El peluquero del Rey
Por las manos de Pascual Iranzo han pasado los cr¨¢neos m¨¢s privilegiados del pa¨ªs Ha tenido clientes como don Juan Carlos, Garc¨ªa M¨¢rquez, Emilio Bot¨ªn, Serrat...
Este explosivo confesor que cumplidos los 80 corre maratones, este vivo currante con coleta y olas en las canas, este fil¨®sofo de la est¨¦tica y la vida, mago de las tijeras, mano pose¨ªda por la energ¨ªa de la meditaci¨®n que serena, pone pilas e hipnotiza al tiempo, ha tenido a su merced los cr¨¢neos m¨¢s privilegiados de su querido pa¨ªs. Hace tres d¨¦cadas que le corta el pelo al Rey. Emilio Bot¨ªn le manda la vacuna contra la gripe, no vaya a ser que necesite sus servicios y se le ocurra caer enfermo. Garc¨ªa M¨¢rquez paraba por su local del Paseo de Gracia mientras su cabeza ard¨ªa imaginando Macondo en el tiempo que cre¨® Cien a?os de soledad. Juan Manuel Serrat le ha silbado calladamente algunas de sus legendarias canciones y Johan Cruyff le ha explicado alguna que otra t¨¢ctica de juego¡
Ahora, a Pascual Iranzo le gustar¨ªa meterle la tijera al papa Francisco. M¨¢s que nada por los zapatos que calza. ¡°Son la pera, eh, ah¨ª se ve a un personaje sencillo. ¡®Los zapatos de un hombre son el pedestal¡¯, dec¨ªa Joan Brossa¡±. Aquel poeta bohemio que cada vez que alguien osaba colgarle encima importancia, ¨¦l autom¨¢ticamente se la quitaba, tambi¨¦n era cliente de Iranzo.
Un cliente muy especial, que le marc¨® tanto a ¨¦l como a su mano derecha. El fiel Josep Vilaseca, otro poeta discreto y sabio, que cada d¨ªa tiene la costumbre de mandarle una postal a su mujer. ¡°No es por amor, m¨¢s bien lo hago para que no me interrumpa cuando hablo¡±. Los mensajes llevan id¨¦ntico encabezamiento ¡ª¡°Estimada Ana¡¡±¡ª y cuenta con dos lectores. ¡°Ella y mi portero. Muchas veces ¨¦l me anima: muy bueno lo de ayer, dice¡±. Vilaseca, de esta guisa, es como un hijo para Iranzo. ¡°Hace 40 a?os que le conozco. Sabe que es un muy, muy, muy, tres veces muy buen cocinero¡ ?l no se da importancia, pero hace un pur¨¦ celestial¡±, comenta su jefe.
Los dos son el eje de un negocio, cuyo fiel equipo atiende las peluquer¨ªas de la marca creada en los a?os sesenta tras una asentada tradici¨®n familiar desde los abuelos con local en el barrio de Sans, hasta ahora, con sede principal en el Paseo de Gracia. Cortar el pelo para ambos no debe pasar como un acto vulgar y cotidiano. Ni debe quedar impune si quien lo ejecuta la caga. ¡°Yo te puedo argumentar ese mech¨®n¡±, amenaza Iranzo. ¡°Y no es cualquier cosa, t¨² a un hombre le modificas un mech¨®n y le cambias hasta la manera de hacer el amor¡±.
La imagen es el primer impacto. ¡°Clave para la identidad, llega antes que el pensamiento. El gesto es la batuta de la expresi¨®n humana¡±. Eso se lo ha debido dejar claro a su amigo Josep Pons, director de orquesta, pero tambi¨¦n a Alfredo Kraus, que pasaba por su peluquer¨ªa cuando cantaba en el Liceo ¡ª¡°era muy complicado clavarle el tinte¡±, comenta el maestro peluquero¡ª, aunque muchas de sus sentencias vienen de la influencia surreal de Brossa, hervida en el realismo m¨¢gico que le serv¨ªa Gabo y estimuladas por el pensamiento de George Steiner a quien no le duelen prendas en citar. ¡°El cabello es el marco. La cara, el paisaje¡±.
