Los flamencos se refugian en Mont de Marsan
El festival del suroeste de Francia cumple 25 ediciones Familiar, respetuoso con el arte, es uno de los favoritos de los artistas y re¨²ne a 30.000 aficionados
A 100 kil¨®metros de Bayona, a 200 de Burdeos y un poco m¨¢s lejos de Toulouse y de Montpellier, Mont de Marsan es una peque?a ciudad de las Landas sin especiales atributos. Tiene algunos edificios medievales bonitos, una plaza de toros fea y moderna con las banderas francesa y espa?ola, unos r¨ªos r¨¢pidos y un magnolio que podr¨ªa competir en cualquier concurso internacional. Pero, desde hace 25 a?os, lo que define a esta ciudad de 30.000 habitantes, entre ellos muchos espa?oles - gitanos y payos- descendientes de exiliados de la guerra civil y de emigrados en los a?os sesenta, es el festival Arte Flamenco, uno de los refugios favoritos de los artistas y la afici¨®n jonda de los dos lados de los Pirineos.
"Esto es como mi segunda casa, he venido ya cuatro o cinco veces", dice el cantaor Jos¨¦ Valencia mientras escucha jazz en el m¨®vil y se prepara para impartir su clase matutina de soleares y tangos. "Yo he estado aqu¨ª de todas las maneras posibles, joven y mayor, flaco y gordo", bromeaba el martes el guitarrista jerezano Diego del Morao poco antes de triunfar ante las 800 personas que abarrotaron el mercado de Saint Roche. "Yo vine cuando ten¨ªa 5 a?os con mi abuelo Farruco, estren¨¦ aqu¨ª Alma vieja y ahora vengo con mi hijo", recuerda Faruquito sujetando en brazos a Juan El Moreno, un bicho de ojos color carb¨®n que a sus diez meses no se pierde un concierto y da palmas mientras mama del pecho de su madre.
El festival Arte Flamenco protege y renueva la esencia familar del flamenco, su transmisi¨®n casera entre generaciones. Su segunda peculiaridad es que aqu¨ª mandan las mujeres. Fue fundado por Antonia Gonz¨¢lez, una madrile?a criada en Oloron, enjuta y elocuente, hija de un aviador republicano que se escap¨® de Espa?a en un avi¨®n sovi¨¦tico cuando acababa la guerra. "Lo metieron en el campo de Gurs [el que dio titulo a una obra de teatro de Jorge Sempr¨²n], pero se evadi¨®. Luego le detuvieron otra vez y lo llevaron a la c¨¢rcel de Pamplona y a la Puerta del Sol. Cuando Franco ech¨® a los gitanos al Puente de Vallecas, mi familia se fue tambi¨¦n. Yo nac¨ª all¨ª pero luego mis padres me trajeron a Francia", recuerda Gonz¨¢lez.
La idea de crear un certamen flamenco en esta ciudad que vive esencialmente de la madera fue casi un azar. Gonz¨¢lez se cas¨® con el presidente socialista del consejo general (diputaci¨®n) de las Landas, Henri Emmanuelli, y este le pidi¨® ideas para poner en marcha un proyecto cultural. Era 1988. "Le propuse el flamenco porque era aficionada, siempre me gust¨® bailar, y Enrique acept¨® sin mucha fe. El segundo a?o contratamos a Camar¨®n y pens¨¦ que ah¨ª se acababa para siempre. Lleg¨® Tomatito y sali¨® a tocar para hacer tiempo, pero Jos¨¦ no llegaba. El pobre Tomatito era muy joven y ya no sab¨ªa ni qu¨¦ tocar, as¨ª que empez¨® a repetir temas. Ya est¨¢bamos a punto de suspender, mi marido sali¨® a fumar y dijo: 'Ultima vez'. En ese momento lleg¨® un hombre muy flaco con una maletita, y Henri le dijo: '?Qui¨¦n eres?'. 'Soy Camar¨®n y he venido a cantar para ti".
A partir de aquel concierto del genio de San Fernando todo fue m¨¢s f¨¢cil. Antonia Gonz¨¢lez se trajo a todos los maestros y promesas del flamenco. Gades, Paco de Luc¨ªa, Morente, el querid¨ªsimo Chano Lobato, Chocolate, Agujetas, Manolo Sanl¨²car, Carmen Linares, La Paquera, Mora¨ªto Chico y otros muchos dieron al festival eso que Diego del Morao calificaba ayer como "solera". Cuando el tocaor a?adi¨® "este el festival flamenco m¨¢s importante del mundo", Antonia Gonz¨¢lez se echaba las manos a la cabeza.
