La gran novela leve
Alejandro Zambra se ha convertido en un maestro de la liviandad y la ficci¨®n autobiogr¨¢fica con obras como 'Bons¨¢i' o 'Formas de volver a casa' El chileno fue seleccionado por la revista 'Granta' entre los mejores escritores j¨®venes en espa?ol
Alejandro Zambra naci¨® en Chile el a?o 1975. La dictadura de Pinochet viv¨ªa su periodo m¨¢s negro. La antigua dirigencia de la Unidad Popular estaba toda en el exilio, o muerta. El pa¨ªs se hallaba enteramente controlado por los militares. Santiago era una ciudad tomada. Ya no hab¨ªa resistencia, pero continuaba la persecuci¨®n. El organismo encargado de realizar el aseo ideol¨®gico se llamaba DINA ¡ªDirecci¨®n de Inteligencia Nacional¡ª, y hab¨ªa entrado formalmente en funcionamiento durante 1974, gracias a un decreto ley que la oficializaba. En 1975 Pinochet viaj¨® a Madrid, al entierro de Franco. En otro ¨¢mbito, Chile viv¨ªa una revoluci¨®n neoliberal. Los economistas de Chicago, disc¨ªpulos de Milton Friedman, experimentaban ac¨¢ las teor¨ªas de su maestro. Servimos de laboratorio. La pobreza campeaba. Para cubrir la desocupaci¨®n inventaron el PEM (Programa de Empleo M¨ªnimo), y no era raro toparse por ah¨ª con piquetes de obreros moviendo piedras de un lugar a otro. Zambra creci¨® en Maip¨², una comuna capitalina de clase media, donde miles de personas llegaron a vivir, en villas de casas pareadas y peque?as, a fines de los setenta. Muchos de sus habitantes con gusto se autodefinir¨ªan como ¡°gente de esfuerzo¡±.
La generaci¨®n de la que Zambra es el escritor que m¨¢s lejos ha llegado ¡ªlo han traducido a varios idiomas y publicado en EE UU, con muy buena cr¨ªtica¡ª entraba a la adolescencia cuando retorn¨® la democracia en 1989. ¡°La adolescencia fue verdadera, pero la democracia no tanto. Trat¨¢bamos de entender lo que ocurr¨ªa: igual era una dictadura, igual estaba Pinochet en el poder. Era un Chile del triunfo, de la democracia inmediata, de l¨ªderes con mucho miedo, que estaban obligados a mostrar esta cara sonriente de continuidad del sistema econ¨®mico, y yo lo viv¨ªa muy desde el margen porque estudiaba en la Facultad de Filosof¨ªa, que era un pulm¨®n de resistencia, pero una resistencia que nadie pescaba. Todos parec¨ªan unidos en defender que ¨¦ramos los jaguares de Am¨¦rica Latina y esas cosas que se dec¨ªan entonces. Ah¨ª la literatura tambi¨¦n ten¨ªa una vocaci¨®n de marginalidad, porque ¨¦ramos personas que hab¨ªan optado por el fracaso. Yo ven¨ªa de un colegio totalmente triunfalista (Instituto Nacional, la m¨¢s prestigiosa escuela p¨²blica), pero optar por la literatura era optar por la derrota. No te promet¨ªa ning¨²n trabajo, salvo, en el mejor de los casos, hacer clase en la Universidad. Se viv¨ªa muy tristemente. Muchos ¨¦ramos j¨®venes conflictuados. Escuch¨¢bamos a Radiohead todo el d¨ªa. Los noventa es una ¨¦poca en la que me interesa indagar¡±.
Zambra en tres palabras
Fumador. Unos cuantos meses atr¨¢s, Alejandro volvi¨® a fumar. No s¨¦ si lleg¨® nuevamente a los tres paquetes diarios, pero no pasa media hora sin encender un cigarrillo. Si para hacerlo tiene que salir al aire libre, se fuma dos al hilo para aprovechar el viaje. No parece tener otro vicio. Es un buen chico. Toma y se emborracha, pero en lugares y momentos donde corresponde que suceda. Tambi¨¦n fuma marihuana de cuando en vez, como la gente normal. De drogas duras ni hablar; supongo que algunas las ha probado, pero no es de temple rocanrolero, sino m¨¢s bien un tipo calmo y bien portado. No tiende a los esc¨¢ndalos. Incluso cuando est¨¢ loco por prender un pucho, se las arregla para transmitir la urgencia sin brusquedad.
