Nicole Krauss: "Yoram Kaniuk sufri¨® el rechazo, la pobreza y el olvido"
La autora de 'Llega un hombre y dice' recuerda al autor hebreo, fallecido el pasado 8 de junio La escritora afirma que la literatura hebrea ha perdido a uno de sus mayores autores
Tras recibir cientos de cartas suyas, quedar con ¨¦l quince veces, ya fuera en su piso de la calle Bilu o en alg¨²n caf¨¦ de Tel Aviv, y recibir demasiadas llamadas desde su m¨®vil para albergar la esperanza de poder devolv¨¦rselas, desist¨ª de intentar contar las veces que Yoram Kaniuk hab¨ªa muerto. Durante alg¨²n tiempo, despu¨¦s de recibir su primera carta, en 2010, trat¨¦ de llevar la cuenta. Yoram Kaniuk sol¨ªa decir que en 1941 lo mataron los Einsatzgruppen en Ternopil, Ucrania, por m¨¢s que a la saz¨®n tuviera once a?os y se dedicara a comer nata agria en el Bulevar Rothschild de Tel Aviv. A los diecisiete entr¨® como voluntario en el Palmaj, la unidad de combate de la Hagan¨¢, libr¨® cruentas batallas por la independencia de Israel en las colinas de Judea, cay¨® herido de un disparo en la pierna y muri¨® en brazos de una monja que citaba al rabino Ben-Azzai del siglo II en judeoalem¨¢n. M¨¢s tarde se traslad¨® a Nueva York, donde le curaron las heridas en el Hospital Mount Sinai, trab¨® amistad con Charlie Parker, bes¨® a Billie Holiday, se qued¨® toda una d¨¦cada y muri¨® all¨ª cuando desisti¨® de ser pintor y decidi¨® regresar a casa.
De vuelta en Tel Aviv, se convirti¨® en uno de los mejores y menos reconocidos escritores israel¨ªes, y con cada una de sus diecisiete novelas y siete recopilaciones de relatos cortos muri¨® de no ser querido ni le¨ªdo, sufri¨® la lenta y dolorosa muerte del rechazo, la pobreza y el olvido. En los ¨²ltimos quince a?os de su vida adquiri¨® la costumbre de morir cada cierto tiempo en el Hospital Ichilov de diversas clases de c¨¢ncer y sus respectivas complicaciones: virus, derrames cerebrales, infecciones, neumon¨ªas. Su muerte m¨¢s reciente tuvo lugar all¨ª, el s¨¢bado ocho de junio, despu¨¦s de una ¨²ltima comida consistente en naranjas, que adoraba, y tras una larga y penosa lucha contra el c¨¢ncer de m¨¦dula ¨®sea.
Tras cada una de estas muertes se produc¨ªa un renacimiento. Finalizado el Holocausto, Kaniuk regres¨® a la vida y trabaj¨® como marinero en los barcos que transportaron a los refugiados de guerra jud¨ªos a Israel. Tras resultar herido en 1948, abandon¨® el reci¨¦n fundado Estado de Israel y se instal¨® primero en Par¨ªs, donde se hizo pintor, y luego en Nueva York, donde, seg¨²n me asegur¨® en cierta ocasi¨®n, se hizo jud¨ªo. En el s¨®tano batei midrash (sala de estudios) de East Broadway lo introdujeron en la clase de ense?anzas jud¨ªas que se suprim¨ªan deliberadamente de la educaci¨®n sionista. Para ciertos jud¨ªos israel¨ªes y estadounidenses, Israel siempre ha representado la quintaesencia de lo hebreo, el lugar donde se viene aquilatando desde hace sesenta y cinco a?os la forma m¨¢s v¨ªvida y aut¨¦ntica de su existencia moderna, y a lo largo de todo este tiempo el aeropuerto Ben Guri¨®n ha experimentado un flujo constante de jud¨ªos estadounidenses que aspiran a beber de la fuente esta p¨®cima embriagadora. Pero Kaniuk se complac¨ªa en hacerlo todo al rev¨¦s, y el que fuera un escritor israel¨ª tan at¨ªpico se deb¨ªa en parte al hecho de que este sabra (t¨¦rmino hebreo que designa a los jud¨ªos nacidos en Palestina despu¨¦s de 1948), cuyo padre fue secretario personal de Meir Dizengoff, el primer alcalde de Tel Aviv, y m¨¢s tarde primer conservador del Museo de Tel Aviv, y que tuvo por abuelo al poeta Chaim Nahman Bialik, este palmajnik (unidad militar de ¨¦lite de los jud¨ªos palestinos que estuvo activa de 1941 a 1948 durante el Mandato Brit¨¢nico de Palestina) que era la prueba viviente del ¨¦xito de la ambici¨®n sionista de crear una nueva estirpe de jud¨ªos ¡ªfuerte, determinada, despojada del lastre de la historia¡ª encontr¨® en Nueva York no s¨®lo el jazz y Greenwich Village, sino tambi¨¦n su pasado jud¨ªo.
