La paciencia y su l¨ªmite
'Carne de perro' persigue con obsesiva reiteraci¨®n el rostro y las acciones de un hombre que, como una especie de Tony Soprano de arrabal
Hay pel¨ªculas tan ¨¢ridas en su desarrollo, tan austeras en su informaci¨®n, tan molestas en su sistem¨¢tica, tan fe¨ªstas en su visualizaci¨®n, que exigen de la platea tal esfuerzo que a veces uno se ve escalando a lo largo de su metraje una inh¨®spita monta?a cinematogr¨¢fica con la que ni siquiera sabe si tendr¨¢ recompensa final en forma de regalo de calidad. Carne de perro,interesante aunque complej¨ªsimo debut en la ficci¨®n del chileno Fernando Guzzoni, es uno de esos casos. De modo que, a pesar de que en su segunda mitad la pel¨ªcula acaba ilumin¨¢ndose casi en todos los sentidos, la sensaci¨®n final es de un desasosiego tan extremo que la respuesta de si ha merecido la pena el extenuante esfuerzo queda, durante d¨ªas, en entredicho, sin que se pueda escribir un discurso clarificador. Eso s¨ª, en un tiempo de pel¨ªculas predigeridas, donde a los 10 minutos ya se sabe exactamente lo que va a dar de s¨ª su visi¨®n, esa sensaci¨®n hay que tomarla como una virtud.
En la l¨ªnea de un cierto cine de autor, festivalero y autocomplaciente, que hace de su sistem¨¢tica paradigma de dificultad y de valor, cuando en realidad estamos ante pel¨ªculas cuya apariencia de (presunta) calidad es f¨¢cil de conformar, la c¨¢mara de Carne de perro persigue con obsesiva reiteraci¨®n el rostro y las acciones de un hombre que, como una especie de Tony Soprano de arrabal, est¨¢ aquejado de ataques de p¨¢nico para los que no anda preparado, no ya f¨ªsicamente, sino sobre todo culturalmente; un tipo que parece instalado en la resistencia, como indica la expresi¨®n chilena que da t¨ªtulo a la pel¨ªcula.
Y poco m¨¢s se sabe de ¨¦l pasado el ecuador de un metraje de poco m¨¢s de hora y cuarto que pesa como una losa. Sin embargo, llega un momento en el que Guzzoni decide ir desvelando, con exquisita sutileza, sus numerosos subtextos: la soledad, la obsesi¨®n, la incapacidad para superar problemas f¨ªsicos, mentales y sentimentales, la violencia de g¨¦nero, los totalitarismos que nos acechan, tanto en formato pol¨ªtico, como falsa respuesta ante el crudo d¨ªa a d¨ªa del trabajador de clase baja, como en formato religioso, con sectas que parecen aliviar el esp¨ªritu a base de demente griter¨ªo y peligroso consuelo. Y de esta forma, en su tercio final, Guzzoni acaba pintando a un personaje absolutamente reconocible a trav¨¦s de una serie de secuencias de impactante realismo, con las que, sudor fr¨ªo, taquicardia intelectual, alcanzamos la cima de la pel¨ªcula. ?Mereci¨® la pena? S¨ª, pero¡
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