Bola?o. Zambra fue el escritor chileno que mejor agarr¨® la ola de Bola?o. Mientras otros novelistas nacionales, como Contreras y Mar¨ªn, lo miraban con sospecha y un pretendido desd¨¦n, Zambra lo admir¨® desde el primer momento. De Los detectives salvajes dijo que se hab¨ªa le¨ªdo sus seiscientas veintid¨®s p¨¢ginas de una sentada. A continuaci¨®n explot¨® violentamente su fama, y Zambra supo navegar con habilidad sobre sus ondas expansivas. La bola?itis le abri¨® camino.
Poetas. Alejandro Zambra comenz¨® escribiendo poes¨ªas. Todav¨ªa las escribe. Pertenec¨ªa a uno de los muchos grupos de poetas que existen en Chile. Hasta el d¨ªa de hoy, no son pocos los lugares donde se puede escuchar, cada tanto, a uno que declama. En las ferias de libros regionales hay siempre un lugar donde recitan sin apuro. Cuando un poeta se sube a leer sus versos en un estrado, no es f¨¢cil bajarlo. Los poetas de ac¨¢ toman mucho vino navegado. Publican en peque?as editoriales que de milagro sobreviven. Sienten un cierto desprecio por la narrativa. No s¨¦ si a¨²n sucede, pero hasta hace poco un verdadero poeta no le¨ªa novelas: solo poemas y ensayos. Raro, porque a Neruda le encantaban las historias policiales, o quiz¨¢s por lo mismo. Con los poetas nunca se sabe. "Ellos suspiran y responden lo que han respondido siempre: que solo la poes¨ªa salvar¨¢ el mundo, que hay que buscar, en medio de la confusi¨®n, palabras verdaderas y aferrarse a ellas. Lo dicen sin fe, rutinariamente, pero tienen toda la raz¨®n", seg¨²n Zambra.
En Bons¨¢i, su primera novela, toda esa ajenidad queda destilada en un texto brev¨ªsimo. ¡°La idea era que fuera un bons¨¢i de libro, un libro como de mentira. Hay un descreimiento respecto de la novela en la base de Bons¨¢i¡±, explica. ¡°Nuestros profesores ven¨ªan del exilio, muy desencantados de todo, por lo que no eran parte de esa fiesta en la que durante esos a?os se supone que viv¨ªa el pa¨ªs. No llegaban como h¨¦roes, sino que volv¨ªan como fantasmas, descoyuntados vitalmente, equilibrando las separaciones y el escepticismo, y nosotros aprend¨ªamos de ellos a desconfiar de todo. Ser inteligente era no creer en Dios, no creer en ning¨²n proyecto pol¨ªtico serio, no creer en nada. Regocijarse en el rizoma, las indeterminaciones, la posmodernidad. Y Bons¨¢i nace por eso, contra eso. Buscando algo¡±. Sus personajes ¡ª¡°que no son exactamente personajes, aunque tal vez conviene pensarlos como personajes¡±, aclara el narrador de Bons¨¢i¡ª son tan cre¨ªbles como distantes, encerrados en su mundo de sexo y literatura, de vidas m¨ªnimas (as¨ª se llama un libro de Gonz¨¢lez Vera que Zambra admira) experimentadas con la soberbia ¡°de los que se creen mejores, m¨¢s puros que el resto¡±. Es la historia de una pareja de estudiantes de literatura, que apenas salen al espacio p¨²blico. El escenario de la trama es m¨¢s su m¨²sica emotiva y nost¨¢lgica que lugares concretos. El contexto es m¨¢s psicol¨®gico que hist¨®rico, m¨¢s interpersonal que pol¨ªtico, aunque los que vivimos ese tiempo sabemos que trasunta realidad. ¡°Federico Schopf dec¨ªa en clase que nosotros hab¨ªamos crecido en la anestesia, que ¨¦ramos incapaces de sentir el mundo. Y algo de eso hab¨ªa. ?ramos ¨¢rboles reprimidos. Quer¨ªamos despertar, pero no siempre sab¨ªamos que est¨¢bamos durmiendo. La literatura nos despertaba, pero cuando present¨ªamos esa obligaci¨®n de escribir sobre la dictadura, pens¨¢bamos que pod¨ªamos escribir de cualquier cosa, que nadie nos pod¨ªa obligar a escribir sobre nada¡±.
