Utrecht saca sus armas 300 a?os despu¨¦s de la paz
La ciudad holandesa celebra el aniversario del tratado
Guerra y Paz, como el t¨ªtulo de la novela de Tolstoi, es el lema general del 300? aniversario de la firma del Tratado de Utrecht, el acuerdo que puso fin a dos siglos de luchas religiosas en Europa. El texto, firmado en 1713 en la ciudad holandesa, marc¨® tambi¨¦n el inicio de un sistema estable de Estados europeos y plant¨® el germen de lo que hoy llamamos conferencias multilaterales. Orgullosa del papel jugado en la redistribuci¨®n de poder en la Europa del siglo XVIII, Utrecht ha abierto todos sus museos, archivos, iglesias y calles en una cadena de eventos que se prolongar¨¢ hasta el 22 de septiembre.
La muestra principal, bautizada En nombre de la paz por el Museo Central, ofrece piezas singulares. Junto a una de las versiones del tratado mismo, hay una puerta del antiguo Ayuntamiento, retratos de Luis XIV de Francia, Guillermo III de Inglaterra y Carlos II de Espa?a, as¨ª como armaduras, monedas conmemorativas y hasta balas de ca?¨®n. Sin olvidar la partitura del Te Deum de Utrecht, compuesto por el m¨²sico barroco Haendel para celebrar el hist¨®rico acuerdo. En noviembre, el conjunto recalar¨¢ en la Fundaci¨®n Carlos de Amberes (Madrid).
En realidad, el Tratado de Utrecht puso fin a la guerra de sucesi¨®n espa?ola desatada por el fallecimiento de Carlos II de Habsburgo, El Hechizado, sin hijos. Saldada con la instauraci¨®n de la dinast¨ªa Borb¨®n, el tratado se compone de una veintena de convenios firmados entre 1713 y 1725. Se le atribuye el nombre gen¨¦rico de Utrecht porque aqu¨ª se rubricaron la mayor¨ªa de los textos.
Los diplom¨¢ticos europeos del siglo XVIII que viajaron a Utrecht, elegida por su lugar central en el mapa continental, se hablaban en franc¨¦s, pero las negociaciones no fueron f¨¢ciles. Ning¨²n pa¨ªs quer¨ªa ser menos que sus rivales. Utrecht, engalanada entonces como ahora, pose¨ªa la sede ideal para evitarlo: un ayuntamiento con dos puertas iguales para evitar agravios entre los delegados. Los 30.000 habitantes de 1713 aprovecharon el acontecimiento para enriquecerse. Los 322.000 actuales han reforzado el hermoso ejercicio de luces de su casco antiguo, que ilumina durante el a?o los edificios hist¨®ricos entre el crep¨²sculo y la medianoche. Denominado Trajectum Lumen, cuenta con un mapa para seguir la ruta del casco antiguo. En el tricentenario del tratado, la torre g¨®tica del Dom (catedral) se ha sumado al esfuerzo encendiendo tambi¨¦n sus tres galer¨ªas. El efecto es espectacular y recrea el alarde de linternas instaladas durante las conversaciones originales.
El resto de los museos urbanos, desde el Archivo Municipal al del Ferrocarril, presentan su particular visi¨®n de los conflictos. Y lo hacen con grandes contrastes. El Museo Universitario juega con las palabras en ingl¨¦s y propone a los escolares el proyecto Peace of cake. Como si la paz fuera un pedazo de pastel, ellos pueden llenarlo con su propio mensaje no violento. El Museo del Ferrocarril, por su parte, salva el hecho incontestable de la falta de trenes en el siglo XVIII mostrando su papel en las guerras. El Instituto Cervantes de la ciudad propone un coloquio sobre los espa?oles, Europa y el tratado. Y el Ayuntamiento ofrece un cuadro de 5,10 x 2,55 metros, encargado a la artista Semiramis ?ner M¨¹hudaroglu. Dado que la firma del tratado no fue plasmada en su d¨ªa en un lienzo conmemorativo, la pintora ha entregado una colorista alegor¨ªa del acto.
¡°Con la Paz de Westfalia, en 1648, empieza el sistema europeo de Estados. El Tratado de Utrecht asegura que haya, adem¨¢s, una familia de Estados capaces de tratarse de forma pac¨ªfica¡±, dice Jan Melissen, experto en diplomacia del Instituto Holand¨¦s de Relaciones Internacionales Clingendael, interpretando el acuerdo. ¡°No fue una cumbre de jefes de Estado sino de enviados, y muestra la posibilidad de pactar en una conferencia multilateral. Aunque la firma no evit¨® guerras posteriores s¨ª gener¨® una forma rudimentaria de cooperaci¨®n europea¡±.
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