De dioses, mitos y literatura
M¨¢s all¨¢ de 'El Decamer¨®n', queda otro Boccaccio Con sus obras latinas abri¨® camino a los humanistas del Renacimiento
Los lectores actuales identifican a Boccaccio como el autor de El Decamer¨®n,el gran fabulador de relatos er¨®ticos y p¨ªcaros, indudable pionero de la novel¨ªstica europea. Pero queda otro Boccaccio, que con sus obras latinas abri¨® camino a los humanistas del Renacimiento. Y convendr¨ªa no olvidarlo ahora al celebrar el s¨¦ptimo centenario de su nacimiento.
Me refiero al autor de la gran enciclopedia mitol¨®gica sobre los dioses y h¨¦roes antiguos, ese extenso y doct¨ªsimo repertorio, en quince libros, en el que trabaj¨® durante sus ¨²ltimos veinticinco a?os, titulado Genealogia deorum gentilium y publicado al fin de sus d¨ªas, de asombrosa difusi¨®n e influencia durante los dos siglos siguientes. Recibi¨® el encargo de escribir ese vademecum sobre ¡°los dioses de los gentiles¡± del rey de Chipre, Hugo IV de Lusignan, hacia 1350, y lo dej¨® concluido hacia 1375. En tal empe?o fue alentado tambi¨¦n por su gran amigo Petrarca, y logr¨® concluir esa amplia y magn¨ªfica recuperaci¨®n de la herencia m¨ªtica del paganismo, concebida no s¨®lo como un prodigio de erudici¨®n, sino, ante todo, como un rescate de la gran narrativa po¨¦tica de los antiguos, no ya mensaje teol¨®gico sino una incomparable fiesta de la fantas¨ªa.
En su torrencial prosa latina quiso reconquistar el encanto de los antiguos mitos y lo hizo con inusitado fervor hacia ese mundo pagano, despreciado por los cl¨¦rigos medievales. En el admirable Libro XIV reivindica con vivo entusiasmo el valor de la poes¨ªa para la vida y el conocimiento del mundo, adelant¨¢ndose al Humanismo.
Todo el fervor pagano del Renacimiento lo anuncia ya Boccaccio a trav¨¦s de su manifiesta simpat¨ªa hacia la poes¨ªa que pervive en los mitos antiguos. ?l fue adem¨¢s, record¨¦moslo, el primero en lograr leer en Occidente, tras muchos siglos de desconocimiento, La Odisea y La Il¨ªada de Homero, traducidas a petici¨®n suya por un turbio monje bizantino, y pudo enorgullecerse de inaugurar el contacto con esos textos aurorales. Fue tambi¨¦n Boccaccio quien descubri¨® en la abad¨ªa de Monte Casino los primeros manuscritos de Apuleyo y de T¨¢cito, entre otros.
Desde 1461 el amigo de Petrarca no escribi¨® novelas en su vivaz italiano, sino doctos textos en lat¨ªn: la Genealogia y un par de obras menores. Pero, evidentemente, este otro es el mismo: el inaugurador de la novel¨ªstica en lengua vulgar, el escritor de El Decamer¨®n, la Fiammetta y el Corbaccio, que, algo m¨¢s viejo, contempla el mundo humano desde su atalaya con renovado vigor po¨¦tico y vuelve su mirada hacia los mitos cl¨¢sicos. M¨¢s all¨¢ de las distintas lenguas y diversos temas, el autor mundano y sat¨ªrico novelista y el erudito latinista no dejan de ser un mismo y ¨²nico y genial Boccaccio. Es f¨¢cil ver un eje com¨²n entre una y otra etapa: el inagotable amor a la fantas¨ªa narrativa, lo que Goethe llamaba Lust zu fabulieren.
La admiraci¨®n y la deuda de nuestra literatura europea hacia Boccaccio, estupendo narrador y temprano humanista, resulta, por tanto, doble.
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