El pisito
El cine espa?ol suele avanzar entre descr¨¦ditos hasta el elogio f¨²nebre final. Con El¨ªas Querejeta, en cambio, fue un esfuerzo premiado con el prestigio y el ¨¦xito durante d¨¦cadas
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El cine espa?ol suele avanzar entre descr¨¦ditos hasta el elogio f¨²nebre final. Es un ciclo asumido ya como una convenci¨®n. Con El¨ªas Querejeta, en cambio, la apreciaci¨®n general sobre su obra de productor, fue un esfuerzo premiado con el prestigio y el ¨¦xito durante d¨¦cadas. Sin embargo, la primera muerte de El¨ªas Querejeta quiz¨¢ tuviera lugar hace ya unos a?os, cuando tuvo que desprenderse de su cat¨¢logo de pel¨ªculas para poder seguir produciendo. La trilog¨ªa de documentales filmados por Eterio Ortega puede que no fueran una lucrativa apuesta comercial, pero completaban el territorio de las necesidades hist¨®ricas que tanto motivaron la cinematograf¨ªa de Querejeta. Las dificultades econ¨®micas para un nombre may¨²sculo de nuestro cine solo ejemplifican la ingr¨¢vida situaci¨®n de una industria que padece el desprecio cuando no la cobard¨ªa de quienes podr¨ªan colocarla en el rango de los sectores lucrativos para un pa¨ªs.
Si algo aprend¨ªas de El¨ªas era la capacidad para pelear a brazo partido, bajo la identificaci¨®n abrumadora con el producto que sacaba de su factor¨ªa y una desafiante declaraci¨®n de que por mal que anduvieran las cosas, all¨ª se alzaba ¨¦l. Fue otro de los h¨¦roes en la sombra que crearon escuela en una ¨¦poca que vinimos a llamar la Transici¨®n y que a veces da ganas de llamar la fundaci¨®n de un Estado. De las miles de an¨¦cdotas y declaraciones, de sus ladinas miradas y de sus goles, que nunca dej¨® de marcar, hay quiz¨¢ una poco sustanciada.
Cuentan que en una primera ¨¦poca en Madrid, Alfredo Landa y ¨¦l compartieron piso. Nunca sabremos cu¨¢nto hay de cierto y si lo que queremos ver en aquella coincidencia es m¨¢s simb¨®lico que real. Pero con la muerte de ambos, apenas separada por algunos d¨ªas, uno vuelve a pensar en aquel pisito y c¨®mo podr¨ªa enhebrarse desde all¨ª una posible historia del cine espa?ol, con sus dos escuelas m¨¢s b¨¢sicas floreciendo de un mismo n¨²cleo. Y aunque nunca sucediera, tendr¨ªa tanto sentido como esas novelas que explican el mundo sencillamente porque lo ordenan. La novela del cine espa?ol no se entiende sin esta triste rotura de collar, arrancado del cuello de la sociedad con un tir¨®n brusco, que en estos ¨²ltimos meses est¨¢ perdiendo algunas de sus m¨¢s valiosas cuentas.
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