Adame roza la gloria
El mexicano demostr¨® que es un torero en estado de gracia, inteligente y valeroso
Joselito Adame, que sustitu¨ªa por m¨¦ritos propios al convaleciente Fandi?o, roz¨® la gloria tras demostrar que es un torero en estado de gracia, inteligente y valeroso, hondo y de buenas maneras, variado e imaginativo.
Pero lo de rozar la gloria, que es una maravilla, tiene su pro y su contra. La grandeza, primero, de casi alcanzar con los dedos el triunfo so?ado, y, tambi¨¦n, la enorme desilusi¨®n de no conseguirlo. No es lo mismo dar la vuelta al ruedo con una oreja que salir a hombros hasta la calle de Alcal¨¢. Quiere esto decir que tan importante como hacer todo lo grande que ayer protagoniz¨® este torero mexicano es rematar la faena y confirmar que es un matador con un presente y un futuro esplendoroso.
Y ese es, precisamente, el de matador, el defecto de este torero. Otra vez, como ya le ocurriera el pasado martes, la espada ha emborronado una actuaci¨®n memorable. En fin, que roz¨® la gloria, pero no la disfrut¨®; de ah¨ª que ojal¨¢ que la inteligencia que muestra delante de los toros le sirva para superar una debilidad que se puede convertir en una seria amenaza.
OVACI?N: El varilarguero Pepillo hijo pic¨® muy bien al tercero de la tarde y as¨ª se lo reconoci¨® el p¨²blico madrile?o.
PITOS: La corrida de Alcurruc¨¦n parec¨ªa confeccionada de retales; muy mal presentada en l¨ªneas generales.
DESTACADOS: Adame es un torero de los pis a la cabeza, que vive la corrida con pasi¨®n inusitada.
Manuel Jes¨²s parece que ha perdido a El Cid y no lo encuentra.
Dicho lo cual, debe quedar claro que estamos ante un torero de los pies a la cabeza, que derrocha pasi¨®n y vive la corrida con una ilusi¨®n desbordante; dentro de su cuerpo menudo anida un coraz¨®n jabato, recubierto de buen gusto, y, quiz¨¢, lo m¨¢s destacado sea su inteligencia; es decir, que piensa en la cara del toro y tiene tiempo para ello, lo que evidencia su seguridad y confianza.
Volvi¨® a manejar el capote con soltura y empaque, hizo quites a sus dos toros y los que le correspond¨ªan en el lote de El Cid; y deleit¨® a la concurrencia con ajustadas gaoneras, chispeantes navarras, chicuelinas con las manos bajas, y todo ello lo corrobor¨® en el quinto con vistosas zapopinas.
Y con la muleta es entrega, pundonor, trazo largo, hondura, imaginaci¨®n y variedad. Consigui¨® embeber en la tela a su primero, soso y sin codicia, y lig¨® una tanda de redondos limpios y hermosos, a la que siguieron naturales de frente y unos ayudados por bajo, finales, plenos de torer¨ªa.
El triunfo se lo brindar¨ªa el quinto, un manso encastado y engallado, al que Adame recibi¨® de muleta, pegado a tablas, con unos apretados estatuarios tras dedicarle la faena a su compatriota Eloy Cavazos, ya retirado. Todo lo que vino despu¨¦s fue la constataci¨®n de que Adame vive un momento dulce, de que sus ideas fluyen claras, que sabe lo que quiere y c¨®mo llegar a los tendidos. Se plant¨®, firme como una vela, le ense?¨® la muleta a su oponente y tir¨® de la embestida ligando tandas por ambas manos que supieron a gloria. Sereno e inspirado, una la cerr¨® con una garbosa trincherilla; otra, con un trincherazo, y as¨ª hasta unas ajustadas manoletinas, con el p¨²blico entregado, como preludio de esa puerta grande que parec¨ªa entreabierta. Parec¨ªa, pero no lo estaba, porque fall¨® con la espada y todo qued¨® en una venturosa vuelta al ruedo con una oreja con sabor agridulce. La ruidosa colonia mexicana estaba encantada, como toda la plaza, y alguien lo coloc¨® una bandera a modo de bufanda que no pudo volar victoriosa por las calles de Madrid.
En el cartel figuraba un paisano suyo, Juan Pablo S¨¢nchez, que tuvo la mala fortuna de cargar con la cruz de la tarde; y no porque sus toros no le ayudaran, que fueron lo m¨¢s noble y codicioso del encierro, sino porque su concepto torero carece de consistencia y no dice nada. Dio muchos pases a su bondadoso primero y, por m¨¢s que se afanaba con la suave y noble embestida, su obra no consegu¨ªa interesar a nadie. M¨¢s grave fue lo del sexto, que no se cans¨® de embestir, ni Juan Pablo de dar pases y m¨¢s pases, mientras el p¨²blico, ah¨ªto de aburrimiento y maltratado por el fr¨ªo, le rogaba que abreviara. Como el joven no hac¨ªa caso y volv¨ªa a las andadas con otras tandas a¨²n m¨¢s vac¨ªas, la gente se enfad¨® y le pit¨® con fuerza conmin¨¢ndole a que acabara ya aquel calvario. En fin¡
Y cerraba la terna el sevillano Manuel Jes¨²s El Cid, que tantas tardes de gloria ha dado en esta plaza, pero que est¨¢ de capa ca¨ªda, por no decir por los suelos. Por lo visto ayer, no es ni sombra de lo que fue, y el hombre debe padecer lo suyo. Quiere, pero no puede. Brind¨® su segundo toro con la sincera intenci¨®n, sin duda alguna, de formar un l¨ªo, pero, delante del animal, se le nublan las ideas, no da pie con bola, pisa el acelerador, y los muletazos surgen destemplados, sin hondura ni gracia. Ayer dio la impresi¨®n de que lo intent¨® con todas sus fuerza, pero casi nada le sali¨® a derechas. Tiene una lucha consigo mismo, y da la impresi¨®n de que Manuel Jes¨²s ha perdido a El Cid y no lo encuentra.
Alcurruc¨¦n/El Cid, Adame, S¨¢nchez
Toros de Alcurruc¨¦n, muy mal presentados, mansos, sosos y nobles; destacaron tercero, quinto y sexto.
El Cid: pinchazo, estocada ca¨ªda y un descabello (silencio); pinchazo y casi entera (silencio).
Joselito Adame: media trasera _aviso_ y dos descabellos (ovaci¨®n); pinchazo, estocada atravesada _aviso_ (oreja).
Juan Pablo S¨¢nchez: estocada ca¨ªda (silencio); bajonazo (silencio).
Plaza de Las Ventas. 7 de junio. Cuarta corrida de feria. Casi tres cuatros de entrada.
Babelia
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