Bu?uel y sus ¡®cuates¡¯ mexicanos
Los amigos y conocidos del cineasta conmemoran los 30 a?os de su muerte dando inicio a un ciclo de actividades en su memoria Su antiguo hogar ser¨¢ una residencia de acogida de artistas, un centro de estudio y un lugar de encuentro del cine latinoamericano
Desde los a?os cincuenta el hogar mexicano de Luis Bu?uel?(Calanda, Arag¨®n, 1900) fue el escenario de grandes reuniones de artistas, discusiones apasionadas y encuentros ins¨®litos en los que no faltaba el dry?Martini, el coctel Bu?ueloni y sobre todo, mucho sentido del humor. Coincidiendo con el 30¡ã aniversario de su muerte, el gran caser¨®n de la calle de F¨¦lix Cuevas (en la Colonia del Valle, al sur de M¨¦xico DF) ha comenzado su andadura como centro de estudio y residencia de artistas. Para celebrar su figura, el Ministerio de Cultura de Espa?a y el Instituto de la Cinematograf¨ªa y las Artes Audiovisuales (ICAA) invitaron el lunes a varios amigos del cineasta que recordaron su figura y releyeron sus memorias. Cuando cay¨® la noche muchos de ellos continuaron celebrando la memoria de Bu?uel a su manera: entre vinos, tapas y risas.
¡°Era un cabr¨®n de mucho cuidado, pero un cabr¨®n genial y entra?able¡±, resumi¨® uno de sus viejos amigos
Actualmente el recinto amurallado es escenario de dos talleres de cine de la mano de la programadora y docente Garbi?e Ortega (Vitoria, 1981) y el cineasta Jon¨¢s Trueba (Madrid, 1981), que adem¨¢s tuvieron el privilegio de ser los primeros residentes en la casa del aragon¨¦s. La tarde del lunes ambos moderaron un debate en torno a la figura del calandino en el que participaron figuras m¨ªticas del cine mexicano como Silvia Pinal -actriz en tres de las grandes obras de Bu?uel: Viridiana (1961), El ¨¢ngel exterminador (1962) y Sim¨®n del desierto (1964)-, el director Arturo Ripstein -El castillo de la pureza, 1972; El lugar sin l¨ªmites, 1977- y otros conocidos del aragon¨¦s, como el escritor Jos¨¦ de la Colina, el fot¨®grafo Gabriel Figueroa o el actor Xavier Loy¨¢. Todos evocaron con cari?o su figura y recordaron an¨¦cdotas de su amistad. ¡°Ahora resulta que todo el mundo es ¨ªntimo de Bu?uel¡±, coment¨® Ripstein, ¡°yo solo puedo decir que tuve el privilegio de que me dejara entrar en esta casa muchas veces¡±.
¡°Conoc¨ª a Luis cuando a¨²n no ten¨ªa ¨¦xito, porque lo que hac¨ªa no era comercial, pero eso no me importaba: yo quer¨ªa trabajar con ¨¦l como fuera¡±, cont¨® entusiasmada Silvia Pinal, ¡°por eso le present¨¦ a Gustavo Alatriste, quien ser¨ªa su mecenas por mucho tiempo. Todos los mexicanos debemos estar muy agradecidos por todo lo que nos quiso y lo que hizo por nosotros¡±.
¡°El estar¨ªa feliz de vernos aqu¨ª reunidos, dando vida a esta casa y brindando a su salud¡± dijeron algunos en el coctel de bienvenida, ¡°y tambi¨¦n echar¨ªa a patadas a unos cuantos¡±, comentaron otros, ¡°porque no le gustaba nada el politiqueo¡±. Los eventos p¨®stumos de un artista fallecido tienden a confeccionar un retrato sin matices, una enumeraci¨®n de las bondades y las virtudes del sujeto en cuesti¨®n. Pero en el caso de Luis Bu?uel, tan entra?able como feroz, tan ilustre como abiertamente intolerante, salta a la vista que ning¨²n acto oficial puede ser espejo de su figura. ¡°Era un cabr¨®n de mucho cuidado, pero un cabr¨®n genial y entra?able¡±, resumi¨® uno de sus viejos amigos.
