El general que lleg¨® m¨¢s alto
Emilio Herrera fue un precursor de la aeron¨¢utica Pilot¨® el primer avi¨®n que cruz¨® el estrecho y el dirigible que uni¨® Am¨¦rica y Europa
El d¨ªa comenzaba a morir en Barcelona aquella tarde del 11 de octubre de 1928 cuando una bala plateada apareci¨® silenciosa en el cielo. A bordo del Graf Zeppelin, el comandante de la nave acababa de ceder a Emilio Herrera los mandos del aparato, que efectuaba el primer vuelo comercial transoce¨¢nico entre Alemania, de donde hab¨ªa salido dos antes, a EE UU, adonde llegar¨ªa cuatro d¨ªas despu¨¦s. El viaje hab¨ªa nacido de la mente, los c¨¢lculos y los sue?os del militar granadino, pero se convirti¨® en una realidad gracias a los fondos alemanes. Desde las alturas, los 63 ocupantes del zepel¨ªn observaban a la multitud agolpada en la plaza de Catalu?a. El pez volador encaraba sus ¨²ltimas horas flotando sobre suelo firme antes de partir a Nueva York sin escalas.
Conectar Europa y Am¨¦rica en zepel¨ªn fue solo uno de los cientos de proyectos fraguados en un cerebro en constante ebullici¨®n. El del teniente coronel Emilio Herrera (Granada, 1879), miembro de la llamada Edad de Plata de la ciencia espa?ola. Su mirada se elev¨® siempre hacia las alturas; fue el primero en cruzar el Estrecho en aeroplano, dise?¨® el laboratorio aerodin¨¢mico de Cuatro Vientos (Madrid) y fabric¨® el primer traje espacial para subir hasta la estratosfera. Solo la falta de recursos en su pa¨ªs y la Guerra Civil truncaron unas aspiraciones demasiado ambiciosas para su tiempo y su entorno.
Mon¨¢rquico convencido, el militar acept¨® la Rep¨²blica porque llegaba de la mano del pueblo, pero previamente pidi¨® al rey Alfonso XIII permiso para liberarse del juramento que le un¨ªa al monarca despu¨¦s de que este le nombrara gentilhombre de c¨¢mara por sus logros aeron¨¢uticos. Su fidelidad por la Rep¨²blica la mantuvo hasta el punto de llegar a ser presidente de su Gobierno en el exilio entre 1960 y 1962.
Residi¨® durante muchos a?os en Par¨ªs y al final en Suiza, donde viv¨ªa uno de sus hijos, el poeta Jos¨¦ Herrera Petere. En la capital francesa se qued¨® a la espera de que cayera el r¨¦gimen franquista, a pesar de que tuvo ofertas de la NASA para trabajar en EE UU. En su apartamento parisiense ¡ªun quinto sin ascensor al que se llegaba por una escalera de caracol¡ª guard¨® durante d¨¦cadas una botella de champ¨¢n que prometi¨® descorchar junto a Irene, su mujer, cuando finalizara la dictadura. Desde ese piso, muy cercano a la plaza de la Rep¨²blica, impon¨ªa cada noche el silencio durante unos minutos mientras sintonizaba un canal de radio que informaba de la situaci¨®n espa?ola. Muri¨® en la casa de su hijo en Ginebra en 1967 sin poder saborear el espumoso.
Tambi¨¦n en esta serie...
Desde Par¨ªs record¨®, aunque este hombre de esp¨ªritu inquieto no se detuvo demasiado en el pasado, las 2 horas y 35 minutos que le colocaron en las portadas de los peri¨®dicos, las del primer viaje en avi¨®n entre Marruecos y Espa?a que pilot¨® el atrevido Herrera luchando contra el viento de Levante el 13 de febrero de 1914.
