Por un escrache la mar de educado
El lenguaje distingue entre los que hacen "literatura" y los que escriben obras "literarias"
En uno de los apasionados debates que sostuvieron los jurados del Premio Formentor antes de conceder el galard¨®n a Javier Mar¨ªas por el conjunto de su obra, uno de ellos afirm¨® con desparpajo y facundia que, en su opini¨®n, s¨®lo podr¨ªa considerarse ¡°literatura¡± (comillas m¨ªas) menos del uno por ciento de los libros ¡°literarios¡± que se publican. Y esos no siempre consiguen que su autor firme muchos ejemplares en cualquiera de los carnavales del libro, como los que se han celebrado esta misma semana. Contra lo que cabr¨ªa esperar, el apotegma ¡ªpropio m¨¢s bien de un var¨®n blanco muerto que de alguien que se ba?a en las omnipresentes y as¨¦pticas aguas del anticanon globalizado¡ª no suscit¨® mayor esc¨¢ndalo entre los contertulios. Tengo la impresi¨®n de que, a lo sumo, los dem¨¢s, tal vez dotados de m¨¢s holgadas mangas cr¨ªticas, habr¨ªan ampliado la n¨®mina de los libros ¡°literarios¡± hasta un dos o un tres por ciento de los que se publican como tales. De qu¨¦ sea literatura y qui¨¦n lo decide se habl¨® poco, quiz¨¢s porque entre todos se entend¨ªan, lo que no deja de ser un s¨ªntoma y una se?a de identidad para un premio que empez¨® (all¨¢ en su prehistoria antifranquista) premiando a Beckett y a Borges, aunque lo hiciera ¡ªay¡ª ex aequo.
Y lo cierto es que, despu¨¦s de tantos a?os de vale todo y de preguntarse con mala conciencia qui¨¦n es uno para decidir qu¨¦ sea o no la literatura, se registra una cierta vuelta a los or¨ªgenes. Eso es lo que, a su modo, explora Terry Eagleton en El acontecimiento de la literatura (Pen¨ªnsula), que viene a ser un repaso cr¨ªtico de lo que fue y no fue aquella ¡°teor¨ªa literaria¡± que, en la marea del marxismo, el psicoan¨¢lisis, el posestructuralismo y la semi¨®tica, se adue?¨® de las c¨¢tedras de humanidades de las universidades europeas y norteamericanas durante los a?os setenta y ochenta del novecento y que, posteriormente, fue arrinconada, junto con el izquierdismo posmayo, por un nuevo ¡°cuarteto de preocupaciones¡±: el poscolonialismo, la multiculturalidad, los estudios de g¨¦nero y los estudios culturales. Eagleton est¨¢ convencido de que, aunque en ciertos ¨¢mbitos acad¨¦micos haya quien considera la ¡°literatura¡± una construcci¨®n socialmente determinada, muchos lectores a¨²n creen en su ¡°acontecimiento¡± (event). De ah¨ª su apelaci¨®n al ¡°sentido com¨²n¡± y su inter¨¦s en trazar puentes entre la ¡°teor¨ªa literaria¡± continental y la ¡°filosof¨ªa de la literatura¡± anglosajona. Para Eagleton, a la vez marxista y furibundo cr¨ªtico de los ¡°nuevos ateos¡±, lo literario presenta algunas notas inequ¨ªvocas, entre ellas el uso y exploraci¨®n del lenguaje de modo autoconsciente, m¨¢s all¨¢ de su funci¨®n pr¨¢ctica o meramente comunicativa. Y es esa consideraci¨®n del lenguaje lo que distinguir¨ªa, en mi opini¨®n, a quienes hacen ¡°literatura¡± y a quienes s¨®lo pretenden escribir obras ¡°literarias¡±. Sobre literatura y m¨¢s espec¨ªficamente sobre novela ¡ª¡°un g¨¦nero que considero en fase de extinci¨®n¡±, afirma¡ª se explaya tambi¨¦n Luis Goytisolo en su sugerente ensayo Naturaleza de la novela (Anagrama) en el que, adem¨¢s de repasar las caracter¨ªsticas, historia y desarrollo del g¨¦nero, pone en guardia acerca del peligro que supone la posibilidad bien real de que la lectura de obras literariamente exigentes acabe consider¨¢ndose algo obsoleto, y que ¡°para darse uno por enterado se juzgue suficiente recurrir a las p¨ªldoras inform¨¢ticas¡±.