Una de las ¨²ltimas entrevistas de Yoram Kaniuk concedida a JN1 y doblada al castellano.
Y si bien muri¨® como pintor en Nueva York, renaci¨® convertido en escritor, y los libros que lleg¨® a escribir ¡ªen especial su obra maestra, El ¨²ltimo jud¨ªo, en la que plantea una historia alternativa de la existencia jud¨ªa que abarca tanto la di¨¢spora como el Estado sionista¡ª s¨®lo pod¨ªa haberlos escrito un israel¨ª vuelto a nacer en el Lower East Side. Por ello, y porque desde el punto de vista formal y estil¨ªstico sus libros se adelantaron varias d¨¦cadas a su tiempo, d¨¢ndose de bruces con el realismo imperante que practicaban sus contempor¨¢neos, fueron objeto de burla cuando vieron la luz por primera vez en Israel. Pero Kaniuk regres¨® a la vida bastantes veces para seguir respirando a la edad de ochenta a?os, cuando toda una generaci¨®n de lectores m¨¢s j¨®venes redescubri¨® sus libros y reconoci¨® su talento, y entonces el tel¨¦fono de Kaniuk empez¨® a sonar de nuevo, y finalmente se le reconoci¨® como lo que siempre hab¨ªa sido, uno de los mayores escritores en lengua hebrea de todos los tiempos y, tal como lo defini¨® en cierta ocasi¨®n el New York Times, ¡°uno de los novelistas m¨¢s innovadores y deslumbrantes del mundo occidental¡±.
Tuve ocasi¨®n de conocer a Yoram unos meses antes de ese ¨²ltimo renacimiento. Hab¨ªa descubierto El ¨²ltimo jud¨ªo por casualidad en una librer¨ªa de Brooklyn y, fascinada, busqu¨¦ todos sus libros traducidos al ingl¨¦s. Cada uno de ellos era de una originalidad tremenda, y lo ¨²nico que ten¨ªan en com¨²n era que todos estaban agotados. Empec¨¦ a preguntar por ¨¦l a mis amistades israel¨ªes, hasta que finalmente lleg¨® a sus o¨ªdos mi inter¨¦s por su obra, ley¨® la m¨ªa y me escribi¨® una carta, fechada ¡°dos d¨ªas despu¨¦s de la Pascua m¨¢s larga de la historia de la humanidad¡±. ¡°Querida Nicole Krauss¡±, rezaba el encabezamiento:
Bibliograf¨ªa destacada
- The Achrophile (El Acr¨®filo) (1960)
- Himmo, King of Jerusalem (Himmo, rey de Jerusal¨¦n, 1968)
- El hombre perro (1971)
- Rockinghorse (1977)
- The Story of Aunt Shlomzion the Great (La historia de la t¨ªa Shlomzion 'el Grande', 1978)
- El buen ¨¢rabe (1984)
- Confessions of a Good Arab: a Novel (Su hija, 1987)
- Commander of the Exodus (Comandante del ¨¦xodo, 1999)
- (La casa donde las cucarachas viven en una edad a?eja y f¨¦tida) (2001)
- The Last Jew (El ¨²ltimo jud¨ªo, 2006)
¡°Creo que he escrito tu libro. Mi ingl¨¦s est¨¢ tan oxidado que me siento inc¨®modo escribi¨¦ndote en este torpe remedo de lengua, pero al parecer estamos emparentados, quiz¨¢ sea tu difunto abuelo por parte de la t¨ªa de David que vino de Gan Yavne, donde en tiempos me enamor¨¦ de una chica que ya no vive, y t¨² ten¨ªas un a?o cuando escribiste tu maravilloso libro y lo hab¨ªas encontrado grabado en mi tumba en caracteres fenicios¡±.
