Memoria de violencia
El terrorismo ha dejado de ser un tab¨² para la narrativa vasca 'Martutene', de Saizarbitoria, ofrece las claves de ese cambio
![Manifestaci¨®n en Ermua (Vizcaya) en recuerdo de Miguel ?ngel Blanco, concejal asesinado por ETA en 1997.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/F2YD3UXUKBPI6I6NO452W6FMTU.jpg?auth=9851a0d7e00253563f66b1852d5edc740a219793296e73aeb6219fb644852d7d&width=414)
Literatura e historia pueden hacer excelente pareja, a veces la hacen. No todo es f¨¢bula en la literatura. ?Qui¨¦n si no dar¨ªa cuenta del non dit, las formas de dominaci¨®n, lo simb¨®lico? A¨²n as¨ª, es dif¨ªcil que el historiador que se asome a la guerra de memorias que sacude la polarizada Vasconia actual, escape a los engranajes, las tensiones, las obediencias de los lobbys narrativos.
Cuando en los 90 se supo que un escritor en vascuence, Atxaga, iba a publicar un libro sobre un etarra (Gizona bere bakardadean, El hombre solo, 1993) se produjo un revuelo en la comunidad lectora. Hab¨ªan pasado catorce a?os desde el pionero Ehun Metro (1976, Cien metros, 1979) de Saizarbitoria. Toda la Transici¨®n, con el inesperado despliegue de injustificable violencia que sucedi¨® a la muerte de Franco. Uno desde el Mugetan de Hasier Etxeberria (1989). Un outsider, Crist¨®bal Zaragoza hab¨ªa abordado desde un nuevo ¨¢ngulo (Y Dios en la ¨²ltima playa, 1981) aquel universo. ?Y es que las cosas han cambiado mucho desde la Operaci¨®n Ogro. Entonces se ve¨ªa el fin, o quer¨ªamos verlo. Ahora, no? medita su protagonista.
Cuando en los noventa se supo que Bernardo Atxaga iba a publicar una novela sobre un etarra se produjo un revuelo en la comunidad lectora
Respecto al tema ?v¨ªctimas de ETA?, Raul Guerra Garrido llevaba m¨¢s de diez en el fil¨®n, casi en solitario: a Lectura ins¨®lita de El Capital (1978) le sucedieron La costumbre de morir (1981) y La carta (1990). Salvo Guerra, tanto la literatura en euskera como en castellano ?sobrevuelan? el tema. Guerra fue un adelantado, como lo fue Mikel Hern¨¢ndez Abaitua con Etorriko haiz nirekin/ ?Vendr¨¢s conmigo? (1991, 2010) y Ahotsak (1996). O Roberto Herrero (Los abrazos perdidos, 1996), teatro. Y es que la narrativa apenas consegu¨ªa metabolizar (y regurgitar) el periodo anterior, el ¨²ltimo Franquismo. As¨ª Saizarbitoria con Hamaika Pauso (1995, Los pasos incontables, 1998), relato de las ¨²ltimas horas de Otaegi, uno de los cinco fusilados en 1975, seg¨²n Juaristi la gran novela de su generaci¨®n.
Asesinatos como el de Yoyes (1986) y Miguel ?ngel Blanco (1997), la vuelta a la espiral de ETA (1999), supusieron, entre otras cosas, la ruptura de aguas del hartazgo acumulado. La narrativa, en ambos idiomas, se lanza a reflejarlo avanzado el nuevo siglo, el tab¨² se resquebraja. Con alg¨²n desfase entre las comunidades, la nacionalista vasca y las otras, cierto; los escritores en vascuence surgen por lo general en la primera, les atenaza la cercan¨ªa matricial, la guerra sucia, la tortura, la podredumbre generada en la lucha contra ETA. Es desde ese desgarro como encaran su violencia (?c¨®mo pudimos engendrar/tolerar esto?), el ?capital pol¨ªtico? (las ?nueces?) amasado por tanto sufrimiento. ?C¨®mo, cu¨¢l ha sido el proceso, las trayectorias en el mundo cultural vasco? Miedo, perplejidad, gregarismo, complicidad incluso, sensaci¨®n de culpa a veces, algunos oportunismos, algunas rebeliones. S¨ª, hubo un primer manifiesto p¨²blico contra la violencia etarra en 1980, el de los 33. Veinte a?os despu¨¦s (!!) un segundo, algo m¨¢s firmado... Se reafirma la rebeli¨®n de Hern¨¢ndez Abaitua en Ohe bat ozeanoaren erdian (2001). En Jokin Mu?oz (Bizia lo, 2003/ Letargo, 2005) aflora la zozobra. ?Qu¨¦ pas¨® entre los dos siglos? Un vuelco.
Asesinatos como los de Yoyes o Miguel ?ngel Blanco supusieron la ruptura de aguas del hartazgo acumulado
Todav¨ªa no existe una ?mirada cruzada? del mismo, llegar¨¢; vendr¨¢n muchos estudios y pol¨¦micas sobre lo escrito y sobre lo omitido, sobre silencios y cripticismos, cu¨¢ndo y en qu¨¦ lengua. Pero el resultado de ese deshielo, anterior al anuncio del cese de ETA (20/10/2011) y paralelo a su desarme moral, es alentador. Valga citar a Fernando Aramburu (2006), Luisa Etxenike (2008), Gonz¨¢lez Sainz (2010). Anjel Lertxundi aborda el retrato de una v¨ªctima-victimario (Etxeko hautsak/ Los trapos sucios, 2011), Fernando Aramburu (A?os lentos, 2012) la conversi¨®n de un gudari en apestado, y otro gran novelista vasco ¨Cse dice que el mejor de todos¨C, nos ofrece en Martutene (Erein, 2012, 2013) algunas claves de ese vuelco. Sus personajes son criaturas ?normales?, exteriores a ese mundo. Pero ETA es una (omni)presencia metaliteraria, el agua de la pecera en la que hemos tenido que respirar estos ¨²ltimos decenios mientras sobreven¨ªa el vuelco: ?todo ha cambiado. Han cambiado quienes como ellos, como el mismo Mart¨ªn y la misma Julia, viv¨ªan las consecuencias de la violencia casi como un fatal fen¨®meno accidental, y tambi¨¦n han cambiado las victimas. Ha cambiado todo?.
