Nueve cartas de Salinger agrandan su leyenda
Antes de publicar 'El guardi¨¢n entre el centeno', el escritor mantuvo correspondencia con una joven aspirante a novelista de Toronto
En una caja de zapatos al fondo de un armario Marjorie Sheard, un ama de casa de Toronto, guard¨® sus sue?os juveniles de ser escritora y su aproximaci¨®n al mundo literario. Las cartas que recibi¨® de un joven escritor a quien hab¨ªa le¨ªdo en Esquire y admiraba, le ofrec¨ªan algunas pistas sobre c¨®mo orientarse en el mundo literario, en el que nunca lleg¨® a zambullirse. ¡°Me parece que tienes el instinto para evitar las tonter¨ªas de la t¨ªpica chica de Vassar¡±, le escribi¨® en 1941 anim¨¢ndola a mandar su trabajo a peque?as revistas literarias.
En las l¨ªneas que JD Salinger escrib¨ªa a Marjorie se adivina el mismo tono mordaz que caracteriz¨® a Holden Caufield, legendario h¨¦roe de 16 a?os de su primera novela, El guardi¨¢n entre el centeno, que ha cautivado a millones de lectores desde su aparici¨®n en 1951. Con aquel libro, publicado una d¨¦cada despu¨¦s de que arrancaran estas ep¨ªstolas ?¨Cpero en torno al que ya merodean al referirse Salinger ¡°al cuento de Holden¡±¨C el escritor alcanzar¨ªa la fama de la que m¨¢s adelante se empe?¨® con denuedo en escapar, dejando incluso de publicar en una b¨²squeda furiosa por encontrar el anonimato, el mismo en el que parad¨®jicamente vivi¨® su corresponsal Sheard. Esto era hasta ayer, cuando se hizo p¨²blica la noticia de la adquisici¨®n de nueve de estas cartas por la Morgan Library. La familia de Sheard decidi¨® venderlas para poder costear los gastos del cuidado de ¨¦sta mujer de 95 a?os en la residencia en la que vive.
¡°La Morgan Library tiene m¨¢s de 40 cartas de Salinger, que han sido adquiridas en los ¨²ltimos a?os¡±, se?al¨® a este peri¨®dico el director de comunicaci¨®n de esta instituci¨®n, Patrick Milliman. ¡°Las negociaciones en torno a la correspondencia del escritor con Sheard arrancaron en 2011¡±. La noticia se hizo p¨²blica ayer en The New York Times, el ¨²nico medio que ha tenido acceso al material. A principios de este mismo mes de abril la Morgan Library tambi¨¦n anunci¨® que hab¨ªa recibido una donaci¨®n de 28 cartas que Salinger envi¨® a Swami Nikhilananda, fundador del centro Ramakrishna-Vivekanda. Las filosof¨ªas orientales jugaron un papel muy importante en la obra de Salinger y el an¨¢lisis de estas cartas fue objeto de una charla a cargo del bi¨®grafo de Salinger, Kenneth Slawenski a principios de abril en la Morgan.
?La exposici¨®n al p¨²blico del material reci¨¦n adquirido a¨²n no tiene fijada una fecha, seg¨²n reconocieron desde esta instituci¨®n, aunque es previsible que organicen una muestra como ya lo hicieron en la primavera de 2010, apenas un par de meses despu¨¦s de la muerte del escritor. En aquella ocasi¨®n mostraron las cartas que Salinger escribi¨® al ilustrador que dise?¨® la portada de la primera edici¨®n de El guardi¨¢n entre el centeno, su vecino y amigo, Michael Mitchell. Esa colecci¨®n fue legada a la Morgan Library en 1998 por Carter Burden dentro de un lote m¨¢s amplio, pero permaneci¨® oculta hasta la muerte de Salinger en enero de 2010, impregnada del mismo secretismo que caracteriz¨® la vida de Salinger. Aquellas cartas cubr¨ªan m¨¢s de cuatro d¨¦cadas, de 1951 a 1993, y en ellas era posible trazar el solipsista camino que Salinger emprendi¨®, desde la primera ep¨ªstola en la que relata su estancia en Londres y una cena en casa de Vivien Leigh y Laurence Olivier, hasta la ¨²ltima en la que no acepta enviar a Mitchell una copia firmada de ¡°El cazador entre el centeno¡±. Tambi¨¦n habla acerca de sus h¨¢bitos de trabajo o su afici¨®n a la cultura pop, que cal¨® en referencias a Eddy Murphy o Nancy Reagan.
La correspondencia con Sheard queda restringida de 1941 a 1943. Arranca cuando Salinger tiene 22 a?os, poco antes de que fuera llamado a filas. Coquetea con Sheard y le pide una foto. Cuando ella se la env¨ªa contesta: ¡°Tramposa. Eres bonita¡±. En la carta tambi¨¦n hace lo que parece una referencia velada a su fallido romance con Oona O¡¯Neill, que acabar¨ªa cas¨¢ndose con Charles Chaplin, y que seg¨²n cuentan los bi¨®grafos le rompi¨® el coraz¨®n a Jerry, como acostumbraba a firmar sus ep¨ªstolas al escritor.
Salinger mantuvo toda su vida una gran afici¨®n a mandar cartas, incluso cuando dej¨® de publicar en los a?os sesenta y centr¨® gran parte de su energ¨ªa en permanecer oculto. Escribi¨® cartas incendiarias a quienes criticaban su obra, atentas a los ni?os que le mandaban preguntas y coquetas a las mujeres que le atra¨ªan. A su viejo amigo, el brit¨¢nico Donald Hartog le escribi¨® decenas de ellas desde que se conocieron en la adolescencia en Viena, adonde ambos fueron enviados por sus familias para aprender alem¨¢n. Las cartas que se cruzaron en ese primer periodo fueron quemadas por el ingl¨¦s, pero 50 de las que se cruzaron cuando retomaron el contacto en los a?os 80, tras la aparici¨®n de una biograf¨ªa no autorizada de Salinger, fueron donadas recientemente a la Universidad de East Anglia por los hijos de Hartog. En ellas Salinger habla de tenis, de ¨®pera, de hamburguesas y de peque?as excursiones a las Cataratas del Ni¨¢gara. Desmonta en buena medida el mito de su absoluta reclusi¨®n, que en caso de que se diera, rompi¨® para asistir al 70 cumplea?os de su amigo en Inglaterra.
Pero quiz¨¢ una de las cartas m¨¢s llamativas de cuantas envi¨® el hura?o ¨Cseg¨²n escribieron su hija y tambi¨¦n su compa?era sentimental Joyce Maynard, en sendos libros¨C y sin duda, enigm¨¢tico, Salinger fue a Hemingway, el novelista cuyos libros recomend¨® a la futura ama de casa de Toronto, Sheard. Esta carta de 1946 a Hemingway en la que con sorna se compara con Holden Caufield fue mostrada al p¨²blico en la biblioteca John Fritzgerald Kennedy de Boston en 2010, el a?o en que el escritor falleci¨® y en el que arranc¨® una nueva fiebre por sus ep¨ªstolas. Caufield se preguntaba ad¨®nde van los patos de Central Park en invierno, esa pregunta sigue en el aire, pero las cartas que mand¨® su autor, Salinger, van abandonando armarios y cajones, y saliendo a la luz para levantar el velo de secretismo que en vida le rode¨®.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.