Un gallo azul irrumpe en Trafalgar Square
La presencia de la estatua del ave, a partir del verano, junto al elenco de personajes hist¨®ricos que ocupa la plaza ha generado una resistencia de los sectores m¨¢s conservadores
El desembarco de un gallo gigantesco de color azul en uno de los cuatro pedestales que flanquean la londinense Trafalgar Square est¨¢ atizando el eterno y enconado debate sobre el concepto mismo de lo que es arte. La presencia de la estatua del ave, a partir del verano, junto al elenco de personajes hist¨®ricos que ocupa la plaza ha generado una resistencia de los sectores m¨¢s conservadores nunca vista desde que ese rinc¨®n hu¨¦rfano empezara a ser ocupado por sucesivas obras contempor¨¢neas. Porque el ¡°intruso¡± en cuesti¨®n encarna todo un s¨ªmbolo la francofon¨ªa que ser¨¢ exhibido, adem¨¢s, bajo la sombra de la columna del almirante Nelson, el h¨¦roe de la victoria naval sobre los galos.
Dise?o de la artista alemana Katharina Fritsch (1956) en fibra de vidrio, el gallo de la discordia es la ¨²ltima pieza seleccionada por el ayuntamiento de Londres para habitar durante a?o y medio el llamado ¡°cuarto pedestal¡±, una peana sin inquilino fijo que desde 2005 ejerce de anfitriona, y de forma rotativa, para las propuestas m¨¢s innovadoras del arte. Su futura instalaci¨®n en el recinto pende sin embargo del visto bueno de la autoridades locales del barrio de Westminster que, si bien se han revelado favorables, afrontan la oposici¨®n un grupo de poderosos residentes (The Thorney Island).
El grupo se ha mostrado invariablemente reticente a la presencia en el mismo enclave de obras como la estatua de m¨¢rmol de una mujer embarazada que naci¨® sin piernas ni brazos (firmada por Marc Quinn), la maqueta de acristalada de un hotel te?ida de tonos discotequeros (Thomas Sch?te) o la instalaci¨®n del artista Anthony Gormley, que invitaba a los viandantes a ocupar durante unos minutos el cuarto pedestal. Pero nunca hasta ahora hab¨ªa batallado hasta el punto de intentar revertir la decisi¨®n de desplegar una de esas instalaciones.
Resulta improbable que acaben consiguiendo su objetivo, puesto que la presencia del gallo es defendida incluso por el alcalde de Londres, el conservador Boris Johnson, un personaje nada sospechoso de promover las vertientes m¨¢s osadas del arte. En un intento por aplacar las iras de las asociaciones vecinales m¨¢s intransigentes, Johnson consigui¨® el a?o pasado que el jurado responsable de elegir las instalaciones destinadas a Trafalgar Square se desviara ligeramente de su habitual t¨®nica rupturista y optara por una estatua de inspiraci¨®n ecuestre y m¨¢s clasicista. La imagen figurativa de un ni?o a lomos de un caballo cont¨® entonces con el inusual apoyo de los cr¨ªticos perennes a que el arte contempor¨¢neo ocupe una esquina de la plaza, y ello a pesar de que el equino representaba en realidad un balanc¨ªn. Pero aceptaron esa concesi¨®n con la esperanza de erradicar de su plaza la noci¨®n de que el arte no debe complacer necesariamente al espectador, sino tambi¨¦n provocarlo ygenerar reacciones diversas entre su p¨²blico.
La figura del gallo, uno de los motivos m¨¢s populares del arte modernista, representa para Katharina Fritsch la idea de fuerza y regeneraci¨®n. Pero en lugar de utilizar ese argumento frente a quienes denostan su obra, la artista alemana ha optado por la sana provocaci¨®n, enviando una misiva a las autoridades de Westminster en las que recuerda que su estatua emplazar¨¢ ¡°el s¨ªmbolo nacional de Francia en esa plaza que celebra una hist¨®rica victoria sobre los franceses¡±. Su arte no quiere contemporizar, sino plantar batalla.
Babelia
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