Se dec¨ªa que quienes llegaron a la juventud durante los noventa aseguraban ¡°no estar ni ah¨ª¡±. Frente al entusiasmo ideol¨®gico de las generaciones anteriores, respond¨ªan con dicha f¨®rmula. Psic¨®logos y soci¨®logos escribieron multitud de tratados al respecto. ¡°Nosotros, en realidad, s¨ª est¨¢bamos ah¨ª, pero no sab¨ªamos con qu¨¦. La democracia era una dictadura disimulada, a veces de manera burda. El asunto comenz¨® a cambiar cuando tomaron preso a Pinochet en Londres, reci¨¦n en 1998. Vista en retrospectiva, la cosa es muy simple y fuimos todos unos mediocres, del presidente para abajo, pero se experimentaba un ambiente todav¨ªa muy opresivo, tambi¨¦n en la prensa, no exist¨ªa entonces ni siquiera The Clinic, y los pocos intentos por hacer diarios de izquierda o menos comprometidos con la derecha terminaron en farras o fracasos. Nosotros crecimos con cierta violencia expl¨ªcita, ocultada por los medios de comunicaci¨®n, y con mucha violencia cotidiana casi imperceptible. Por eso, aunque suene antip¨¢tico, yo creo que la funci¨®n de la literatura tiene que ver con la complejidad. La literatura quiere captar la complejidad de los hechos, no simplificarlos. Mi estilo o mi deseo de estilo nace de eso: de querer narrar lo complejo, lo incierto, con las palabras y las formas m¨¢s simples posibles¡±.
¡ª?Te han sorprendido, al convertirte en un escritor le¨ªdo m¨¢s masivamente, lecturas inesperadas de tus propios textos?
¡ªS¨ª, claro. De ser un ni?o muy te¨®rico e inteligentoso, la literatura pas¨® a servirme para explicarme cosas de las que no estaba seguro. En Formas de volver a casa yo sab¨ªa lo que estaba narrando, pero pretend¨ªa tambi¨¦n disolver otras certezas, conseguir una cierta ambig¨¹edad. Que el libro fuera muchas cosas a la vez. Y por supuesto que algunas cosas no sab¨ªa que estaban ah¨ª. Eso es lo que tiene la literatura de intransferible: existen fragmentos no calculados. Creo que intent¨¦ otra manera de hablar de la dictadura chilena, que a ratos desconcierta. Hay escritores chilenos profesionales que recorren Europa¡
¡ªComercializando el dolor.
¡ªClaro, y bueno, sabemos qui¨¦nes son. A veces cuesta explicar en el extranjero que ac¨¢ exist¨ªa una vida cotidiana mientras suced¨ªan hechos horrendos. Un periodista franc¨¦s, a prop¨®sito de Formas de volver a casa, me pregunt¨® c¨®mo era posible que un ni?o anduviera por las calles en ese tiempo, sin saber que los ni?os de entonces and¨¢bamos por las calles harto m¨¢s que los de ahora.
En los a?os noventa la democracia era una dictadura disimulada. Todo empez¨® a cambiar cuando tomaron preso a Pinochet en Londres
Los libros de Zambra, no es ni necesario pregunt¨¢rselo, son autobiogr¨¢ficos. Hurguetean en ¨¦l mismo. Hay una voz que los atraviesa. Cualquiera sea el conflicto ¡ªsiempre finalmente ¨ªntimo¡ª est¨¢ el testimonio de un narrador encarnado. ¡°En Formas de volver a casa pagu¨¦ una deuda con mi infancia. Durante mucho tiempo pens¨¦ que mi experiencia no ten¨ªa importancia. Era el tiempo en que lo realmente significativo era que se esclarecieran los cr¨ªmenes, que las v¨ªctimas de la tortura pudieran hablar; los que importaban no ¨¦ramos nosotros ¡ªlos hijos de la clase media del extrarradio, despolitizada¡ª sino los hijos de las v¨ªctimas. Si entonces me hubieran dicho que escribir¨ªa una novela sobre la villa en que viv¨ªa en Maip¨², no lo hubiera cre¨ªdo. Esa novela, m¨¢s que relatar hechos, lo que quiere es hacerse cargo de la imposibilidad de relatarlos. En rigor, ah¨ª hay experiencias, pero tambi¨¦n est¨¢ la sensaci¨®n de que no valen la pena de ser narradas, porque hay asuntos que son m¨¢s importantes. En el fondo tiene que ver con el duelo, cuando este se transform¨® en algo realmente colectivo en Chile. Esto debe haber pasado hace unos diez a?os. Dej¨® de ser un asunto solamente de las v¨ªctimas, y la mayor¨ªa de los chilenos entendieron que estas cosas le hab¨ªan pasado al pa¨ªs. A¨²n quedan muchos cr¨ªmenes sin resolver, todav¨ªa campea la impunidad, pero al menos los chilenos entendimos, la mayor¨ªa, que el duelo es colectivo¡±.