Tras un largu¨ªsimo periodo de tres a?os y 385.000 euros de presupuesto de parte del Ministerio de Cultura de Espa?a, parece que por fin la casa de Bu?uel va a cobrar vida. El secretario de Cultura, Jos¨¦ Mar¨ªa Lasalle, dio inici¨® ¡°oficialmente¡± a las actividades programadas en el hogar del artista: ¡°Ojal¨¢ Bu?uel se anime a venir por aqu¨ª a menudo y nos ayude a levantar este proyecto que ratifica nuestra hermandad con M¨¦xico y nuestro inter¨¦s por la cultura¡±. Justo cuando acab¨® su discurso, el micr¨®fono se volvi¨® loco el resto de la noche provocando un estruendo insoportable y similar a un bramido, o la sirena de un petrolero. ¡°Eso es el esp¨ªritu de Bu?uel que quiere decir algo¡±, comentaron algunos entre risas.
Entra?able y pol¨¦mico
De joven sol¨ªa retratarse con gesto grave, luciendo ce?o arrugado y m¨²sculos de boxeador. De mayor, las fotos captan a un hombre de mirada bromista y sonrisa p¨ªcara que toma c¨®cteles con sus amigos y se disfraza con sus actores. ¡°Detesto a los intelectuales¡±, declar¨® en una entrevista, ¡°mi ideal es regresar al territorio de la infancia, donde nadie lee¡±. Provocador y poco dado a tomarse en serio a s¨ª mismo, el cineasta aseguraba que no le interesaban en absoluto los aspectos t¨¦cnicos del cine. Una vez alguien le dijo que no entend¨ªa de qu¨¦ trataba Un perro andaluz (1929). Seg¨²n cuentan sus amigos, Bu?uel le respondi¨® severamente: "?Est¨¢ muy claro! Es una incitaci¨®n al crimen y a la violaci¨®n¡±.
Aunque era muy amigo de sus amigos, nunca ocult¨® su temple severo, hom¨®fobo y vehemente. Su relaci¨®n con el poeta Federico Garc¨ªa Lorca y el pintor Salvador Dal¨ª, los otros dos grandes genios de su generaci¨®n, dist¨® de ser tan afable como las fotos sugieren. Al primero le reproch¨® su condici¨®n de homosexual.?¡°Alguien vino a decirme que (¡) Lorca era homosexual. No pod¨ªa creerlo. Por aquel entonces en Madrid no se conoc¨ªa m¨¢s que a dos o tres pederastas, y nada permit¨ªa suponer que Federico lo fuera¡±. Un d¨ªa, en medio de una fiesta, Bu?uel le sac¨® afuera para hablarle de algo ¡°muy grave¡± y le dijo ¡°?Es verdad que eres maric¨®n?¡±. El poeta andaluz le respondi¨®: ¡°T¨² y yo hemos terminado¡±. Seg¨²n cuenta el cineasta en sus memorias, Mi ¨²ltimo suspiro, esa misma noche se reconciliaron.
Con Dal¨ª rompi¨® a?os despu¨¦s, en Nueva York. En 1938, tras diversas penurias econ¨®micas, Bu?uel consigui¨® un trabajo como director del Departamento Cinematogr¨¢fico del Museo de Arte Moderno (MOMA) -¡°un trabajo en el que me pagaban estupendamente por no hacer nada¡±. Pero una de las incontinencias textuales de su exc¨¦ntrico amigo termin¨® con su suerte: El pintor public¨® en sus memorias ¨CLa vida secreta de Salvador Dal¨ª- que el aragon¨¦s era ateo y de izquierdas y que hab¨ªa pervertido las pel¨ªculas en las que ambos hab¨ªan participado. El escandal¨® lleg¨® a la Gran Manzana y Bu?uel fue obligado a dimitir del MOMA. Seg¨²n cont¨® el artista alem¨¢n Max Ernst, el aragon¨¦s se encontr¨® con el pintor en la Quinta Avenida y, sin m¨¢s, le dio un pu?etazo en la cara. Seg¨²n cuenta ¨¦l mismo en sus memorias, le cit¨® en un bar, le llam¨® cerdo y estuvo a punto de pegarle, pero Dal¨ª le respondi¨®: ¡°Escucha, he escrito ese libro para hacerme un pedestal a m¨ª mismo. No para hac¨¦rtelo a ti¡±. Bu?uel asegura que se guard¨® la bofetada en el bolsillo. ¡°Pero la ruptura es profunda. No volver¨ªa a verlo m¨¢s que una sola vez¡±.
