Rojo de sangre en las venas
El Festival de Bayreuth concede los honores de la apertura a la ¨®pera 'El holand¨¦s errante' El holand¨¦s es la ¨®pera rom¨¢ntica por excelencia y esta alimentada de mitos y leyendas
Por segundo a?o consecutivo, el Festival de Bayreuth concede los honores de la apertura a la ¨®pera El holand¨¦s errante. Es como un aperitivo sabroso para el nuevo El anillo del nibelungo,de Kirill Petrenko que viene despu¨¦s y es, claro, una oportunidad de ver en acci¨®n una vez m¨¢s al director Christian Thielemann, el ¨ªdolo actual del mundo wagneriano, en un t¨ªtulo que le fascina, y del que ha afirmado que es ¡°la obra perfecta para iniciarse en Wagner: una pieza tempestuosa, arrolladora, oscura, animada por un aliento ardiente, donde los personajes se encuentran en su totalidad al borde del colapso nervioso. Hay fantasmas que cantan desde los restos de un barco naufragado, mujeres que se enamoran de viejos cuadros al ¨®leo, la naturaleza est¨¢ desatada, y al final se produce una gran apoteosis¡±. Como se dice en el libreto se respira un ambiente cercano al ¡°rojo de sangre en las velas, negro el m¨¢stil¡±.
El director alem¨¢n es consciente de que la arquitectura sonora de la Festspielhaus de Bayreuth no es la ideal para esta obra rom¨¢ntica hasta el delirio. Por ello, se contiene, matiza, se extas¨ªa ante las sutilezas sonoras, pero de cuando en cuando se deja llevar por un fuego arrollador, por una tensi¨®n extrema, y as¨ª la representaci¨®n transcurre como un suspiro, y el p¨²blico la sigue con una concentraci¨®n que impresiona, estallando al final en un griter¨ªo de aclamaciones a un trabajo musical tan inspirado y bien resuelto. Responde la orquesta en una combinaci¨®n de precisi¨®n y pasi¨®n; llega a niveles de perfecci¨®n el coro, tanto el masculino como el femenino, a las ordenes del gran Eberhard Friedrich; y se manifiesta con gran poder¨ªo el elenco vocal en su totalidad, en particular el tenor Tomislav Muzek, como Erik, y la soprano Ricarda Merbeth, como Senta, por primera vez en esta producci¨®n a la que se ajustan con una naturalidad y un empuje admirables. Los veteranos: Selig, Youn, Mayer, Bruns, vuelcan su experiencia en la construcci¨®n de unos personajes que bordan.
La puesta en escena de Jan Philipp Gloger levanta apasionada divisi¨®n de opiniones y es l¨®gico que as¨ª sea, pero no es en absoluto un trabajo arbitrario y mal realizado. Al contrario. La direcci¨®n de actores y el movimiento esc¨¦nico, por ejemplo, son extraordinarios, y la producci¨®n en su conjunto tiene fantas¨ªa y ritmo. ?Cu¨¢l es el problema, entonces? Pues, sencillamente, estamos ante una cuesti¨®n de planteamiento ideol¨®gico. El holand¨¦s es la ¨®pera rom¨¢ntica por excelencia y esta alimentada de mitos y leyendas. Todo rueda en cualquier caso en una dial¨¦ctica entre el amor y el poder, entre el idealismo y la realidad. Gloger mantiene el fondo del conflicto, pero est¨¦ticamente convierte el mar infinito en una instalaci¨®n inform¨¢tica inabarcable, la artesan¨ªa de las hilanderas desemboca en una cadena de producci¨®n, y, al final, todo lleva a una denuncia de la frialdad afectiva de la sociedad de consumo, con Senta y el Holand¨¦s rebel¨¢ndose con su actitud fuera de normas. Se pierde el romanticismo en primer plano y, sobre todo gracias al sentido del humor, se gana con la elaboraci¨®n de un tratamiento metaf¨®rico no por evidente menos imaginativo. En fin, las discusiones est¨¢n servidas. En cualquier caso, no voy a llegar al extremo de un admirado colega wagneriano centroeuropeo que afirmaba que ¡°la tolerancia tiene un l¨ªmite¡±.
Infinidad de pol¨ªticos con el presidente Joachim Gauck y la canciller Angela Merkel a la cabeza asistieron a la representaci¨®n. En la colina centra la atenci¨®n una exposici¨®n sobre El Festival de Bayreuth y los jud¨ªos, de 1876 a 1945 y una instalaci¨®n, a mi modo de ver un poco hortera, de figuritas de Wagner en plan masivo, que luego se pueden adquirir en una galer¨ªa de arte al precio de 300 euros.
Las relaciones de Thomas Mann con Wagner es el tema de otra de las exposiciones que acoge la ciudad estos d¨ªas. Como detalle m¨¢s festivo, y extraordinariamente simp¨¢tico, un restaurante tan estupendo como Landhaus Gr?fenthal, de la familia Lauterbach, en Obergr?fenthal, a ocho kil¨®metros de Bayreuth, ha incorporado a la etiqueta del vino Sylvaner que ofrece como ¡°de la casa¡± nada menos que los primeros compases de la obertura de El holand¨¦s errante. Resulta que es el restaurante favorito de Thielemann. La verdad es que Wagner da para muchas ideas.
Babelia
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