Herrera fue protagonista de pr¨¢cticamente todas las primeras experiencias de la aeron¨¢utica espa?ola. En 1911, cuando subirse a un aeroplano para aprender a pilotar pod¨ªa costarle la vida al alumno, Herrera era instructor en un incipiente aer¨®dromo de Cuatro Vientos en el que solo se pod¨ªa volar al alba o con la puesta de sol, los ¨²nicos momentos del d¨ªa en los que las condiciones meteorol¨®gicas eran las adecuadas.
Dise?¨® un traje espacial para subir a 30.000 metros de altura. La guerra le impidi¨® llevarlo a cabo
La lejan¨ªa forzosa de su pa¨ªs, de su equipo, de su aer¨®dromo, sus aviones y sus prototipos de escafandra, conden¨® al general a abandonar la pr¨¢ctica y dedicarse al pensamiento. ¡°Era un precursor y un intuitivo genial¡±, explica Emilio Atienza, doctor en Historia Contempor¨¢nea de Espa?a especializado en aeron¨¢utica. ¡°Hasta el final de sus d¨ªas fue pura anticipaci¨®n, public¨® un mes antes de que estallara la bomba at¨®mica un art¨ªculo sobre las consecuencias devastadoras de la energ¨ªa nuclear¡±. El nieto del cient¨ªfico, que se llama igual que ¨¦l, recuerda una visita de dos agentes de la Gestapo a su casa en Par¨ªs para interrogarle sobre esa publicaci¨®n. Precisamente acab¨® su carrera como asesor de la Unesco para temas de energ¨ªa at¨®mica, un puesto para el que le recomend¨® Albert Einstein, al que hab¨ªa conocido en su viaje a Espa?a en los a?os veinte. En la biograf¨ªa de Herrera publicada por AENA, Atienza se lamenta de que su ¡°proverbial discreci¨®n y rechazo al protagonismo¡± hayan contribuido a silenciar ¡°incomprensiblemente¡± su obra.
Herrera no lleg¨® a ver a Neil Armstrong pasear por la Luna con un traje espacial muy parecido al que ¨¦l hab¨ªa dise?ado 30 a?os antes para elevarse a 30.000 metros de altura para medir las radiaciones de la estratosfera. ¡°Menos mal que no lo hizo, qui¨¦n sabe si hubiese sobrevivido a eso¡±, recuerda su nieto que comentaba la abuela Irene. ?l le conserva en su memoria como un hombre r¨ªgido en sus opiniones, fruto de su educaci¨®n militar, con el que, sin embargo, se pod¨ªan debatir los temas, y que era capaz de rectificar si le convenc¨ªan los argumentos del contrario. ¡°Mis compa?eros y yo a veces nos escap¨¢bamos del colegio en Suiza para ir a visitarle. ?l nos llevaba a ver museos en Par¨ªs. Mis amigos dec¨ªan que se aprend¨ªa m¨¢s escuch¨¢ndole media hora que en seis meses de escuela¡±.
Rechaz¨® una oferta de la NASA. Prefiri¨® quedarse en Par¨ªs esperando la ca¨ªda de la dictadura
Herrera nieto recuerda tambi¨¦n c¨®mo su abuelo le explicaba pacientemente los problemas de matem¨¢ticas que ¨¦l no entend¨ªa durante los veranos que el general pasaba en su casa en Ginebra. Al hablar del ¡°abuelo Emilio¡± a¨²n se le escapa alguna lagrimilla y rememora con simpat¨ªa las visitas a su hogar suizo de Pablo Picasso y de Neruda ¡ª¡°me sab¨ªa fatal, porque cuando ven¨ªa, Neruda dorm¨ªa en mi cama, y yo, en el sof¨¢¡±¡ª.
El pionero del aire Emilio Herrera regres¨® a su hogar en 1993, cuando se trasladaron sus restos al cementerio de su Granada natal en un acto presidido por los Reyes de Espa?a. El general de las alturas descansa en el pa¨ªs al que nunca perdi¨® de vista.
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