?a es un pa¨ªs donde el contenido es intercambiable, pero la forma, esa siempre es la misma. Aqu¨ª se vocifera hasta para decir te quiero y se blasfema para rezarle a Dios sin blandenguer¨ªas.
El pase¨ªllo judicial es la alfombra roja de los tiempos de crisis. En los Oscar, incisivos periodistas preguntan a los invitados por el modisto que les ha confeccionado el traje. Al cambiar a los nominados por imputados, la pregunta es m¨¢s et¨¦rea. ?C¨®mo te sientes?, ?qu¨¦ tal ha ido el interrogatorio?, ?te consideras culpable?, ?c¨®mo est¨¢s de ¨¢nimo? Todas estas preguntas, que suelen quedar sin respuesta, pertenecen a la ret¨®rica televisiva. Hay que hacerlas porque s¨ª, para darle mordiente al recorrido hasta que los acusados se suben a un coche o encuentran un taxi. En realidad lo que tiene relevancia son sus gestos. Los hay chulos, atosigados, levemente fr¨¢giles o desafiantes. Y al sopesar esa reacci¨®n en pantalla los espectadores dictan la sentencia definitiva conocida como el juicio de la calle.
Ahora queda mal decirlo, pero la peripecia criminal de Juli¨¢n Mu?oz comienza con los votos de los ciudadanos. Ellos se inclinaron hacia el partido de Gil porque les ofrec¨ªa un corte de mangas a la pol¨ªtica tradicional y unas gotas de glamour chabacano muy del gusto popular. Durante el juicio, el antiguo alcalde de Marbella justific¨® sus ingresos en negro en los cheques que recib¨ªa del partido como sobresueldo. Esa costumbre rancia est¨¢ m¨¢s extendida de lo que creemos. Muchos de los gritos, las indignaciones y las venas hinchadas nos la ahorrar¨ªamos si a la hora de votar se tuviese en cuenta la trascendencia del momento. Ah, pero los votantes tambi¨¦n gritan guapos a sus candidatos por la ma?ana y los llaman chorizos por la tarde.
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