Sus misivas surrealistas lo eran a¨²n m¨¢s debido a su escritura ininteligible, resultado de sucesivos derrames cerebrales que hab¨ªan socavado su dominio del ingl¨¦s. Al igual que sus libros, aquellas cartas rebosaban humor, afecto, generosidad, pesar, irreverencia y dramatismo. En cierta ocasi¨®n, al ver que no contestaba enseguida a un par de sus cien ¨²ltimas llamadas telef¨®nicas y mensajes, escribi¨®: ¡°He buscado en todos los hospitales de Jerusal¨¦n, en todas las comisar¨ªas, he llamado al alcalde de Brooklyn, he mirado debajo de las piedras, bajo los puentes de hormig¨®n, en los libros de otros autores, te he llamado, he llamado a mis amigos de Jerusal¨¦n, a Jeremaya, al rey David a su m¨®vil, a Yoske el apuesto, a Hana la lisiada, he removido cielo y tierra pero no hay manera de dar contigo¡±. Era exigente, pueril incluso, y a veces montaba en c¨®lera sin motivo, pero un instante despu¨¦s llegaba otro mensaje lleno de afecto y calidez en el que se apresuraba a pedir perd¨®n. En aquellas p¨¢ginas y m¨¢s p¨¢ginas volcaba toda su gratitud, sin duda excesiva, por la admiraci¨®n de una joven escritora estadounidense y lo que esta hab¨ªa dicho a prop¨®sito de su obra:
¡°Cuando le¨ª tu carta, empec¨¦ a flotar y ya no fui capaz de volver a poner los pies en el suelo, y gracias al m¨®vil me las arregl¨¦ para llamar a una empresa que trabaja en la demolici¨®n de casas, y vinieron junto con un profesor de la universidad de Tel Aviv para intentar comprender mi imposible empe?o en romper la ley de la gravedad y flotar por encima de Tel Aviv, y un helic¨®ptero del ej¨¦rcito ha venido volando hacia m¨ª para asegurarse de que ni yo, ni la empresa de demoliciones, ni el desdichado profesor, que agitaba las manos en el aire como un p¨¢jaro con sus enormes gafas, fu¨¦ramos enemigos que hubiesen venido a destruir el cuartel general del ej¨¦rcito de Israel, a una calle de aqu¨ª. As¨ª que baj¨¦, me di una ducha y trat¨¦ de pensar en la felicidad que me ha brindado tu carta y en el hecho de que yo, un escritor fracasado, haya recibido la bendici¨®n de una escritora maravillosa como t¨², y entonces algo bueno y algo malo me sucedi¨® al mismo tiempo. Debo contarte algo sobre m¨ª mismo para que puedas entender por qu¨¦ he vuelto a nacer a los ochenta a?os tras leer tu carta¡±.
Aunque los a?os que pas¨® olvidado fueron reales, podr¨ªa decirse que sent¨ªa cierta fascinaci¨®n por la derrota
A veces, sin embargo, sus cartas ten¨ªan un fuerte poso de amargura por su escaso reconocimiento como escritor, primero en Israel y m¨¢s tarde ¡ªdespu¨¦s de que en mayo de 2010 sus memorias, recogidas bajo el t¨ªtulo 1948, en las que narraba su experiencia en la guerra de la Independencia, lo convirtieran en una celebridad de la noche a la ma?ana¡ª en Estados Unidos, pa¨ªs al que siempre se hab¨ªa sentido muy unido. Yoram se ten¨ªa por principal culpable de esta situaci¨®n, y a menudo se refer¨ªa a lo que consideraba su fracaso como escritor.
Sin embargo, si bien los a?os que pas¨® relegado al olvido fueron reales, y el sufrimiento que experimentaba era sincero, tambi¨¦n podr¨ªa decirse que Yoram sent¨ªa cierta fascinaci¨®n por la derrota. En una ocasi¨®n me cont¨® que hab¨ªa crecido marcado por la maldici¨®n de su padre, que parec¨ªa sentirse abocado al fracaso. Su padre, que hab¨ªa sido un gran violinista y hab¨ªa abandonado Ternopil para estudiar m¨²sica en Berl¨ªn, hab¨ªa dejado de tocar para siempre tras escuchar a Bronislaw Huberman y llegar a la conclusi¨®n de que jam¨¢s tocar¨ªa tan bien como ¨¦l. ¡°Crec¨ª con la convicci¨®n de que, haga lo que haga, debo aspirar al fracaso, y eso es lo que ha sucedido¡±, escribi¨® Yoram. ¡°Siempre hago algo nuevo pero nunca es suficiente, soy un perdedor incluso cuando no lo soy.¡± No obstante, precisamente por nunca haber pretendido alcanzar el ¨¦xito, escrib¨ªa con una libertad sin precedentes, de un modo temerario, como alguien que est¨¢ m¨¢s all¨¢ del miedo; a veces hasta me daba la impresi¨®n de que escrib¨ªa como un hombre que ha muerto y se halla en la otra orilla, tratando de comunicarse a gritos con el mundo de los vivos.
