El otro Steve McQueen
El brit¨¢nico estar¨¢ presente en una exposici¨®n en Basilea hasta el 1 de septiembre
Su exposici¨®n es un oscuro laberinto que esconde una veintena de peque?as c¨¢maras secretas. En el interior de cada una nos aguarda una sorpresa. A veces, una anodina ilusi¨®n ¨®ptica. Y otras, un aut¨¦ntico pu?etazo sensorial. "Cada instalaci¨®n quiere ser un espejo que refleje una parte de nosotros mismos. El resultado puede ser violento o reconfortante, igual que cuando nos miramos al espejo", explica Steve McQueen (Londres, 1969) unos pisos m¨¢s arriba, sentado en una habitaci¨®n de cristal insonorizado que recuerda a la di¨¢fana mazmorra corporativa en la que transcurr¨ªa Shame, la pel¨ªcula sobre la adicci¨®n sexual que rod¨® junto a Michael Fassbender.
Entre opacidad y transparencia oscila tambi¨¦n la obra de este artista de dicci¨®n atropellada y f¨ªsico corpulento, que se presenta vestido con su habitual chaqueta azul cobalto de reminiscencias obreras. "Mi uniforme de trabajo", como la definir¨¢ ¨¦l. McQueen se encuentra en Basilea para inaugurar su primera gran retrospectiva, que podr¨¢ verse hasta el 1 de septiembre en el Schaulager, fundaci¨®n para el arte contempor¨¢neo y dep¨®sito de una impresionante colecci¨®n albergada en un edificio neoindustrial de Herzog y De Meuron. La muestra concentra su producci¨®n art¨ªstica de los ¨²ltimos veinte a?os, en la que ocupan un lugar privilegiado una serie de instalaciones de v¨ªdeo que le convirtieron en joven prodigio (o ni?o mimado, seg¨²n la fuente escogida) de la escena brit¨¢nica de los noventa.
Sin haber cumplido 30 a?os, McQueen ya era vitoreado como uno de los grandes e incluso recompensado con el Turner Prize, al que suceder¨ªa la C¨¢mara de Oro en Cannes por Hunger, su debut en el cine, sobre la huelga de hambre que acab¨® con la vida del activista norirland¨¦s Bobby Sands. En 2009, fue escogido como representante brit¨¢nico en la Bienal de Venecia, en la que presento Giardini, donde observaba lo que sucede en los jardines municipales que acogen el certamen cuando llega el oto?o y los visitantes abandonan el recinto. Los galgos olisquean las brozas, mientras una abuela les lleva comida y dos hombres se encuentran furtivamente entre decadentes pabellones estatales, "s¨ªmbolo de un nacionalismo propio de otra ¨¦poca".
"Me interesa todo lo que nos cuesta ver con claridad pese a que resulte evidente"
La muestra convierte el gusto por indagar en lo que no se detecta a primera vista en un hilo conductor para recorrer su trabajo. En la instalaci¨®n Static, McQueen decidi¨® asediar en helic¨®ptero la Estatua de la Libertad para destapar su cara oculta. De lejos, resultaba gloriosa y resplandeciente, tal como los ideales estadounidenses que parece encarnar. De cerca, se la descubr¨ªa sucia, inquietante y con un rostro insospechadamente triste. Tambi¨¦n Brandon, el protagonista de Shame, parec¨ªa un joven atractivo y exitoso, amable con sus vecinas m¨¢s ancianas y aficionado a las sonatas de Bach. La procesi¨®n -en forma de enfermiza perversidad sexual- iba por dentro. "Me interesa todo lo que nos cuesta ver con claridad, pese a que en el fondo resulte evidente", reconoce el artista.
Trabajar a la vez en el cine y en el arte, dos disciplinas que cuentan con p¨²blicos no siempre compatibles, podr¨ªa situarle en una posici¨®n esquizofr¨¦nica. "No creo que sea as¨ª. La gente que va al cine no es est¨²pida. Existe un p¨²blico sofisticado, aficionado a las narraciones complejas y las pel¨ªculas distintas", responde McQueen, puede que ligeramente molesto. "Lo que pasa es que mucha gente va a ver pel¨ªculas esperando simple entretenimiento. En especial, en Estados Unidos, donde uno va al cine para sentirse mejor. Es casi como si fuera una terapia, como si el cine fuera igual que tomar drogas. Y mis pel¨ªculas no te hacen sentir en lo m¨¢s alto. Lo que hacen es obligarte a preguntarte cosas. No todo el mundo est¨¢ dispuesto a ser desafiado de esta forma".
