La ni?era escond¨ªa un tesoro
El legado fotogr¨¢fico de Vivian Maier abre la puerta de su apasionante y secreta historia Los 100.000 negativos fueron rescatados por casualidad por un joven de Chicago en una subasta
A pesar de que contamos con al menos 100.000 certezas sobre c¨®mo y qu¨¦ miraba, hay demasiadas preguntas sin respuesta sobre qui¨¦n era Vivian Maier. Ni?era durante 40 a?os, muri¨® en 2009, pobre, sola y sin saber que su secreta y obsesiva pasi¨®n, la fotograf¨ªa, la sacar¨ªa del anonimato hasta convertirla en una enigm¨¢tica y fascinante figura. El legado de Maier, a quien algunos llaman la Mary Poppins de la fotograf¨ªa (solo se entend¨ªa bien con los ni?os que cuidaba), se ha convertido en una genuina sorpresa para los especialistas, que asisten at¨®nitos a un corpus fotogr¨¢fico de 100.000 negativos dotados de una modernidad, personalidad y calidad ins¨®lita para los a?os y las circunstancias en los que fue concebido. Ahora, y por primera vez de manera exhaustiva, una exposici¨®n itinerante producida por Dichroma Photography, comisariada por Anne Morin y programada en la sala San Benito de Valladolid a partir del 8 de mayo ¡ªviajar¨¢ despu¨¦s a Tours y Gotemburgo¡ª, muestra 120 de sus fotograf¨ªas y nueve pel¨ªculas en Super 8.
Envuelta en inc¨®gnitas, la historia de Maier es de esas cuya veracidad cuesta creer. En 2007, en una modesta subasta en Chicago, un veintea?ero llamado John Maloof compr¨® por 300 euros un archivo desconocido que pod¨ªa servirle de ayuda para un libro en el que trabajaba acerca de su barrio. El vendedor del material, guardado en un armario, era el due?o del guardamuebles donde hab¨ªa sido abandonado a su suerte hac¨ªa a?os. Cuando Maloof desempolv¨® el contenido lo desech¨® para su investigaci¨®n, pero decidi¨® revelar una parte y revenderla en Internet. Fue entonces cuando el reputado cr¨ªtico e historiador de fotograf¨ªa Allan Sekula se puso en contacto con ¨¦l para evitar que siguiera dispersando aquel material prodigioso.
¡°Cuando intent¨¦ buscarla ya era demasiado tarde¡±, asegura John Maloof
Sekula dio la voz de alarma: aquellas instant¨¢neas callejeras tomadas en los a?os cincuenta y sesenta no eran cualquier cosa, estaban cargadas de talento. ?Qui¨¦n hab¨ªa capturado a esos hombres borrachos tirados en una playa o en una acera? ?A los ni?os de ojos grandes y cara sucia? ?A las ancianas con mandiles y mirada desafiante? ?A las bellas mujeres reflejadas en a¨²n m¨¢s bellos edificios? ?Qui¨¦n era aquella fot¨®grafa que no tem¨ªa romper la composici¨®n para ir m¨¢s all¨¢ de lo que alcanza el objetivo?
Maloof, consciente del tesoro rescatado pr¨¢cticamente de la basura, empez¨® un minucioso trabajo de investigaci¨®n, recuperaci¨®n y protecci¨®n del archivo de Vivian Maier. Averigu¨® que era de origen franc¨¦s, que hab¨ªa vivido entre Chicago y Nueva York cuidando ni?os y fotografiando de manera compulsiva los suburbios y las aceras de las dos ciudades. Mientras todo esto ocurr¨ªa, Maier a¨²n malviv¨ªa en el apartamento que tres de los ni?os que hab¨ªa criado le pagaban por caridad y en el que finalmente muri¨® en 2009, a los 83 a?os, en la m¨¢s absoluta soledad. ¡°Cuando intent¨¦ buscarla ya era demasiado tarde, al principio y durante bastante tiempo solo supe su nombre¡±, explica Maloof en conversaci¨®n telef¨®nica desde Chicago. A punto de cumplir 32 a?os, y con un documental sobre la fot¨®grafa en ciernes, reconoce que el creciente inter¨¦s por Maier le est¨¢ desbordando. ¡°Mi vida ha cambiado, no puedo solo con tanto material. Quiero hacer este trabajo con extremo cuidado, preservar su obra con cabeza. Ella ha sido un ejemplo para m¨ª, una artista que trabaj¨® solo para s¨ª misma, sin ninguna presi¨®n externa, probablemente de la manera que muchos desear¨ªan y no pueden¡±. Asesorado por el c¨¦lebre galerista y coleccionista Howard Greenberg, Maloof cree que quedan a?os de estudio por delante. ¡°Cada negativo requiere un trabajo detectivesco¡±.
