El precio de la ambici¨®n
La tarde fue toda una ilusi¨®n frustrada. En realidad, no fue solo una, sino tres; las que provocaron David Mora, Antonio Nazar¨¦ y los toros de Los Bayones. Otra tarde de reses descastadas, en esta ocasi¨®n, sin la presentaci¨®n adecuada la mayor¨ªa de ellas, blandas, sosas y sin calidad. No es una sorpresa, pero s¨ª una nueva frustraci¨®n ante la imposibilidad manifiesta de que aparezca un mirlo blanco entre tanto toro basura.
Tan grave o m¨¢s es la frustraci¨®n provocada por los toreros. Te deja el alma fr¨ªa, el cuerpo congestionado y la cabeza hecha un l¨ªo cuando pasan toreros j¨®venes, pre?ados de ilusiones, y se van al pozo del olvido; y lo peor es que ofrecen una preocupante impresi¨®n de incapacidad. O ser¨¢, qui¨¦n sabe, el miedo esc¨¦nico que provoca esta plaza; o que la ambici¨®n no es tan grande; o que el coraz¨®n no palpita al ritmo que exige la cabeza. Un misterio.
Lo cierto es que ayer hubo ilusi¨®n en Las Ventas en la misma medida en que la frustraci¨®n se apoder¨® del ambiente del ruedo y de los tendidos.
LOS BAYONES / TEJELA, MORA, NAZAR?
Toros de Los Bayones, ¡ªel segundo, devuelto¡ª, desigualmente presentados ¡ªanovillado el tercero¡ª, mansos, descastados y sosos. El sobrero, de Hnos Frailes Mazas, manso y sin clase.
Mat¨ªas Tejela: estocada (silencio); tres pinchazos y dos descabellos (silencio).
David Mora: cuatro pinchazos ¡ªaviso¡ª y estocada perpendicular y ca¨ªda (silencio); estocada trasera (silencio).
Antonio Nazar¨¦: media, un descabello ¡ªaviso¡ª, y cuatro descabellos (ovaci¨®n); pinchazo y estocada contraria (silencio).
Plaza de Las Ventas. 10 de mayo. Segunda corrida de feria. Casi lleno.
David Mora, he aqu¨ª un caso digno de estudio, lleg¨® a levantar pasiones en su primer toro, el p¨²blico a su favor, la suerte, entre comillas, de cara, y, minutos despu¨¦s, permiti¨® que todo se diluyera como un azucarillo.
Antonio Nazar¨¦ tiene buen gusto y maneras, pero le pudo la frialdad
Realiz¨® un quite a ese toro Antonio Nazar¨¦ por ajustad¨ªsimas chicuelinas que calaron en el respetable; Mora, haciendo gala de amor propio, se ech¨® el capote a la espalda y cit¨® por gaoneras. Andaba en la pelea, zaf¨¢ndose como pod¨ªa de los derrotes de su oponente, cuando este lo empal¨®, se lo ech¨® a los lomos y lo busc¨® con sa?a en el suelo. Se levant¨® el torero y, sin mirarse, volvi¨® a colocarse en el mismo sitio para seguir toreando. Afortunadamente, la sangre que manchaba su traje solo era del toro. El p¨²blico le agradeci¨® vivamente su gesto valeroso, y Mora respondi¨® brindando a la plaza la muerte del animal.
Fueron momentos emocionantes. Comenz¨® a revolotear el esp¨ªritu del triunfo. El torero comenz¨® su faena de muleta por bajo, y el toro acudi¨® con agresividad. Y lo cit¨® con la mano derecha, muy despegado, sin la convicci¨®n necesaria; y el toro comenz¨® a rajarse, y el ambiente se enfri¨®. Y como en un mal sue?o, se pas¨® de la cima del posible triunfo al desencanto doloroso. Llegaron las dudas, demasiadas dudas. Miraba el torero sin saber qu¨¦ hacer. Se afligi¨®, le falt¨® ambici¨®n, desisti¨® de jug¨¢rsela a cara o cruz. Y todo qued¨® en casi nada.
Y sali¨® el tercero, con cara de novillo y noble comportamiento. Ya con el capote se mostr¨® conformista Nazar¨¦. Y mostr¨®, muleta en mano, que es torero elegante, de maneras art¨ªsticas, que tiene personalidad. Y dej¨® detalles de su buen gusto en un natural largo, dos derechazos hondos, otro grande m¨¢s tarde. Uno aqu¨ª, otro m¨¢s all¨¢¡ El globo se va desinflando, y, al final, no hubo faena de peso, reunida y templada. Solo r¨¢fagas. No se crey¨® su propio triunfo. Fue todo ¨¦l un torero fr¨ªo cuando hac¨ªa falta un calent¨®n que el p¨²blico estaba dispuesto a cantar.
Ovaci¨®n y pitos
El p¨²blico de Madrid, tan fiel e ilusionado, bien merecer¨ªa un triunfo antes de que cunda la desesperanza.
Toros y toreros por igual no estuvieron a la altura de las circunstancias.
Uno y otro dieron la impresi¨®n de que brilla m¨¢s su valor, en Mora, y su calidad, en Nazar¨¦, que su propia ambici¨®n. O ser¨¢ que tienen ambici¨®n, pero el coraz¨®n funciona a un ritmo inadecuado.
Lo cierto es que dejaron pasar, quiz¨¢, una oportunidad de triunfo, de esas que no vuelven. El primero, porque todo lo ten¨ªa a favor y no fue capaz de sacarle r¨¦dito; el segundo, porque se conform¨® con detalles, cuando lo que se exig¨ªa era toreo de verdad.
Ni uno ni otro tuvieron m¨¢s opciones. El quinto toro, muy descastado e inservible, ante un torero muy precavido; y el sexto, muy soso, con el que Nazar¨¦ estuvo tan voluntarioso como correcto y helador.
Y el tercer diestro, Mat¨ªas Tejela, hace un toreo olvidable. Parece un matador amortizado, que lleva la derrota en la cara. Y as¨ª es imposible triunfar. Despegado y desconfiado ante su noblote primero, firm¨® una labor mediocre y sin vida. Tiene gusto, siempre lo ha tenido, pero su fr¨ªo coraz¨®n hace imposible el triunfo. El cuarto era un inv¨¢lido y el resultado es f¨¢cilmente imaginable.
De nuevo, otra tarde de silencios y frustraci¨®n. Y la plaza casi llena, con la ilusi¨®n intacta cada d¨ªa, a la espera de que salga un toro y un torero y pongan los tendidos boca abajo. Casi nada.
En fin, que la ambici¨®n tiene un precio; es la cara o la cruz del triunfo o la cogida, nunca el fracaso. La ambici¨®n es osada, temeraria, quiz¨¢, pero es el cimiento de los grandes. La ambici¨®n, si es inteligente, es determinante para el triunfo. Sin ambici¨®n no es posible ser figura. Por eso, sin duda, tiene un precio que no todos, a la vista est¨¢, parecen dispuestos a pagar.
Babelia
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