¡°Quiero comprender qu¨¦ es el fracaso¡±, dijo en una entrevista. ¡°Forma parte de m¨ª, y guarda una relaci¨®n muy estrecha con la cultura jud¨ªa, con el hecho de pertenecer a una tribu maldita.¡± Convirti¨® la derrota en su forma de arte; era un artista de la derrota. En su novela El buen ¨¢rabe, una de mis preferidas, publicada hace mucho bajo pseud¨®nimo y olvidada por casi todos, la novia del protagonista, Yosef, mitad jud¨ªo y mitad ¨¢rabe, desgarrado por su lealtad a ambas culturas, le dice que debe decidir qu¨¦ parte de s¨ª mismo dejar¨¢ vencer a la otra. ¡°Ambas han perdido ¡ªreplica ¨¦l¡ª. Soy la persona m¨¢s derrotada de mi malhadada familia.¡± Y aun as¨ª Yosef se halla entre los personajes m¨¢s sublimes de Kaniuk y, en conjunto, sus libros constituyen una de las odas m¨¢s conmovedoras que conozco al fracaso, al malogrado empe?o de convertirnos en las personas, el pa¨ªs, el pueblo que aspir¨¢bamos a ser. Tambi¨¦n en eso, Kaniuk nadaba a contracorriente respecto al ideario de fuerza, determinaci¨®n e invencibilidad sobre el que se basa la identidad israel¨ª. Con la tozudez y la tenacidad de un sabra palmajnik, persigui¨® la derrota hasta que la agot¨®, y renaci¨® convertido en todo un ¨¦xito.
Y es que Yoram Kaniuk era, por encima de todas las cosas, israel¨ª. ¡°Nuestros rid¨ªculos profesores hab¨ªan estado machac¨¢ndonos y d¨¢ndonos la matraca con lo de construir y ser construidos en Eretz Israel, pero no entend¨ªamos exactamente lo que quer¨ªa decir eso ¡ªescribi¨® en su libro de memorias, 1948¡ª. ?Acaso no hab¨ªamos nacido aqu¨ª? Con los cardos. Con los chacales. Con los carros tirados por mulas con anteojeras, con los higos chumbos, con los granados y los cipreses de bellas copas, as¨ª que ?c¨®mo se construye y se es construido realmente?¡± Y pese a haber nacido en Israel y haber luchado por la fundaci¨®n del Estado hebreo, no idolatraba a falsos ¨ªdolos ni tem¨ªa alzar su voz discrepante, por lo que se convirti¨® ¡ªen los incontables art¨ªculos que public¨® en varios diarios israel¨ªes, y tambi¨¦n en su blog¡ª en infatigable azote de lo que consideraba los fracasos de Israel. El a?o pasado, en un conmovedor art¨ªculo publicado en Haaretz, escribi¨® que, cuanto m¨¢s se acercaba a la muerte, menos pod¨ªa invocar siguiera la tristeza, pues el pa¨ªs que tan bien conoc¨ªa y tan querido le era hab¨ªa desaparecido ante sus ojos.
La primera vez que veo a Yoram, tras una avalancha de cartas, se aferra a su bast¨®n con una mano, lleva en la otra un p¨®ster enrollado y sujeto con un cable de tel¨¦fono y, con un tercer brazo, me coge de la mano y me gu¨ªa calle abajo mientras me explica que esa protuberancia bajo la camisa no es su barriga sino una faja ortop¨¦dica, porque a?os atr¨¢s le extirparon toda la musculatura estomacal en una operaci¨®n, y me cuenta que a veces se cae por la calle pero, como es incapaz de levantarse por s¨ª mismo, debe esperar que alguien pase por all¨ª y lo recoja del suelo.