La segunda mujer clave en Mont de Marsan es Sandrine Rabassa, directora art¨ªstica desde hace cuatro a?os. Nacida y residente cerca de Tolouse, Rabassa, de 35 a¨½os, cuenta que vino al festival como alumna de los cursos de baile. Tras sustituir a Javier Puga en la direcci¨®n, hoy maneja casi un mill¨®n de euros de presupuesto y ha logrado duplicar la asistencia de p¨²blico: esta semana, m¨¢s de 30.000 personas asistir¨¢n a una veintena de actuaciones en seis escenarios distintos.
La programaci¨®n es variada y ecl¨¦ctica. Hay conciertos de pago y de calle, exposiciones, proyecciones de pel¨ªculas, mesas redondas, clases magistrales, y alg¨²n experimento bilateral. El s¨¢bado, Farruquito y Karime Amaya, la sobrina nieta mexicana de Carmen Amaya, bailar¨¢n en el Caf¨¦ Cantante mientras el p¨²blico degusta los platos del chef estrellado Michel Gu¨¦rard, del restaurante Les Pr¨¦s d'Eug¨¦nie.
Los carteles combinan espect¨¢culos de figuras en solitario, como Tomatito o Mar¨ªa Pag¨¦s, con ofertas 2x1: los pianos de Dorantes y Diego Amador, o el cante de Arc¨¢ngel y Esperanza Fern¨¢ndez. Tambi¨¦n hay sitio para j¨®venes talentos como Valencia, Diego del Morao o Fuensanta La Moneta, y algunos grupos franceses como Las Gabachas act¨²an en la carpa de La Bodega mientras otros hacen bolos en los colegios y hospitales -este a?o ha debutado el psiqui¨¢trico, para alegr¨ªa de usuarios y enfermeros-.
Todo fluye con puntualidad y precisi¨®n, con una m¨¢xima muy francesa: los artistas son lo primero. La mayor¨ªa pasa varios d¨ªas en el festival, comen y cenan juntos en los restaurantes oficiales, y asisten a las actuaciones en primera fila, cosas ins¨®litas en Espa?a. "Si el flamenco fuera franc¨¦s ser¨ªa mucho m¨¢s importante", suspiran Jos¨¦ Valencia y Farruquito.
Las galas de las estrellas se suelen celebrar en el pabell¨®n Fran?ois Mitterrand, donde caben 1.800 personas -all¨ª triunf¨® el lunes Pag¨¦s con su incursi¨®n brasile?a en Utop¨ªa- pero el sabor aparece sobre todo en el Caf¨¦ Cantante, instalado en el enorme mercado de madera de Saint Roche: docenas de mesitas bajas con sillas, tapas como para una boda, y 800 personas repartidas en dos salas. Una est¨¢ junto al escenario, y la gente sigue en vivo el concierto previo pago de 32 euros, la otra est¨¢ en la parte trasera, separada por un muro de tela, y el p¨²blico ve la actuaci¨®n en una pantalla gigante por nueve euros.
La afici¨®n, que el martes aclam¨® el baile flamenqu¨ªsimo de Fuensanta La Moneta, demuestra al mismo tiempo pasi¨®n y conocimiento. Sean de Burdeos, Montpellier, Toulouse, Dax o Bayona, los flamencos han encontrado su Meca en las Landas y acuden dispuestos a vivir una experiencia cuasi m¨ªstica.
La se?ora Eliane, mo?o flamenco y ojos verdes, ha venido desde Montpellier con sus hijas Flor y Maya, y cuenta en un espa?ol perfecto que el gitano de Barcelona con el que se cas¨® le abandon¨® antes de conocer a su cuarto hijo. "Pero en fin, me dej¨® el idioma y el flamenco, ese arte maravilloso que Lorca defini¨® mejor que nadie, cuando dijo que es la expresi¨®n de los m¨¢s altos sentimientos humanos".
A la salida del mercado, una y media de la ma?ana, el soniquete sigue triunfando en los bares y en la pe?a flamenca de Mont de Marsan. En una esquina, un grupo de veinte o treinta gitanos, bien vestidos y mejor peinados, cantan y bailan por rumbas, Unos se llaman Garc¨ªa, otros Jim¨¦nez. Todos hablan espa?ol con marcado acento franc¨¦s. "Somos todos familia. Hay muchos gitanos aqu¨ª, en Dax, en Montpellier...", cuenta una mujer. Su marido se acerca y bromea: "Ya est¨¢ cogida, eh". Luego explica: "Nuestros mayores vinieron cuando la guerra y nosotros nacimos aqu¨ª, somos franceses y estamos muy bien integrados. ?Pero nos quedamos lo mejor de all¨ª, con el flamenco!".
Babelia
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