¡®El ala oeste.¡¯.. a la salsa ¡®british¡¯
El joven dramaturgo James Graham triunfa con su pieza ¡®This house¡¯ Se trata de un retrato a tumba abierta de la pol¨ªtica brit¨¢nica
En febrero de 1974, el Partido Laborista brit¨¢nico, capitaneado por Harold Wilson, gana las elecciones pero no alcanza la mayor¨ªa absoluta, lo que le obliga a buscar desesperadamente pactos con los odds and sods: el Partido Liberal, y los escoceses, galeses e irlandeses. Es una legislatura de infarto, con un f¨¦rreo marcaje conservador, una crisis creciente y continuos cambios (cae Wilson, sube James Callaghan), que acaba en 1979, cuando la joven Margaret Thatcher impulsa una moci¨®n de censura que los tories ganar¨¢n por un voto de diferencia. En 2010, un dramaturgo de 30 a?os llamado James Graham decide investigar ese per¨ªodo. Habla con los veteranos de la batalla, que le abren sus encallecidos corazones (¡°tal vez¡±, cuenta, ¡°porque tengo 30 pero parezco un chaval de 12¡±), y al escuchar su torrentera de an¨¦cdotas decide centrar su historia en la sala de m¨¢quinas de Westminster: los despachos de los whips (l¨¢tigos) laboristas y conservadores, mu?idores de alianzas que han de hacer el trabajo sucio, coger por el cuello a los parlamentarios remisos y conseguir que las respectivas propuestas de ley se aprueben en el ¨²ltimo minuto. El resultado de todo ello es la obra This house.
James Graham es un tipo ins¨®lito: por su juventud, por su descomunal capacidad de trabajo, por su enorme inter¨¦s por los temas pol¨ªticos y por su ¨¦xito. A los 25 a?os se dio a conocer con Eden¡¯s Empire (2006), sobre Anthony Eden y la crisis de Suez. Siguieron, entre otras, Little Madam (2007), sobre la juventud de la Thatcher, Tory Boyz (2008), sobre la sexualidad de Edward Heath; Sons of York (2008), sobre el invierno del descontento y las huelgas mineras del 78-79, hasta la consagraci¨®n con This house (2012), uno de los zambombazos de la temporada londinense, que acabo de leer en estos turbulentos d¨ªas.
This house, cr¨®nica del escarpad¨ªsimo sexenio laborista, se estren¨® en el Cottesloe del National Theatre en septiembre del 2012 y pas¨® en febrero del 2013 al Olivier, a la sala grande, donde permaneci¨® varios meses. En mayo se vio en cines, dentro del ciclo NTLive (una experiencia de la que hablaremos otro d¨ªa), y en septiembre llegar¨¢ al Aldwych del West End, donde est¨¢ previsto que permanezca 16 semanas.
A primera vista, This house parece la t¨ªpica obra que solo puede interesar a los iniciados. No es, desde luego, una pieza de f¨¢cil lectura: tres horas de funci¨®n, una veintena de personajes y una jerga pol¨ªtica tan arcana que el National Theatre decidi¨® incluir un glosario de t¨¦rminos en el programa. Pero funciona. Funciona porque nos encanta conocer los entresijos del poder y las maquinaciones de sus patios traseros, porque las historias que revela son pasmosas, porque sus protagonistas tienen verdad y no se quedan en la caricatura y, por encima de todo, porque Graham es un dramaturgo de consideraci¨®n.
This house sigue el cl¨¢sico formato de lo que en los a?os treinta se bautiz¨® en Estados Unidos como gang comedy, inaugurado en 1929 con la inmortal Primera plana (The front page), de Hecht y McArthur, llevada al cine por primera vez por Howard Hawks en Luna Nueva (1940), con Cary Grant como protagonista. Los di¨¢logos de This house recuerdan a los de tan egregios padres fundadores, pero, para buscar referentes m¨¢s pr¨®ximos, digamos que hacen pensar en una mezcla entre David Mamet y Aaron Sorkin, el Sorkin (obviamente) de El ala oeste de la Casa Blanca.
Hay m¨¢s semejanzas con el gran guionista televisivo. Graham parece ser de izquierdas, y los laboristas de This house, feroces como hooligans, con un ingenio callejero y brutal (un mundo eminentemente masculino, en el que ingresa la joven whip Ann Taylor) se llevan buena parte de sus simpat¨ªas, pero los tories, viperinos y refitoleros, est¨¢n dibujados con una mezcla de sorna y respeto, tal como el dem¨®crata Sorkin contemplaba a los republicanos de la serie. Unos y otros, a caballo entre la ambici¨®n y el idealismo, alternan las pu?aladas traperas con los acuerdos entre caballeros, como el que cierra la obra, a cargo de dos personajes reales, el whip laborista Walter Harrison y el conservador Bernard Jack Weatherill, en torno a un parlamentario agonizante, y que a punto estuvo de salvar el cuello de James Callaghan.
Otra incre¨ªble historia (que aqu¨ª se cuenta en parte) es la del parlamentario John Stonehouse, que fingi¨® su propio suicidio, fue a parar a la c¨¢rcel por fraude y estafa, y luego result¨® ser esp¨ªa comunista: merecer¨ªa una obra para ¨¦l solo.
No creo que This house se vea jam¨¢s en Espa?a (por la lejan¨ªa del tema y por la carest¨ªa de tama?o reparto) pero ser¨ªa fenomenal que alg¨²n d¨ªa, alg¨²n lustro, alguna d¨¦cada, pudiera alguien escribir aqu¨ª algo parecido. La fuerza y el empe?o de Graham hacen so?ar con una funci¨®n semejante acerca de, por ejemplo, el acoso y derribo de Adolfo Su¨¢rez, o los entresijos del 23-F, o lo que est¨¢ sucediendo ahora mismo: por temas no quedar¨¢.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.