¡°Se sabe muy poco de sus or¨ªgenes¡±, relata la comisaria Morin. ¡°Su madre era francesa y ella naci¨® en Nueva York. Pas¨® su infancia entre Francia y Estados Unidos. Cuando el padre las abandon¨®, la madre convivi¨® una temporada con una pionera de la fotograf¨ªa, la surrealista Jeanne J. Bertrand. Es posible que ah¨ª naciera su inter¨¦s y su vocaci¨®n¡±. Cuando la historia de Maier empez¨® a conocerse en los circuitos de arte, Morin decidi¨® estudiarla. ¡°Todo el ruido generado alrededor de este hallazgo me acerc¨® a ella, pero luego, cuando comenc¨¦ a conocer a fondo su trabajo, sent¨ª una enorme atracci¨®n: una ni?era que en sus ratos libres hab¨ªa construido un mundo paralelo totalmente secreto y oculto. Grababa sonidos callejeros, sacaba fotograf¨ªas y filmaba en Super 8. Y lo hac¨ªa con una modernidad absoluta. Era una vanguardista¡±.
¡°Era una poeta de la sombra¡±, afirma la comisaria Anne Morin
Lo primero que Maier pidi¨® en la casa donde trabaj¨® m¨¢s de 20 a?os fue un cuarto propio y una cerradura. Como tantas mujeres so?aban, a lo Virginia Woolf, le bastaba con una habitaci¨®n propia para crear. Nadie sabe a ciencia cierta qu¨¦ pas¨® durante lustros entre aquellas cuatro paredes, pero lo cierto es que los ni?os a los que cuid¨® jam¨¢s conocieron el secreto de su querida nanny. Por desgracia, tambi¨¦n explica el muro de silencio (y opresi¨®n) que hasta no hace tanto separaba a las familias burguesas de sus empleadas de hogar. ¡°Maier representa la quintaesencia de una figura de la ficci¨®n victoriana, la nanny, la gobernanta, es decir una outsider, pero con un acceso privilegiado a una vida dom¨¦stica en la que se le permite desarrollar un solo don: la capacidad de observaci¨®n¡±, escribe el novelista brit¨¢nico y especialista en fotograf¨ªa Geoff Dyer.
¡°Ella estaba a gusto con los ni?os porque era uno de ellos. No quiero hacer psicolog¨ªa, pero fue una ni?a grande, alguien que no creci¨® y que solo se sent¨ªa bien en ese mundo perdido de la infancia¡±, prosigue Morin, que de todo el trabajo de la fot¨®grafa se queda con sus autorretratos. ¡°En ellos se est¨¢ buscando permanentemente desde una frontalidad rota, ya sea a trav¨¦s de espejos, ventanas o de su propia sombra. Pero nunca frente a la c¨¢mara. Nunca la podemos identificar del todo. Era una poeta de la sombra, no necesitaba tener luz. Viv¨ªa en la periferia de las cosas¡±.
Maier no revelaba sus carretes, no se lo pod¨ªa permitir. Solo tomaba fotos sin descanso y sin que aparentemente le importara el resultado final. Tambi¨¦n coleccionaba libros de arte y las esquelas de los peri¨®dicos. De una de ellas sac¨® el relato de una de sus pel¨ªculas en Super 8. Es la historia de una madre y un hijo asesinados. Maier fue con su c¨¢mara y rod¨® primero el supermercado donde la madre trabajaba, luego la casa donde viv¨ªa con el hijo, y as¨ª, uno a uno, todos los lugares a los que aquellas pobres almas jam¨¢s volver¨ªan. En una de las cintas que John Maloof encontr¨®, Vivian Maier hab¨ªa grabado su idea del paso de la vida: ¡°Tenemos que dejar sitio a los dem¨¢s¡±, se dijo. ¡°Esto es una rueda, te subes y llegas al final, alguien m¨¢s tiene tu misma oportunidad y ocupa tu lugar, hasta el final, una vez m¨¢s, siempre igual. Nada nuevo bajo el sol¡±.
Se especula con su timidez aguda, con el uso de la c¨¢mara como un escudo para acercarse a las personas y poder mirarlas, con su fuerte conexi¨®n con los m¨¢s d¨¦biles, con su sosiego alrededor de los ni?os, los ¨²nicos que saben estar en el presente porque no tienen conciencia ni del pasado ni del futuro, y con las posibles patolog¨ªas de su personalidad esquiva y obsesiva. Pero lo cierto es que nadie podr¨¢ franquear jam¨¢s el cuarto con cerrojo de aquella impenetrable mujer que, al menos 100.000 veces, se asom¨® a la vida con su secreto al hombro.
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