La historia es algo demasiado serio para dejarla en manos de indignados. O de quienes navegan en el acomodamiento equidistante. Necesitamos tiempo, que rumien los novelistas enfrentando su ello y su conciencia: ?trabajar en lo m¨¢s ¨ªntimo, cocinar las propias entra?as?, las capas profundas del individuo, sus bagajes, su entorno, sus ra¨ªces y querencias. En Martutene los conflictos de fondo, los soliloquios de los protagonistas, asoman envueltos en la tragedia colectiva que a¨²n vivimos. Kepa, el inmigrante ?integrado? de los 70. Zabaleta el nativo rebelde y con escoltas que ?parec¨ªa entender y aceptar que se le despreciara, que le considerasen traidor; quiz¨¢s incluso, en alguna medida, el mismo crea serlo. Culpable y traidor por el hecho de ser victima?. Harri, la abertzale, que env¨ªa a su hija a estudiar fuera para sacarla ?de ambiente?. Pilar, hija de franquistas vascos, una pija de los 70 que empu?a el tim¨®n de su vida. Lynn, la exterioridad especular. Y, desde otras riveras:
-Julia, una conciencia que ha crecido en la compasi¨®n conforme crec¨ªa la violencia de los suyos, ?Quien m¨¢s quien menos se sostiene un tiempo agarrado a las bridas porque es duro caerse. Porque siempre es tarde para apearse. Aceptar que el hermano, el amigo del hermano, quien podr¨ªa serlo, es un asesino, reconocer que uno mismo ha apoyado la locura, que ha justificado el crimen, que ha vivido en una miseria moral?. ?C¨®mo romper en su hijo adolescente la cadena de transmisi¨®n del victimismo?
Ramon Saizarbitoria, Jokin Mu?oz o Anjel Lertxundi (en euskera) y Guerra Garrido, Fernando Aramburu o J. A. Gonz¨¢lez S¨¢inz (en castellano) tambi¨¦n se han ocupado narrativamente de la violencia
-Mart¨ªn, el escritor, lo narc¨ªsico: ?Lo m¨¢s relevante, sin embargo, es ese evidente, enorme, inconmensurable sentimiento de culpa suyo que ha expresado hablando del s¨ªndrome del sobreviviente y tras el que se intuye una enorme necesidad de redenci¨®n, un inconmensurable deseo tambi¨¦n de ser admitido por las victimas, de ser reconocido como victima, y los an¨®nimos, supuestos o reales, ser¨¢n la absoluci¨®n que buscaba?.
-Abaitua, la carga identitaria. ?Ser vasco, que inclu¨ªa ser trabajador, honrado y noble, fiel a la palabra dada y a la colectividad, que est¨¢ por encima del individuo. No olvidar lo que sin remisi¨®n somos. Una carga identitaria que ha llegado a abrumarle y de la que nunca se sentir¨¢ completamente libre, de la que no puede liberarse sin sentirse culpable. No es f¨¢cil hablar de ese tema. Lo ha hecho una vez con un amigo con quien coincidi¨® en el servicio en el transcurso de una cena. Una charla de urinario, pues, como las de los homosexuales cuando se revelaban su identidad sexual. Abaitua le sonde¨® dici¨¦ndole que estaba harto de ser vasco, mientras se lavaba las manos. Hab¨ªa habido un atentado. Estuvieron hablando en el lavabo hasta que entr¨® otro cliente. El amigo le dijo que le hab¨ªa costado un mayor desgarro interior romper con el nacionalismo que abandonar la Iglesia y que divorciarse de su mujer m¨¢s tarde?.
-Teresa Hoyos, hija de un militar asesinado en los 80: ?Fue un duro golpe para Julia porque tuvo ocasi¨®n de ver directamente las consecuencias concretas de la violencia. Alguien cercano con quien ten¨ªa cierta intimidad hab¨ªa perdido a su padre, a quien adoraba, y estaba destrozada por ello. Se sinti¨® culpable. Por m¨¢s que se dec¨ªa que ella nada ten¨ªa que ver con el asesino que hab¨ªa puesto la bomba, le empez¨® a resultar violento tratar con ella. No tuvo el valor de hablarle de lo que sent¨ªa y se fueron distanciando, en parte tambi¨¦n porque Teresa Hoyos empez¨® a relacionarse con gente nueva, ligada al incipiente movimiento de v¨ªctimas?.
-El di¨¢logo roto: ?Que han debido de hacerles en Intxaurrondo a esos hombres para que hayan accedido a se?alar los zulos? Y ?los disparates que ellos estaban dispuestos a hacer? ¡°Me alegro de que les hayan detenido¡±. Evidentemente, es lo que le responder¨ªa a su madre si se le ocurriese musitar ¡°Pobres chicos¡±, como otras veces, pero no lo har¨¢. Ya no se atreve?.
La Historia y la Historia Sagrada en Saizarbitoria, sutilidad, maestr¨ªa, lejos de aparatos ret¨®ricos, sobra de intertextos tal vez (un libro-fetiche), salvo la frase clave, el eje moral de la reflexi¨®n: ?porque puedo olvidar y tengo que acordarme?.
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