El ocio de los verdugos nazis
Fabrice D¡¯Almeida destaca en un estudio ins¨®lito la vida muelle de los guardias de las SS en los campos. Himmler, dice, era buen gestor de recursos humanos
Cuando no exterminaban, mataban el tiempo. Los miembros de las SS destinados a vigilar los campos de concentraci¨®n y de exterminio nazis llevaban una existencia bastante agradable muy alejada del horror, el sufrimiento y la miseria que impon¨ªan a sus v¨ªctimas en esos mismos recintos infernales. En los campos dispon¨ªan de entretenimientos y los SS no se privaban de nada. Dispon¨ªan de discos y gram¨®fonos, mesas de pimp¨®n y hasta piscinas (como en Dachau). Las bibliotecas estaban bien surtidas (en el sentido nazi). Aunque nos pueda parecer sorprendente, la de guardi¨¢n de campo hitleriano no era mala vida, si ten¨ªas est¨®mago y carec¨ªas de escr¨²pulos, claro. Lo explica en un libro sorprendente y lleno de revelaciones el reconocido historiador franc¨¦s Fabrice D¡¯Almeida (1963), que por cierto es sobrino de Roland Topor. Recursos inhumanos(Alianza) es el t¨ªtulo de esta obra ins¨®lita que pone sobre el tapete de la moderna historiograf¨ªa la inquietante cuesti¨®n de la vida privada, el ocio y los peque?os placeres de los verdugos.
Para los SS, Auschwitz era un destino m¨¢s bien agradable¡±
Para los SS, Auschwitz era un destino m¨¢s bien agradable¡±
Los guardianes, unos 40.000 en 1944, no eran en absoluto la escoria del orden nazi como hemos llegado a creer, sino parte de su ¨¦lite y eran tratados en consecuencia. Que pudieran disfrutar de buenos ratos en los lapsos entre atrocidades, como recompensa por su labor y para descansar y regenerarse ¡ªa fin de ser capaces de m¨¢s violencia¡ª, parec¨ªa l¨®gico y aconsejable. Hab¨ªa que mantenerlos saludables y contentos para que rindieran. Una estrategia que adem¨¢s limitaba posibles crisis de conciencia.
De hecho, D¡¯Almeida apunta que aunque la expresi¨®n ¡°recursos humanos¡± no era a¨²n corriente en la ¨¦poca, las SS eran una organizaci¨®n ejemplar, si puede decirse as¨ª, en su manera muy moderna de gestionar a su personal. No era ajeno a ello, sugiere, el inter¨¦s y la experiencia de Himmler, que antes de dirigir la Orden Negra hab¨ªa ejercido de peque?o empresario como patr¨®n de una granja de pollos.
D¡¯Almeida niega que haya una nota de humor negro en ese ver al reischf¨¹hrer como especialista en recursos humanos. ¡°No, lo que hay es la sorpresa m¨¢s bien de observar que las mismas reflexiones se encuentran en la industria y en los campos. Eso hace medir de qu¨¦ manera los seres humanos proponen soluciones que se parecen cuando los contextos son similares. Pero sobre todo, olvidamos que el nazismo pareci¨® moderno gracias a esa manera de buscar soluciones para las acciones m¨¢s radicales y para sostener la psicolog¨ªa de los soldados y los guardias de manera que no se les hiciera penoso cumplir sus tareas genocidas¡±.
El historiador se?ala que no perd¨ªan la libido y gozaban del sexo
La direcci¨®n de las SS comprendi¨® r¨¢pidamente que la gesti¨®n del tiempo libre de los guardias ¡ªcomo suced¨ªa tambi¨¦n con los einsatzgruppen¡ª era un asunto trascendental. En el libro, el historiador, rebuscando en la documentaci¨®n, detalla el papel de la gastronom¨ªa, los juegos de mesa, las proyecciones, el deporte o la m¨²sica ¡ªlos instrumentos que prefer¨ªan los SS eran la arm¨®nica y el acorde¨®n, seguidos de la guitarra, la c¨ªtara y la mandolina (!)¡ª.
