Alta Films
Las primeras noticias que tuve de la existencia profesional de Enrique Gonz¨¢lez Macho fueron pel¨ªculas rusas que ¨¦l distribu¨ªa a trav¨¦s de una peque?a distribuidora
Las primeras noticias que tuve de la existencia profesional de Enrique Gonz¨¢lez Macho fueron pel¨ªculas rusas que ¨¦l distribu¨ªa a trav¨¦s de una peque?a distribuidora. No me gustaban, siguen sin gustarme, llevo toda una vida sin intentar enga?arme a m¨ª mismo ni a los que leen lo que escribo. Tengo un olfato privilegiado para detectar la gilipollez, la impostura, lo que conviene decir y opinar en tiempos convenientes. Cuando vi Dersu Uzala, esa historia preciosa sobre un superviviente de la taiga que no ha perdido la generosidad y que Enrique se empe?¨® en estrenar, me ocurrieron las mejores sensaciones que te puede regalar el cine.
En esa ¨¦poca, los a¨²n m¨¢s tontos que mezquinos due?os de una revista que se llamaba Gu¨ªa del ocio (Florentino P¨¦rez era uno de los due?os) deciden en nombre de la suculenta publicidad que aportan las multinacionales que jam¨¢s voy a escribir mal de una pel¨ªcula. Tarea impensable en mi caso, pero que me va a perseguir mediante la amenaza y la censura en todos los peri¨®dicos en los que he trabajado. Me echan, me putean, juicios, m¨¢s juicios, el ni?o malo contra la pared y sin cobrar. Y aparece un fulano que dirige Alta, al que suelo masacrar sus pel¨ªculas, que le notifica a mi asquerosa empresa que no volver¨¢ a meter publicidad en ella si yo no puedo escribir lo que pienso.
Enrique volver¨ªa a reivindicar mi libertad cuando doscientos idiotas an¨®nimos, encabezados por esos indomables profesionales del arte (o de la publicidad), aunque solo valorados a nivel familiar, llamados Erice y Guerin lanzan su grotesco e in¨²til manifiesto exigiendo que cierren mi reaccionaria boca en el progresista peri¨®dico en el que me gano la vida. Posee autoridad moral. Enrique es el hombre que pudo reinar y rein¨® estrenando un cine en el que cre¨ªa, jug¨¢ndose la pasta y ganando mucha en ¨¦pocas en las que determinada gente buscaba un cine distinto, en versi¨®n original, sabiendo que ten¨ªan acceso al cine de autor de cualquier parte.
Y, por supuesto, podr¨ªa contar cosas feroces del negocio fastuoso que supuso para tantos asesores culturales, comisarios, festivales, distribuidores, parte de ese cine de autor que no interesaba a nadie con dos neuronas. Pero Enrique siempre lo eligi¨® con cerebro. Que cierre su negocio es una verdadera tragedia. Para ¨¦l y para nosotros.
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