M¨¢s men
En su sexta temporada, Mad men goza de detractores y defensores. Todo un elogio frente a esa tele mayoritaria que merece detractores y detractores, o esas series para fan¨¢ticos que no admiten observaciones fuera de la secta. La mejor l¨ªnea de defensa es aquella que considera ejemplar que la mano de su creador, Matthew Weiner, no caiga en lo previsible, gracias al desarrollo de episodios distintos, con conclusiones dispares, peripecias err¨¢ticas, con un aroma de libertad raro de ver, donde las tramas no se ejecutan bajo un patr¨®n inflexible. La l¨ªnea de ataque m¨¢s habitual apunta hacia una serie llena de personajes cuya deriva psicol¨®gica es la amargura e incluso la maldad. La cuidadosa presentaci¨®n de la serie justifica que la pelea se prolongue un a?o m¨¢s. Precisamente en no resolver esa disputa consiste el encanto de la discusi¨®n.
La nueva temporada se salvar¨¢ si logra dotar de aliento a la segunda vida matrimonial de Don Draper, hasta ahora carente del filo ni la brillantez de las resoluciones profesionales en la empresa de publicidad, ni el delirio simiesco de sus aventuras sexuales. La nueva campa?a comienza con otra antol¨®gica impostura del protagonista que, en la playa, se pone a leer la Divina comedia de Dante. Tambi¨¦n en mitad del camino de su vida, la mentira corroe al protagonista por dentro, aburrido de un matrimonio mod¨¦lico con una bella canadiense de cristal. Pronto descubrimos que la recomendaci¨®n literaria procede de su vecina italiana, con la que tiene un l¨ªo de rellano.
En esa pulsi¨®n er¨®tica, unida a la continuidad del comentario social sobre la transformaci¨®n de Estados Unidos, ahora ya enfangado en Vietnam y sin el idilio universal con su propuesta de consumo masivo, es donde residen las mejores promesas de la nueva entrega. Los peligros tienen que ver con nosotros. Mad men era una explosi¨®n de dise?o elitista que lo setentero pone en peligro. Llega el maquillaje y la ropa hortera y cutre, contado con la amargura del creador por un pasado feliz ya perdido. Ahora los personajes vomitan cuando se pasan al beber y en cada episodio hay dos comentarios sobre lo pernicioso del tabaco. Quiz¨¢ no podamos soportar que esa gente de la avenida Madison se transforme en tipos como nosotros. Demasiado doloroso.
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