Ni ¡®El gran Gatsby¡¯ ni Scott Fitzgerald se merec¨ªan esto
El lenguaje visual de Baz Luhrmann es exhibicionista hasta el mareo
Entre los muchos dones que posee la escritura de Scott Fitzgerald est¨¢ la hondura para describir con frases inolvidables los sentimientos, lirismo lacerante, creaci¨®n de atm¨®sfera, sobriedad expresiva para retratar la mayor complejidad emocional, poder de sugerencia, una capacidad narrativa que no precisa de adornos. Pero este maravilloso contador de los desastres ¨ªntimos, el desasosiego, la p¨¦rdida, la autodestrucci¨®n, los sue?os rotos y el desgaste que provoca el tiempo sigue sin tener suerte cuando el cine se empe?a en adaptar su sutil, doloroso e identificable universo.
Cannes ha sido inaugurado con una nueva versi¨®n de El gran Gatsby, que tal vez sea la novela m¨¢s celeb¨¦rrima de Fitzgerald, aunque no la mejor para mi gusto. A Jay Gatsby, ese hombre enigm¨¢tico y rom¨¢ntico que cre¨® un imperio para intentar recobrar al amor de su vida, lo encarn¨® Alan Ladd en una pel¨ªcula que no he visto nunca y posteriormente Robert Refford en un retrato acad¨¦mico, mediocre y epid¨¦rmico que dirigi¨® Jack Clayton. Ahora lo encarna Leonardo DiCaprio, alguien al que puedes asociar a la imagen que tenemos de Gatsby y que ¨¦l se esfuerza por dotar de alma.
Pero el director de la historia es el temible Baz Luhrmann, se?or al que apasiona ante todo la parafernalia, un lenguaje visual exhibicionista hasta el mareo, incapaz de transmitir sentimientos aut¨¦nticos, portador de una est¨¦tica exuberante y rebuscada al exclusivo servicio de la oquedad. Es el autor de pel¨ªculas tan floridas como tontas, que me irritan particularmente, tituladas Moulin Rouge y Romeo + Julieta y no se le ha ocurrido otra cosa a director tan pinturero y prescindible que encapricharse del intimismo de Fitzgerald y montar una verbena visual que est¨¢ mucho m¨¢s preocupada por el despliegue de la c¨¢mara que por lo que les ocurre a los personajes, por impactar est¨¦ticamente al espectador en vez de conmoverlo con esta historia de amor que no puede tener final feliz.
Luhrmann dispone de un presupuesto fastuoso que derrocha rodando en absurdas tres dimensiones, haciendo una muy costosa reconstrucci¨®n del Nueva York de los a?os veinte, decorando hasta la floritura mansiones palaciegas, filmando fiestas y bailes a ritmo de hip-hop, que a veces combina con m¨²sica de Gershwin. Es tan vanguardista y tan destroyer que ambientar con jazz el mundo de Fitzgerald le debe de parecer muy antiguo y paleto. Para ¨¦l lo m¨¢s cool es plantarle unas gafas negras al espectador y atronarle los o¨ªdos con m¨²sica discotequera para hablarle de la torturada personalidad y las tristes vivencias del so?ador Gatsby, la sofisticada y juguetona Daisy Buchanan, el l¨²cido y concienciado narrador Nick Carraway y las c¨ªnicas reglas que rigen el mundo de los muy ricos.
Repito que DiCaprio hace lo que puede para intentar dotar de esp¨ªritu a Gatsby. Tambi¨¦n el inquietante Tobey Maguire y la camale¨®nica Carey Mulligan, pero el director se encarga en cada aparatosa secuencia de borrar las inquietudes de Fitzgerald. Si este levantara la cabeza se llevar¨ªa un susto notable al constatar la superficialidad con la que est¨¢ tratada la tragedia que ¨¦l cont¨® en su novela.
A pesar de este arranque tan poco estimulante, la programaci¨®n del festival invita a la ilusi¨®n. Dispone de una secci¨®n oficial que va a exhibir las ¨²ltimas obras de directores de los que puedes esperar mucho, como los estadounidenses Alexander Payne, James Gray, Soderbergh, Jarmusch y los hermanos Coen, el japon¨¦s Koreeda, el iran¨ª Farhadi, el italiano Sorrentino, el dan¨¦s Winding Refn y el polaco Polanski.
Y tambi¨¦n es inevitable que te hagas una pregunta desasosegante al plantearte a ra¨ªz del cierre de Alta Films cu¨¢ntas de estas pel¨ªculas podr¨¢n ser estrenadas en Espa?a. Los distribuidores independientes lo tienen crudo. Se exhibe bastante cine inestrenable en los festivales pero tambi¨¦n pel¨ªculas muy atractivas que no pertenecen a las multinacionales, que hemos podido disfrutar en Espa?a gracias a los peque?os e independientes distribuidores. Y te asalta el temblor cuando Alta Films nos inform¨® que de 220 salas que exhib¨ªan en versi¨®n original este tipo de cine ya solo quedan abiertas veintitantas. Habr¨¢ que salir de Espa?a, como en la ¨¦poca de la siniestra censura franquista, para poder ver determinado cine. Y s¨¦ que esto suena a fr¨ªvolo, cuando mucha gente est¨¢ emigrando de este pa¨ªs por algo tan acuciante y angustioso como encontrar trabajo. Pero no solo de pan vive el cin¨¦filo.
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