¡°El poder cultural le abre la puerta al flamenco como haci¨¦ndole un favor¡±
El escritor F¨¦lix Grande afirma que la pol¨ªtica econ¨®mica actual pretende devolvernos a la esclavitud "disimulada", al siglo XIX
El narrador y poeta, Premio Nacional de Poes¨ªa, de las Letras y de Flamencolog¨ªa F¨¦lix Grande (M¨¦rida 1937), asegura que quiz¨¢ haya escrito ¡°un par de miles de p¨¢ginas¡± sobre flamenco como manera de expiaci¨®n por haber dejado de tocar aquella guitarra que compr¨® por 20 pesetas en Tomelloso (Ciudad Real), donde creci¨®, y donde se aficion¨® al flamenco de la mano de su padre y de su abuelo. Su progreso con las cuerdas en tres meses hab¨ªa sido tal, que el vendedor le perdon¨® las 80 que a¨²n le deb¨ªa. Pero, despu¨¦s, ¡°llegaron los Paco de Luc¨ªa, los Manolo Sanl¨²car y los Serranito¡± y decidi¨® que su camino hab¨ªa de ser otro. ¡°Me di cuenta de que no pod¨ªa coquetear con la guitarra, que deb¨ªa acostarme y vivir con ella cada d¨ªa y¡ comenc¨¦ con la literatura, ten¨ªa que ganarme la vida...¡±. Grande no se ha arrepentido, aunque sufriera un periodo de duelo por el adi¨®s al instrumento que guard¨® bajo llave. ¡°Veo a chavales de 15 o 18 a?os que se comen la guitarra. Yo solo ir¨ªa corriendo tras ellos¡±, afirma. Su defensa del flamenco sigue siendo apasionada, y as¨ª lo demuestra en un descanso del curso que ahora dirige -Memoria y celebraci¨®n del flamenco- en la Universidad Internacional Men¨¦ndez Pelayo mientras se fuma un cigarrito. Y la denuncia de los poderes que matan la cultura saca lo m¨¢s feroz de este hombre amable, de hablar suave y pausado.
¡°El flamenco que tenemos ahora es el resultado de la desobediencia de muchos artistas con los pies bien puestos en la tradici¨®n, que se han tenido que enfrentar a la ortodoxia¡±, dice Grande, que recuerda la historia de ¡°ninguneo por no decir persecuci¨®n¡± que ha acompa?ado al g¨¦nero. El autor de Memoria del flamenco (Alianza Editorial) entre su extensa obra de poes¨ªa, ensayo y narrativa, relata los sudores que ha costado que llegue a las universidades. ¡°Los flamenc¨®logos han tenido que luchar tambi¨¦n contra la ortodoxia¡±, sobre todo aquella franquista que en los a?os sesenta se opon¨ªa a que el cante fuera le¨ªdo desde una ¨®ptica pol¨ªtica y social. ¡°Sin esto, hubiera perdido buena parte de su capacidad de resistencia y de convertir el dolor en un lenguaje universal¡¡±, a?ade. Se nombra la terapia que el flamenco logra seg¨²n Grande, y surge la figura de Johann Sebastian Bach.
?Existe el mismo respeto por el flamenco dentro y fuera de las fronteras espa?olas? ¡°Creo que lo que aqu¨ª se considera de segunda divisi¨®n, se celebra y aplaude en el extranjero con el mismo fervor que se har¨ªa con Bach¡±. Grande vuelve al m¨²sico barroco para hablar del arte que transforma el sufrimiento en consuelo. ¡°Siempre nos olvidamos de que compuso su m¨²sica ante las 12 tumbas de su primera mujer y sus 11 hijos y padeci¨® el desd¨¦n de sus contempor¨¢neos. Esa criatura estaba en carne viva, como est¨¢ el flamenco desde que naci¨®¡±.
El flamenco sufre as¨ª otro tipo de llagas abiertas por la crisis y porque hay a¨²n recelos a que sea situado al mismo nivel que otras disciplinas art¨ªsticas. ¡°Es verdad que el poder cultural le abre cada vez m¨¢s la puerta, pero como haci¨¦ndole un favor¡¡±. El tema de las medidas que se adoptan ante la crisis hace que F¨¦lix Grande cambie el tono y muestre su enojo porque piensa que los recortes en cultura, en sanidad o educaci¨®n, adem¨¢s de la subida del IVA, son un ¡°disparate¡±. ¡°Hay una especie de golpe de Estado planetario que lo han creado los grandes financieros de codicia c¨®smica. El sue?o de esta gentuza es devolvernos a la esclavitud disimulada, hacia el siglo XIX¡ ?Est¨¢n locos!. La historia no ha retrocedido nunca y si alguna vez lo ha hecho ha sido para tomar impulso¡±, se?ala el flamenc¨®logo.
Pero el flamenco a¨²n no ha narrado esta crisis, contin¨²a, porque ¡°ha empezado hace poco¡± y ¡°la rumia del dolor, del sufrimiento y de la carencia hasta convertirse en lenguaje tiene su tiempo¡±. Grande habla de que inevitablemente ha de llegar esa expresi¨®n, por el trato ¡°humillante¡± que sufren ahora cantaores, guitarristas o bailaores que ¡°mendigan¡± conciertos y deben aceptar que se les pague ¡°en seis meses¡±. ¡°?Qu¨¦ desd¨¦n hay en eso? ?P¨¢gale hoy, hombre!¡±.
Si el poeta considera que los artistas ¡°se las arreglar¨¢n para responder¡±, ve un motivo de celebraci¨®n en que las fronteras naturales del flamenco se hayan desvanecido. Adem¨¢s de ¡°una afloraci¨®n maravillosa de guitarristas en Cordoba¡±, de ¡°una chiquilla, Concha Jare?o que es de Vallecas¡±, del cantaor Paco del Pozo ¡°que no es gitano, que no es andaluz ni jam¨¢s se ha emborrachado a lo bestia¡±, Grande se regocija en los nuevos derroteros que ha tomado la discusi¨®n sobre cu¨¢l es la novena provincia de Andaluc¨ªa. ¡°Se dijo que la duda estaba entre Barcelona y Madrid. Ahora la duda est¨¢ entre estas ciudades, y Tokio y Mont de Marsan¡ Se ha convertido por fin en lo que ha sido pr¨¢cticamente desde el principio: en una m¨²sica universal. ?D¨®nde est¨¢ el flamenco? Ya no es andaluz, de Triana o de Jerez, aunque siga teniendo esas ra¨ªces que nutren toda su evoluci¨®n. ?Alegr¨¦monos!¡±.
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