¡°Van Morrison mat¨® a mi marido. A disgustos¡±
El norirland¨¦s echa chispas al saber que Warner va a reeditar uno de sus discos m¨¢s populares, 'Moondance', en versiones ampliadas
La ¨²ltima de Van Morrison: el norirland¨¦s echa chispas al saber que Warner va a reeditar uno de sus discos m¨¢s populares, Moondance, en versiones ampliadas. Seg¨²n Van, ¡°mi compa?¨ªa de management regal¨® esa m¨²sica hace 42 a?os y ahora siento que me la vuelven a robar de nuevo¡±.
Apuesto a que Morrison ya no recuerda el inmenso alivio que sinti¨® en 1968 cuando firm¨® con Warner. La peque?a compa?¨ªa que le lanz¨® como solista estaba de capa ca¨ªda. Su fundador, Bert Berns, hab¨ªa muerto de un infarto (para la viuda, consecuencia directa de los disgustos que le causaba Van). Su contrato pas¨® a unos acreedores, caballeros amenazadores de apellidos italianos.
Cierto, cuesta aceptar que una disquera de ¨¦xito entrara en n¨²meros rojos. Se supone que Bertrand Russell Berns (1929-1967) ten¨ªa el toque del Rey Midas. Nacido en el Bronx, de padres rusojud¨ªos, hab¨ªa desarrollado pasi¨®n por la m¨²sica afrocubana, llegando a vivir en La Habana prerrevolucionaria. Algo de esa querencia latina aparec¨ªa en su primer gran impacto, el Twist and shout de los Isley Brothers, luego universalizado por los Beatles.
Ace ha editado dos vol¨²menes de The Bert Berns story que explican minuciosamente sus ocho a?os de actividad, con gloriosos trabajos para Solomon Burke (Cry to me, Everybody needs somebody to love) y otras figuras de Atlantic, como The Drifters, Esther Phillips, Wilson Pickett o Barbara Lewis. Aport¨® piezas esenciales para el cancionero de Janis Joplin, como Piece of my heart (originalmente grabada por Erma Franklin) y Cry baby (idem por Garnett Mimms). Adem¨¢s, proporcion¨® material a los Animals, Lulu o Them. El cantante de estos ¨²ltimos se llamaba Van Morrison.
Bert Berns fue uno de los grandes graduados del Brill Building
En 1965, Bert Berns ten¨ªa suficiente estatura en el negocio para montarse su propio sello, Bang Records. Que dio sus primeros pasos con haza?as de los Strangeloves (I want candy) y los McCoys (Hang on Slooppy). Aunque el verdadero tesoro de Bang estaba en dos cantautores rockeros: un chavalito jud¨ªo de Brooklyn, Neil Diamond, y Van Morrison. El de Belfast quer¨ªa un ¨¦xito que le estableciera como solista, pero cuando lo consigui¨® ¡ªBrown eyed girl, 1967¡ª le reconcom¨ªa que sonara en versi¨®n censurada. En Bang grab¨® su estremecedor T. B. sheets, 10 minutos donde exploraba su horror ante una antigua novia aquejada de tuberculosis. Y encajaba en el universo sonoro de Berns: su Chick-a-boom era un rock latinizado marca de la casa.
?C¨®mo el contrato de Van termin¨® en manos de la Mafia? Sol¨ªa ocurrir que las independientes, necesitadas de liquidez, ped¨ªan un pr¨¦stamo a usureros; al no conseguir cobrar, estos se quedaban con activos de la compa?¨ªa. Al menos, eso pensaba Joe Smith, futuro presidente de Warner Music. Indag¨® y se enter¨® de que los nuevos propietarios del contrato carec¨ªan de vocaci¨®n por la industria musical y estar¨ªan encantados de cederlo por 20.000 d¨®lares, en efectivo. No les ca¨ªa bien Morrison: se hab¨ªa instalado en Massachusetts, pretendiendo esquivar sus compromisos con Bang.
Joe Smith lo cuenta como una secuencia de Martin Scorsese. Tras convencer a la c¨²pula de Warner de que Morrison es un artista estrat¨¦gico, se cita en un desierto almac¨¦n neoyorquino con dos tipos. Ellos muestran el documento de cesi¨®n del contrato, ¨¦l entrega su malet¨ªn lleno de d¨®lares. Cuando se marcha, Smith se siente paranoico: quiz¨¢ abajo le esperan unos c¨®mplices para robarle el contrato... o peor. Abre una ventana y se tira desde el tercer piso (¡°Sab¨ªa hacerlo, estuve en los paracaidistas¡±). Solo respira tranquilo cuando pilla un taxi y se aleja. Pocas semanas despu¨¦s, Van Morrison entra a grabar Astral weeks, seguramente ignorante de que pudo terminar en el fondo del r¨ªo Hudson.
Babelia
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