Muchos de sus conocidos comentan su car¨¢cter machista, su af¨¢n de vivir en un castillo como un se?or feudal espa?ol y su falta de consideraci¨®n con su mujer, Jeanne Rucar. Ella misma confirm¨® los rumores en sus Memorias de una mujer sin piano (1990), en las que relata un d¨ªa a d¨ªa en el que el hombre manda y la mujer obedece. En el mismo t¨ªtulo, la francesa deja constancia del d¨ªa en el que su marido regal¨® su querido piano a cambio de una caja de champ¨¢n. El c¨¦lebre instrumento ha regresado a la casa como regalo de sus propietarios, la familia del pintor Alberto Gironella.
A pesar de estos ¡°matices¡± que sin duda hacen m¨¢s compleja la personalidad del aragon¨¦s, todos los presentes recordaron con cari?o al cineasta irreverente, generoso y genial, que marc¨® un punto de inflexi¨®n en sus vidas y en la cultura mexicana. Una persona peculiar y quiz¨¢s dif¨ªcil, pero que llev¨® consigo la alegr¨ªa y el humor hasta la tumba: ¡°Al aproximarse mi ¨²ltimo suspiro, imagino con frecuencia una ¨²ltima broma. Hago llamar a aquellos de mis viejos amigos que son ateos convencidos como yo. Entristecidos, se colocan alrededor de mi lecho. Llega entonces un sacerdote al que yo he mandado llamar. Con gran esc¨¢ndalo de mis amigos, me confieso, pido la absoluci¨®n de todos mis pecados y recibo la extremaunci¨®n. Despu¨¦s de lo cual, me vuelvo de lado y muero. Pero, ?se tendr¨¢n fuerzas para bromear en ese momento?¡±
Madrid y M¨¦xico, dos encuentros estelares de la cultura
Seg¨²n dicen, en determinadas ¨¦pocas de la historia los astros se conjuran para unir en un mismo lugar a varios artistas que marcan la cultura de muchas generaciones. Ci?¨¦ndonos al ¨¢mbito de lo hispano, recordamos a los protagonistas de los a?os veinte y treinta en Madrid, a?os turbulentos que unieron a grandes genios de distintas disciplinas en la capital espa?ola. Los nombres de Bu?uel, Lorca y Dal¨ª destacan entre todos hasta el estallido de la Guerra Civil y la llegada a Espa?a de los ¡°voluntarios con gafas¡±: los intelectuales de todas partes del mundo (Orwell, Neruda, Paz, Guillen, Capa, Hemingway, Malraux, Vallejo¡) se dieron cita en la pen¨ªnsula para apoyar la democracia contra el fascismo.
La historia es de sobra conocida: la Rep¨²blica perdi¨® la guerra y las mentes m¨¢s l¨²cidas de Espa?a tuvieron que exiliarse en varios pa¨ªses. A partir del Gobierno de L¨¢zaro C¨¢rdenas (presidente de 1934 a 1940) M¨¦xico fue el pa¨ªs que m¨¢s apoyo brind¨® a los expatriados. All¨ª aterriz¨® Bu?uel en 1946 y all¨ª tuvo la oportunidad de vivir otro momento estelar del arte del siglo XX. Los muralistas Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, capos culturales de la ¨¦poca, se encargaron de dar la bienvenida (a tequilazos o balazos, seg¨²n la simpat¨ªa ideol¨®gica) a los cientos de intelectuales y artistas visitantes y exiliados. Revolucionarios como Le¨®n Trotsky y el cubano Julio Antonio Mella (ambos asesinados en la capital), fot¨®grafos como la italiana Tina Modotti y el norteamericano Edward Weston, poetas como Andr¨¦ Bret¨®n y cineastas como Bu?uel pudieron vivir una ¨¦poca de apogeo intelectual irrepetible, en la que los artistas orquestaban la cultura ind¨ªgena como veh¨ªculo de autoafirmaci¨®n nacional. En ese ambiente, Bu?uel conoci¨® a los famosos pintores muralistas, a novelistas como Juan Rulfo y Carlos Fuentes y a una larga lista de j¨®venes actores y cineastas que, gracias a ¨¦l, ocupar¨ªan un lugar esencial en la futura historia de M¨¦xico.
Babelia
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