Beb¨¦ probeta del prestigioso departamento art¨ªstico de la Goldsmith University, del que surgieron Damien Hirst, Sam Taylor-Wood, Sarah Lucas y Gillian Wearing, se inclin¨® por el video mientras todos sus compa?eros prefer¨ªan la pintura y la escultura. "Descubr¨ª a Bruce Nauman y Vito Acconci y entend¨ªa que quer¨ªa experimentar con la c¨¢mara, lo que resultaba bastante ex¨®tico. En la facultad ni siquiera hab¨ªa c¨¢maras a nuestra disposici¨®n, porque a nadie se le pasaba por la cabeza hacer video. Tuve que hacerme amigo de los chicos que prestaban el material en el departamento de cine. Les hac¨ªa bocadillos, fregaba el suelo y les ayudaba a trasladar cajas. Hasta que un d¨ªa me dijeron que me pod¨ªa llevar una c¨¢mara". Mientras tanto, segu¨ªa una formaci¨®n paralela en las salas de arte y ensayo londinenses, que frecuentaba con una novia suiza entre cuatro y cinco veces a la semana. "Nos met¨ªamos en la sala con un caf¨¦ y una porci¨®n de pastel de zanahoria y ve¨ªamos lo que nos echaran: cine franc¨¦s de los sesenta, pel¨ªculas independientes estadounidenses, oscuros directores coreanos¡ Y tambi¨¦n todo Almod¨®var. Recuerdo salir del cine tras haber visto Matador, pregunt¨¢ndome qu¨¦ demonios era esa cosa tan rara y a la vez tan sexy".
Si no se pas¨® antes al cine fue por miedo a perder su preciada independencia. En 2003, cuando le preguntaron qu¨¦ le frenaba, respondi¨®: "Los cineastas se encuentran con m¨¢s obst¨¢culos financieros. Cuando la pel¨ªcula ha terminado, les cuesta reconocer la idea original". Con tres pel¨ªculas en su haber, ?se han perdido sus ideas por el camino? "No, porque no he hecho concesiones en nada. He tenido el final cut en mis tres pel¨ªculas. No s¨¦ cu¨¢nto tiempo seguir¨¦ teniendo esta suerte", responde.
En 2007, McQueen escogido por el Imperial War Museum como "artista oficial de guerra", decidi¨® crear 160 sellos con los rostros de las v¨ªctimas de la guerra en Irak. No se considera un artista pol¨ªtico, aunque su obra sea cada vez m¨¢s permeable a lo que sucede a su alrededor, lejos de lo que transmit¨ªan algunas de sus primeras piezas, como Deadpan, donde recreaba un gag de Buster Keaton situ¨¢ndose en el centro del derrumbe de una casa, "No quiero sostener ninguna pancarta, pero si eres una persona m¨ªnimamente consciente te acaba resultando imposible escapar al contexto en el que vives. Van Gogh tambi¨¦n era pol¨ªtico cuando retrataba a los pobres comiendo patatas", afirma.
"La gente va al cine para sentirse mejor, como si fuera una terapia o una droga. Mis pel¨ªculas no persiguen eso"
Su pr¨®xima pel¨ªcula, 12 years a slave, hablar¨¢ de esclavitud. Est¨¢ inspirada en las memorias de un afroamericano del siglo XIX, que le hizo leer su mujer, la periodista holandesa Bianca Stitger, con quien vive en Amsterdam desde los noventa. Protagonizada por Fassbender, junto al actor anglonigeriano Chiwetel Ejiofor y el mism¨ªsimo Brad Pitt. Durante su rodaje en Nueva Orleans, McCarthy se cruz¨® con Quentin Tarantino, que filmaba Django desencadenado en el mismo lugar y momento, a la vez que Steven Spielberg terminaba de montar Lincoln. "Los dos coincidimos en que la esclavitud daba para muchas pel¨ªculas distintas. Adem¨¢s, la primera es pura ficci¨®n y la segunda no presta la m¨¢s m¨ªnima atenci¨®n a los personajes negros", critica McQueen. "El tema me interes¨®, de nuevo, porque vemos sus efectos por todas partes -en la desigualdad social, en el mundo del trabajo, en las c¨¢rceles estadounidenses- pero no siempre nos damos cuenta de la relaci¨®n causa-efecto".
Su obra persigue provocar una lucidez repentina en el visitante, que llega inevitablemente acompa?ada de cierto malestar interior. De nuevo en el laberinto, la instalaci¨®n Pursuit nos conduce hacia una pantalla repleta de reflejos luminosos, que se reproducen aleatoriamente en grandes espejos murales de una habitaci¨®n. Podr¨ªan ser estrellas fugaces o autom¨®viles circulando por la autopista, hasta que caemos en que se parecen a bombas cayendo sobre una zona de guerra. El d¨ªa de la inauguraci¨®n, guardias de seguridad tuvieron que guiar a los visitantes con una linterna para evitar angustias excesivas.
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