Alejandro Zambra es un tipo apacible. Tiene la curvatura f¨ªsica y los modales de un joven profesor de letras, admirado por sus alumnos. Hace clases de poes¨ªa chilena en la Universidad Diego Portales. Se r¨ªe con facilidad, pero sin perder la compostura. No le interesa llamar la atenci¨®n con historias extra?as ni an¨¢lisis rebuscados, aunque ocasionalmente hace alardes de ingenio con chistes de la escuela inglesa.
¡ª?Siempre pensaste en narrar, en escribir novelas?
¡ªNo. Empec¨¦ a escribir novelas la primera vez que me atrev¨ª a decir yo, aunque no dijera yo expl¨ªcitamente. Mi generaci¨®n se cri¨® en el prestigio de lo indirecto, de lo intelectual. Mis primeros textos literarios eran sin sujeto. Era de mal gusto hablar de uno mismo, y a la vez era de mal gusto reclamar. Si te cagaban, te volv¨ªas un rencoroso, pero reclamar era denigrarse. Cuando sent¨ª mucha necesidad expresiva, eso se rebas¨® y ah¨ª apareci¨® la voluntad de narrar algo. La liviandad del comienzo de Bons¨¢i, por ejemplo, fue muy raro para m¨ª descubrirla como un tono posible. Todo ten¨ªa que ser esencial y profundo.
¡ªEso parece que se llama juventud. Pero, ?qu¨¦ te dice la honestidad en literatura?
¡ªYo la reivindicar¨ªa tambi¨¦n en relaci¨®n con la ficci¨®n. Creo que hasta puedes ser m¨¢s honesto inventando personajes que fingiendo una voz ¨²nica. La honestidad tiene que ver tambi¨¦n con esa complejidad de la que habl¨¢bamos. Por ejemplo, un amor de juventud. Uno olvida que a los 15 a?os estabas enamorado de una polola y la vida te parec¨ªa inimaginable sin ella. Habr¨ªa que ser capaz de recordar eso, sin nostalgia, de la manera m¨¢s realista posible, sin sentirnos superiores a quienes ¨¦ramos. En ese sentido, la literatura est¨¢ en contra de la simplificaci¨®n del presente, del pasado o del futuro. Y esto tiene que ver con la precisi¨®n, con ¡°la moralidad de la precisi¨®n¡±, como dec¨ªa Ezra Pound. Cuando llegas a una imagen muy precisa, eso desestabiliza las cosas en lugar de ordenarlas. En vez de fijar, te hace ver el lugar en que realmente estabas. Muchas veces, la mala literatura es un mecanismo de validaci¨®n, de mentira en el sentido m¨¢s burdo de la expresi¨®n. Eso no me interesa. Prefiero lo de Carver: ¡°Sin hero¨ªsmos, por favor¡±. El protagonista de Formas de volver a casa es cuestionado por los otros personajes de la novela. No est¨¢ heroiz¨¢ndose. Relatos heroicos se pueden escribir todos los d¨ªas, porque convivimos con visiones superpositivas de nosotros mismos.
¡ª?Te parece que la literatura chilena ha dado bien cuenta de lo que ocurri¨®?
¡ªNo creo que la literatura tenga que dar cuenta literalmente de los hechos.
¡ªQu¨ªtale lo ¡°literal¡±.
La literatura busca captar la complejidad de los hechos, no simplificarlos. Mi estilo nace de querer narrar lo complejo con palabras simples
¡ªMe parece que s¨ª, pero tambi¨¦n estoy pensando en los documentales y en el periodismo, que yo disfruto much¨ªsimo. El periodismo de investigaci¨®n y la cr¨®nica me parece que son parte de la literatura. No les pido menos de lo que le pido a una novela o un poema. Me gusta lo que est¨¢ pasando, casi siempre a contrapelo de los medios oficiales: editoriales independientes, escritores que buscan y no marcan el paso¡±.