Recorremos sin prisa las calles de Tel Aviv y pasamos por delante de la casa en que creci¨®, en la esquina de Ben Yehuda y Strauss, donde su padre ¡°sol¨ªa sentarse en el balc¨®n mirando hacia el mar como si tratara de salvar la distancia que lo separaba de Berl¨ªn¡±. Me explica que 1948, en cuya escritura ha trabajado de forma intermitente desde hace sesenta y dos a?os, acaba de salir a la luz, y que en la portada hay una representaci¨®n de la estrella de David que pint¨® ¨¦l mismo en 1953, ¡°antes de que ese cabr¨®n [Jasper Johns] empezara a vender banderas americanas¡±. Me cuenta lo emocionante que es todo aquello para ¨¦l, que no paran de invitarlo para que conceda entrevistas en la tele y la radio, que estando all¨ª fuera ¡°todas las chicas de buen ver vinieron a darme un beso; me sent¨ª como una mezuz¨¢ (recipiente adosado a la jamba de la puerta de entrada de un hogar jud¨ªo que contiene un pergamino con vers¨ªculos de la Tor¨¢) con tanto besuqueo¡±, que por primera vez se despierta por la ma?ana y se siente bien consigo mismo, apreciado como alguien que ha hecho algo digno de admiraci¨®n, ¡°tan s¨®lo una peque?a coma en el inmenso libro de la vida, pero hasta una coma puede ser divertida¡±, dice, y le comento que s¨ª, conoc¨ªa el chiste sobre el tipo al que preguntan c¨®mo es su mujer en la cama y contesta: ¡°Pues unos dicen que as¨ª, otros dicen que as¨¢.¡± Nos re¨ªmos y seguimos caminando, seguimos doblando esquinas, y el m¨®vil empieza a sonarle en el bolsillo de la camisa pero ¨¦l sigue aferrado al p¨®ster, al bast¨®n, a mi brazo, disculp¨¢ndose por las faltas ortogr¨¢ficas de sus cartas, ¡°me he quedado sin corrector ortogr¨¢fico, y escribo tan mal que me r¨ªo por no llorar¡±. Me cuenta que pronto le conceder¨¢n un doctorado en la Universidad de Tel Aviv, la misma a cuya facultad de Medicina ha donado su futuro cad¨¢ver, donde lo conservar¨¢n en una c¨¢mara frigor¨ªfica bajo tierra y ser¨¢ objeto de estudio por parte de los futuros m¨¦dicos, para que su ¡°pobre y difunta madre pueda volver y llevarse una gran alegr¨ªa cuando les diga a sus amigas Elisheva y Miriam: ¡°?Lo veis? Yoram ha llegado a la universidad, y por partida doble: est¨¢ arriba y abajo¡±¡°. Seguimos caminando, aunque me pregunto c¨®mo es posible que un hombre tan mayor recorriera una distancia tan larga. Puede que est¨¦ recordando un d¨ªa distinto, en el que me habla de lo dif¨ªcil que es dejarse querer despu¨¦s de tanto tiempo. ¡°Echo de menos ser imposible ¨Cdice-. Echo de menos odiarme; a mis casi ochenta y un a?os ya no puedo ser yo mismo.¡±
Y de pronto, antes de lo que yo esperaba, tras m¨¢s de un centenar de cartas y un millar de llamadas de su tel¨¦fono veinticuatro horas, tras a?os de paseos, llegamos al lugar al que hab¨ªa querido llevarme, el viejo cementerio que desemboca en la calle Trumpeldor, m¨¢s antiguo que la mism¨ªsima Tel Aviv. Caminamos entre las l¨¢pidas arracimadas; ¨¦l va buscando la tumba de su madre. Nos sobrevuela una bandada de p¨¢jaros, que seg¨²n ¨¦l vuelven de ?frica y se dirigen a Alemania. Quer¨ªa que lo enterraran aqu¨ª, pero no podr¨¢ ser, me dice, ¡°no tendr¨¦ una tumba en el pa¨ªs cuya fundaci¨®n me cost¨® tan cara¡±, y en un primer momento se me antoja que lo dice por orgullo, por el temor a que nadie le ofrezca un sepulcro digno, pero m¨¢s tarde comprendo que ni siquiera ahora, a sus ochenta y tres a?os, habiendo alcanzado fama y gozando de afecto, ha dado por concluida Yoram Kaniuk su ¡ªcasi, pero no del todo¡ª exhaustiva exploraci¨®n de la derrota, la misma que antes o despu¨¦s todos coincidir¨¢n en considerar una de las grandes obras de la literatura.
De la ¨²ltima carta suya que recib¨ª:
¡°Hemos tenido unos d¨ªas fr¨ªos, pero ahora ha vuelto el buen tiempo, mi nuevo libro se vende bien y a la gente le gusta, aunque no es un libro f¨¢cil de leer y Miranda a¨²n se resiente del hombro que se rompi¨® y est¨¢ cansada, Adam Kaniuk, nuestro viejo perro, est¨¢ ahora ciego del todo y apenas oye, y pronto estaremos bien. La quimio sigue d¨¢ndome molestias pero a todo se acostumbra uno. Recibe todo mi cari?o. Alg¨²n d¨ªa, tambi¨¦n yo ser¨¦ escritor¡±.
*Art¨ªculo publicado en The New Yorker el 12 de junio de 2013 bajo el t¨ªtulo de Born Again; Traducci¨®n: Rita Costa
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.