Ponga una manoletina en su vida
Ponga una manoletina en su vida¡ O una bernadina, que es tal para cual; y tafalleras y saltilleras al gusto; y si no queda contento, ad¨®rnese con unas chicuelinas vulgares de esas que se olvidan en cuanto las da un torero mediocre.
Segovia / Campos, De la Casa, Ritter
Novillos de Carmen Segovia, bien presentados, muy mansos, descastados y deslucidos; noble el segundo.
Tom¨¢s Campos: bajonazo ¡ªaviso¡ª y dos descabellos (silencio); estocada tendida y un descabello (silencio).
Curro de la Casa: estocada tendida, bajonazo ¡ªaviso¡ª (palmas); estocada muy trasera y tendida ¡ªaviso¡ª media ladeada, pinchazo, bajonazo ¡ª2? aviso¡ª y tres descabellos (silencio).
Sebasti¨¢n Ritter: estocada tendida y ca¨ªda (silencio);pinchazo, casi entera, dos descabellos y el novillo se echa (ovaci¨®n).
Plaza de Las Ventas, 27 de mayo. Decimonoveno festejo de feria. Casi tres cuartos de entrada.
Este parece ser el trabajo de fin de curso que hacen los novilleros actuales para conseguir el carn¨¦ que los acredite como tales. Pero ?y si aburrimos? No importa; m¨¢s manoletinas.
Los tres j¨®venes de ayer lunes tra¨ªan la lecci¨®n aprendida; as¨ª, Tom¨¢s Campos no se priv¨® de dar unas manoletinas cuando hac¨ªa rato que parte del p¨²blico le ped¨ªa que abreviara, que se hab¨ªa pasado de faena; Curro de la Casa opt¨® por las bernadinas tras una labor anodina al segundo, el ¨²nico novillo que se dej¨® torear; y el colombiano Ritter volvi¨® a las manoletinas ante su inv¨¢lido primero.
Hasta la coronilla van a acabar los abonados de Las Ventas de tanto trapazo insustancial. Pero este es el estado de la torer¨ªa andante: pocos se atreven con la ver¨®nica, que es el toreo de verdad, y todos prefieren lo banal, lo insulso y lo menos comprometido. En honor a la verdad, De la Casa intent¨® veroniquear sin ¨¦xito en el recibo a su segundo, y Ritter esboz¨® dos ver¨®nicas y media al sexto. Y se acab¨®.
La novillada fue un pesti?o. La tarde se oscureci¨® antes de las seis, comenz¨® un ruidoso aparato el¨¦ctrico y cay¨® una persistente tromba de agua de las que hacen ¨¦poca. Minutos antes de las siete de la tarde huyeron las nubes, apareci¨® el sol, los operarios de la plaza madrile?a retiraron como pudieron los grandes charcos que se hab¨ªan formado en el ruedo y all¨¢ que comenz¨® el pase¨ªllo con barro hasta los tobillos. Y no llovi¨® m¨¢s.
Pero la novillada fue un pesti?o. Y los principales culpables fueron los ejemplares de Carmen Segovia, muy bien presentados, pero mansos de solemnidad, muy descastados, deslucidos, reservones, ¨¢speros¡
En fin, que no facilitaron el trabajo de la terna que, se supone, ven¨ªa cargada de ilusiones a esta plaza, que tan importante parece a todo el mundo, menos a los propios espectadores, cada vez m¨¢s triunfalistas y menos exigentes. No es que los chavales fueran los tres tenores, pero en ocasiones tan dificultosas como esta es de justicia justificar que no les acompa?ara la imagen que esperaban ofrecer.
Ovaci¨®n y pitos
No hubo momentos brillantes. Solo Jos¨¦ Manuel Montoli¨² cumpli¨® sobradamente con capote y banderillas.
La novillada de Carmen Segovia fue infumable por su mansedumbre y por su mala casta.
Tom¨¢s Campos no ha tenido oportunidad de demostrar lo que cuentan de ¨¦l en otras plazas. Dio la impresi¨®n de que tiene buenas maneras, se coloca bien y no le falta entrega. Pero su primero se neg¨® a embestir, con la mirada perdida, con cara de vago, y que estaba all¨ª porque lo hab¨ªan llevado y no por la llamada de su sangre. Pero Campos se empe?¨® en sacar de donde no hab¨ªa y cometi¨® el error de todos los principiantes: se puso pesado, e insisti¨® de manera vana; y, despu¨¦s, las manoletinas. As¨ª que cuando muri¨® el novillo parec¨ªa que llevaba dando pases una eternidad.
?spero y violento era el cuarto; dificultoso y muy deslucido, y Campos no pudo m¨¢s que aguantar con gallard¨ªa los muchos tornillazos de su bronco oponente.
Curro de la Casa tuvo buena y mala suerte. La buena de que le toc¨® el ¨²nico novillo potable del festejo y la mala de que no lo aprovech¨®, lo cual no es buena cosa, dadas las circunstancias.
Repet¨ªa el animal sus embestidas, pero el torero no se cruz¨® nunca, despegado en demas¨ªa, y lo peor es que su toreo era mudo, no expresaba nada. Para mayor fatalidad, el estoque simulado se enred¨® en el rabo del novillo y acab¨® por restar cualquier atisbo de importancia a su labor.
No mejor¨® ante el descastado cuarto, dio muchos pases y no dijo nada.
Y el m¨¢s listo de los tres fue Sebasti¨¢n Ritter. Maneja con soltura los enga?os, pero no pudo lucirse ante el muy inv¨¢lido tercero, que se desplom¨® varias veces en la arena.
Parado y muy reserv¨®n fue el sexto, y el muchacho brind¨® sorprendentemente al respetable, se meti¨® entre los pitones y se dio un arrim¨®n que cal¨® entre la gente. No hubo muletazos, porque el animal no los admit¨ªa, y el torero no pas¨® desapercibido, que es de lo que se trata cuando uno se presenta en Madrid. Mat¨® mal, pero quedaron patentes sus ganas, su arrojo y su valor, que no es poco.
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