El discurso bien tejido no es lo ¨²nico que ocupa el tiempo de Iranzo. Tambi¨¦n las altas finanzas. Bot¨ªn lo respeta y le hace caso. Una vez le dijo: ¡°Emilio, no puedes pasearte por la F¨®rmula 1 con esas gafas¡¡±. Le acompa?¨® a un amigo ¨®ptico y se las cambi¨®.
La alta pol¨ªtica tambi¨¦n pasa a cortarse el pelo all¨ª. Empezando por el jefe del Estado. Generalmente le atiende en Zarzuela, pero a veces se deja caer por el local. Ahora anda preocupado por ¨¦l. ¡°Est¨¢ muy afectado por la situaci¨®n, pero saldr¨¢. Es animoso, valiente y tremendamente intuitivo, tiene un esp¨ªritu selv¨¢tico, eso no lo sostengo solo yo, eso se lo dec¨ªa su madre. ?l entraba en un cuartel e inmediatamente se ganaba a los militares con afici¨®n a destituir gobiernos. Sabe dar la mano cuando tiene que darla¡±.
?Y desde cuando lo conoce? ¡°Hace 30 a?os. Una vez, mi amigo Jos¨¦ Cuss¨ª me llam¨® por tel¨¦fono y me pregunt¨®: ¡®?Qu¨¦ haces?¡¯ ¡®Pues ahora estaba empezando a comerme una bullabesa¡¡¯, le respond¨ª. ¡®Me gustar¨ªa que vinieses a echarle una mirada al Rey¡±.
All¨ª se present¨®. Con su Sancho particular, el amigo Vilaseca, y el hijo de este. El Rey quiso saludar. Al ni?o. ¡°?Sabes qui¨¦n soy?¡±, le pregunt¨®. En ese momento se cortaba la tensi¨®n, recuerda Vilaseca: ¡°S¨ª, porque por esas fechas, en el colegio del ni?o, el Rey ten¨ªa un mote. Le llamaban ¡®el corona¡¯ y yo tem¨ªa que se lo soltara¡±. Pero nada, al chaval le dio un pasmo protocolario y se port¨® como es debido. ¡°Usted es Juan Carlos I¡±. Buen rollo.
Lo camel¨® bien. Le sedujo y se convirti¨® en un hombre clave para representar a Espa?a. ?O no representa a Espa?a el Rey all¨¢ donde va y una de las primeras cosas en que se fija la gente es en su corte de pelo? Aun as¨ª, ser monarca, tiene sus incomodidades: ¡°A veces le cuesta hablar por tel¨¦fono con sus hijos. Lo he visto yo, descuelga el aparato aqu¨ª, delante de m¨ª, al otro lado le sale una voz, ¨¦l dice que quiere hablar con la infanta, por ejemplo, que es el Rey, y se r¨ªen de ¨¦l. No le creen¡±.
El pelo da muchas pistas. ¡°El cabello de una persona denota grandes convicciones o serias dudas¡±, dice Iranzo. ¡°Es el primer vestido natural del hombre. Por el cabello aprendes a conocer a alguien. Uno se mide por su cabello y muchas veces pesa la nostalgia de haberlo perdido¡±, comenta. Iranzo lo conserva a base de bien, atado atr¨¢s, con una coleta paralela a las corbatas que se viste. Lo sab¨ªa Maradona, por ejemplo, uno de los futbolistas m¨ªticos que han pasado por su mano adem¨¢s de Cruyff, Schuster, Neskens, Menotti¡ ¡°A Maradona le defin¨ªa el cabello: pelusa le dec¨ªan, ?o no? De ¨¦l contaba precisamente Menotti que ten¨ªa la inteligencia en el pie izquierdo. Una pena, se ha da?ado demasiado a s¨ª mismo, no supo utilizar lo que la vida le dio¡±.
Lo peor es la calvicie: ¡°Ya lo dec¨ªa Quevedo: ¡®Cr¨¢neos rapados. Im¨¢genes de terror y muerte¡±. Y es que Iranzo a menudo esgrime cierto sentimiento tr¨¢gico de la vida: ¡°Somos un animal rebelado. Nos enfrentamos a actos humillantes, como el tener que defecar a diario. Sin embargo, de nuestra especie han surgido milagros como el de un Bach, un Rilke, un Mozart, aunque se hayan tenido que sentar en la taza¡±.
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