Zambra conquist¨® el escenario literario discretamente. Sus primeros compa?eros de andanzas fueron los poetas de su edad: Andr¨¦s Anwandter ¡ªcon los versos de quien comienza su segunda novela, y a los que debe su t¨ªtulo, ¡°¡como la vida privada de los ¨¢rboles / o de los n¨¢ufragos¡±¡ª y Kurt Folch, entre otros. ?l mismo public¨® dos libros de poemas antes de intentar con la narrativa: Bah¨ªa In¨²til (1998) y Mudanza (2003). Deben ser muy pocos, si acaso los hay, los escritores chilenos que no comiencen escribiendo poes¨ªa. ¡°A todos nos gustaba Enrique Lihn¡±, asegura, el poeta de La musiquilla de las pobres esferas, que nunca sali¨® ¡°del horroroso Chile¡± (eso escribi¨® el poeta), y que muri¨® a los 58 a?os, de un c¨¢ncer fulminante, meses antes de que la dictadura fuera vencida en el plebiscito. Nunca escuch¨® el aplauso del p¨²blico, pero a cambio, y en parte por lo mismo, se qued¨® con el cetro de poeta de los poetas.
¡ª?Te interesa algo que no habla del mundo?
¡ªNo. Toda la literatura habla del mundo, pero siempre prefiero alg¨²n grado de apelaci¨®n. No me gusta poner las cosas tan dogm¨¢ticamente, pero hay una literatura que dej¨® de interesarme en el momento en que empec¨¦ a pedirle esa huella de realidad. La literatura que siempre me interes¨® es la poes¨ªa chilena. Nunca me ha decepcionado.
¡ª?D¨®nde radica su particularidad?
¡ªYo creo que en su rebeld¨ªa a lo convencional, incluso cuando parece muy convencional. Si se la compara, por ejemplo, con la espa?ola, es una poes¨ªa muy extravagante. Esa cosa contratextual que Parra le meti¨® a Neruda tiene toda una l¨ªnea de continuidad, incluso contra Parra. Gener¨® una din¨¢mica de mucha rebeld¨ªa al padre. Neruda es asombroso, capaz de poetizarlo todo, chamullento, versero, pero efectivo.
¡ªY parece ser una poes¨ªa muy terrestre, ?no? Ha estado muy vinculada a la pol¨ªtica.
¡ªEso tiene que ver con el mito del poeta chileno. Por alg¨²n motivo son m¨¢s famosos y significativos para la sociedad que los novelistas. F¨ªjate en la cantidad de poetas que escriben columnas de opini¨®n. Tienen un nivel de apelaci¨®n a la sociedad que es in¨¦dito en la poes¨ªa. En otros pa¨ªses se mantiene dentro de los m¨¢rgenes del g¨¦nero.
¡ª?Y t¨², ya optaste definitivamente por contar?
¡ªSigo escribiendo poes¨ªa. Pero tambi¨¦n la poes¨ªa chilena es muy narrativa, la de muchos de mi generaci¨®n, sin ir m¨¢s lejos, como Germ¨¢n Carrasco, Leo Sanhueza, Anwandter, Vero Jim¨¦nez. No est¨¢ re?ida con la prosa. Si aceptamos la teor¨ªa muy discutible de que la prosa se subdesarroll¨® en Chile, ser¨ªa porque la poes¨ªa tambi¨¦n cumple esa funci¨®n. Por ejemplo, Gonzalo Mill¨¢n, un poeta tan exquisito, indudablemente habla de cosas que nos importan.
¡ª?Te interesa el Chile de hoy?
¡ªClaro que s¨ª. Est¨¢n pasando cosas. Hace tiempo que se est¨¢n soltando amarras, que hay una visi¨®n cr¨ªtica de la sociedad que va contra la median¨ªa. A la vez, la Transici¨®n ha sido muy lenta. Los enclaves conservadores, los Legionarios de Cristo, el Opus Dei, la derecha m¨¢s recalcitrante est¨¢ perdiendo poder. Ven que se viene algo y la manera de contrarrestarlo es ofreciendo un poquito. Ahora hay una generaci¨®n nacida en democracia que no tiene por qu¨¦ entender los traumas del pa¨ªs. A m¨ª me gusta mucho estar ac¨¢. No me ir¨ªa. Me encanta lo que est¨¢ pasando.
Patricio Fern¨¢ndez es escritor, periodista y director de la revista chilena The Clinic.
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