Sobre literatura y m¨¢s espec¨ªficamente sobre novela se explaya Luis Goytisolo en 'Naturaleza de la novela'
Por ¨²ltimo, y seg¨²n me explican quienes ya la han le¨ªdo, la Autobiograf¨ªa de papel (Mondadori, el 9 de mayo en librer¨ªas), de F¨¦lix de Az¨²a, tambi¨¦n explora parecidas o tangentes cuestiones desde la autoridad subjetiva de quien ha practicado (y en algunos casos dejado de hacerlo sin especial remordimiento) g¨¦neros literarios tan variados como la poes¨ªa, el ensayo, la novela o el periodismo. Yo nunca habr¨ªa dicho, como pontifican los paratextos de su nuevo libro, que Az¨²a es ¡°due?o de una intimidante lucidez¡± (?glup!), pero s¨ª que lo que dice suele decirlo con autoridad y conocimiento que no reh¨²yen el debate. Y que cada vez se atreve a decirlo m¨¢s alto, por eso espero impaciente su libro.
Escrache
Mientras la extrema derecha tedetina (incluida la atrincherada en la emisora de la Conferencia Episcopal) despotrica contra los escraches ocasionales de los permanentemente acosados, humillados, ofendidos y desahuciados (¡°nazis¡±, se atreven a llamarlos los m¨¢s pardos y gritones), me pregunto si no existir¨¢ una forma de escrache que pueda ser considerada aceptablemente educada. Claro que, quiz¨¢s, todo resida en convencerse de que nadie es responsable de nada y de que todo se debe a la fatalidad de los mercados, que van a su aire como las cat¨¢strofes naturales o las ordal¨ªas arbitrarias e inextricables del Dios de Isa¨ªas. Ese escrache educado nada tendr¨ªa que ver, desde luego, con lanzar a gritos consignas bajo ventanas dom¨¦sticas donde quiz¨¢s duerma el inocente p¨¢rvulo del pol¨ªtico insensible o del empresario sin escr¨²pulos. Nada que ver, tampoco, con aquellas antiqu¨ªsimas y obsoletas ocupaciones de tierras o, m¨¢s tarde, de f¨¢bricas: nada de atentar contra la propiedad privada, aunque sea intolerablemente much¨ªsima, y en cuyos or¨ªgenes, como pensaba Balzac antes de Marx, quiz¨¢s haya un crimen primordial.
Roger-Pol Droit nos propone en su ¨²ltimo libro algunos juegos para "recobrar el asombro"
En los periodos en que se agudiza la lucha de clases (s¨ª, queridos, ya ven: de vez en cuando la historia da la raz¨®n al ¡°progresismo trasnochado¡±), los que no lo pasan bien deben afilar su imaginaci¨®n reivindicativa, de manera que deber¨ªamos ponernos en serio a pensar formas de protesta que no molesten, aunque sea a costa de que no protesten de nada. Seguro que existe alguna. Ya puestos, habr¨ªa que pensar en manifas que no manifestaran ninguna cosa ¡ªalguien podr¨ªa sentirse acosado¡ª o en consignas que nada consignaran. Mientras las busco, me entretengo leyendo Peque?as experiencias de filosof¨ªa entre amigos (Paid¨®s), de Roger-Pol Droit, un pensador amable y optimista (aunque versado en Schopenhauer) convencido desde siempre de que la filosof¨ªa reside en los detalles, en los hechos de apariencia insignificante. RPD nos propone en su ¨²ltimo libro algunos juegos para ¡°recobrar el asombro¡±, esa disposici¨®n demasiado humana que provoca y estimula el pensar filos¨®fico y s¨®lo ante la cual, como dir¨ªa Heidegger, se abre el ser del ente. Uno de los juegos que el fil¨®sofo nos propone es ¡°hacer una guarrada¡±, es decir, establecer una n¨®mina personal de las cosas que nos parecen m¨¢s cochinas (especialmente las relacionadas con fluidos corporales) y atreverse luego a llevar alguna de ellas a la pr¨¢ctica, para, de ese modo, ¡°experimentar apego personal, intenso o d¨¦bil, a la frontera establecida en el interior de uno mismo¡±. Me pregunto si los que desahucian o mandan hacerlo no estar¨¢n tambi¨¦n jugando a fil¨®sofos principiantes y aprendiendo a establecer los l¨ªmites de sus tragaderas a partir de esa forma de guarrada social que es el desahucio, una modalidad de escrache ampliamente tolerada (aunque entre los desahuciados haya tambi¨¦n inocentes p¨¢rvulos durmiendo). Ya ven, todo puede servir para hacer filosof¨ªa. Hasta las mayores cochinadas.
Babelia
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