?Era posible aburrirse en un campo de la muerte?, le pregunto a D¡¯Almeida. ¡°S¨ª, y tanto¡±, responde. ¡°Los detenidos pasaban a menudo largas horas de espera y sus tareas agotadoras y repetitivas les dejaban con el esp¨ªritu vac¨ªo. Pero del lado de los guardianes el problema era diferente. La mayor¨ªa de los campos estaban lejos de sus lugares de origen y de sus familias. Iban all¨¢ para trabajar, pero el trabajo de los SS duraba entre 8 y 10 horas. Entonces en su tiempo libre muchos no ten¨ªan nada que hacer y beb¨ªan alcohol. La direcci¨®n de las SS decidi¨® encontrarles actividades de ocio¡°.
Parece incre¨ªble que se pudiera tener una existencia grata e incluso feliz en Auschwitz o Treblinka, sobre pilas de cad¨¢veres. ¡°Para los guardias, Auschwitz era un destino m¨¢s bien agradable, pues hab¨ªa una peque?a ciudad colonizada por los alemanes con un cine, burdeles, caf¨¦s y restaurantes y una peque?a residencia en el bosque a la que pod¨ªan ir. Muchos daban largos paseos en la zona protegida del campo que se extend¨ªa 27 kil¨®metros cuadrados. Hac¨ªan turismo asimismo en las grandes ciudades de los alrededores. En contraste, el trabajo era a menudo penoso, con un campo sucio, detenidos enfermos a los que hab¨ªa que evitar, es por ello que imaginaron el sistema de los kapos, los prisioneros que vigilaban a los prisioneros¡±.
El historiador explica que para la jefatura de las SS estaba claro que la cultura y el ocio atenuaban los efectos del contacto con la violencia extrema. ¡°El ocio y la lectura aliviaban a los hombres y mujeres del personal, les deb¨ªa tranquilizar y darles la sensaci¨®n de que su misi¨®n era leg¨ªtima y normal. As¨ª que eso deb¨ªa atenuar las fases de agresividad en el trabajo y permitirles restaurarse¡±. D¡¯Almeida advierte que ello no significa que desapareciera la brutalidad. ¡°En absoluto, porque formaba parte del trabajo. Era banal y reglamentaria desde 1934. Hac¨ªa falta castigar, y hasta encolerizarse para dominar a los prisioneros vistos como un reba?o. La violencia era una herramienta¡±.
Uno de los cap¨ªtulos de Recursos inhumanos est¨¢ dedicado al sexo. Resulta sorprendente observar que los horrores del universo concentracionario no cortaban la libido. ¡°No, visiblemente los guardias que, no lo olvidemos, eran j¨®venes, ten¨ªan todas las pulsiones del deseo, pero con quienes fantaseaban era con las auxiliares alemanas, las granjeras polacas (a las que pod¨ªan violar pero sin dejarlas embarazadas) o las prostitutas arias. Evitaban a las detenidas porque los riesgos de castigo eran grandes¡±. En ese sentido, Portero de noche, dice, ¡°se desv¨ªa de la realidad con su idea de la v¨ªctima como juguete. Aunque pudo pasar, esa no era la regla. Para los guardias los prisioneros, adem¨¢s de que eran sucios e inferiores, estaban prohibidos¡±.
D¡¯Almeida apunta que la sexualidad no era tan libre como podr¨ªa parecer y que el supuesto frenes¨ª sexual de guardianes y guardianas de las SS, tan caro a subproductos literarios y cinematogr¨¢ficos, es en general un mito que derivar¨ªa de los estereotipos construidos en la posguerra para realzar la monstruosidad de los verdugos, como si ello fuera necesario. En todo caso y en contra de lo declarado por comandantes como H?ss y Stangl en los interrogatorios, parece que a los SS las fases del exterminio en realidad no les quitaban las ganas.
Al preguntarle al historiador si conoce distracciones tan extravagantes como la del guardia de Auschwitz ornit¨®logo que se dedic¨® a observar aves y elaborar la lista de especies del campo, responde: ¡°Hab¨ªa coleccionistas. En Buchenwald hubo incluso dos guardias que atrapaban animales salvajes para montar un zoo y el director del campo hizo traer un oso a fin de completar la colecci¨®n. Muchos coleccionaban trozos de v¨ªctimas, cr¨¢neos, huesos¡±.
En comparaci¨®n con los guardias nazis, los guardias del gulag, dice D¡¯Almeida, llevaban una vida casi tan s¨®rdida y miserable como los presos a los que vigilaban.
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