No leer¨¦ m¨¢s ¡®e-mails¡¯
Eric Satie no abr¨ªa nunca las cartas que recib¨ªa, pero las contestaba todas. Miraba qui¨¦n era el remitente y le escrib¨ªa una respuesta
Eric Satie no abr¨ªa nunca las cartas que recib¨ªa, pero las contestaba todas. Miraba qui¨¦n era el remitente y le escrib¨ªa una respuesta. Cuando muri¨®, encontraron todas las cartas por abrir, y algunos amigos se lo tomaron a mal. Sin embargo, no era para enfadarse. Cuando publicaron las cartas juntamente con sus respuestas, el resultado fue muy interesante. ¡°Esa correspondencia es fant¨¢stica porque todos ah¨ª hablan de cosas distintas y, por supuesto, esa es la esencia del di¨¢logo¡±, coment¨® Ricardo Piglia.
Este verano me embarqu¨¦ en el velero Zacapa, un Frers Dorado 36, bautizado con nombre de ron por el color de su madera. Dos expertos navegantes ¡ªuno es publicista y due?o del barco y el otro es un escritor amigo¡ª me permitieron subir a bordo en el puerto de Marsella, la ciudad donde con gran vor¨¢gine he pasado los ¨²ltimos meses escribiendo mi ¨²ltima novela y meti¨¦ndome en l¨ªos indeseables.
Debo decir que en ning¨²n momento me obligaron a colaborar en los trabajos del Zacapa, aunque, al parecer, viendo que no arrimaba el hombro para nada y solo me limitaba a espiar sus di¨¢logos en alta mar, hubo momentos en que los dos sintieron deseos de tirarme por la borda.
Finalmente, me dejaron en un hotelito en la bah¨ªa de Nora, al sur de Cerde?a, junto las ruinas del poblado fenicio de Pula. Llevo aqu¨ª cinco d¨ªas entre la playa y la piscina y la visita obsesiva a las ruinas, que son sin duda lo m¨¢s interesante de los alrededores.
El wifi del hotel ha funcionado de forma tan irregular que me ha desquiciado. Como venganza, pero tambi¨¦n como juego de despedida y gui?o a Satie, voy a homenajear hoy a la verdadera esencia de todo di¨¢logo respondiendo e-mails que me han llegado durante las vacaciones y que no he le¨ªdo ni pienso leer.
Al e-mail 1 (un gran amigo) le he respondido que no somos tan cabrones y que la prueba est¨¢ en que algunos figurones literarios deben m¨¢s de uno de sus ¨¦xitos a que nos ha dado apuro parecer envidiosos.
Al e-mail 2 (sospecho que un entrevistador) le he respondido que hay una escritora, Elisabeth Robinson, que a la cuesti¨®n de si es autobiogr¨¢fica o no su obra narrativa siempre contesta: ¡°S¨ª, el diecisiete por ciento. Siguiente pregunta, por favor¡±.
Al e-mail 3 le he recomendado no leer a los que tratan de imponer alg¨²n tipo de escritura excluyendo a las dem¨¢s, porque es de mendrugos no defender que han de existir m¨²ltiples formas de literatura, tantas como formas de vida.
?Al e-mail 4 (el entrenador del Bayern) le he escrito dici¨¦ndole que los cr¨ªticos presumidos s¨®lo mejoran cuando est¨¢n morenos.
Al e-mail 5 le he confiado que en Marsella so?¨¦ todo el rato que encontraba en la calle balas sin detonar.
Al e-mail 6 (editor en crisis que solo ha defendido intereses comerciales y nunca intelectuales) le he insinuado que en la adversidad conviene muchas veces tomar por fin un camino atrevido.
?Al e-mail 7 le he dicho que me habr¨ªa gustado refugiarme un a?o entero en Par¨ªs o en Nueva York y huir de los capullos de mi tierra, pero ya es tarde para todo.
Al e-mail 8 (remitente de naturaleza envidiosa) le he contado que no iba a tardar nada yo en untar de mantequilla una tostada.
Al e-mail 9 le he dicho que la verdad tiene la estructura de la ficci¨®n.
Al e-mail 10 le he explicado que no me molestar¨ªa conocer Abu Dabi si pudiera volver el mismo d¨ªa.
Al e-mail 11 le he dicho que entre mis autores preferidos est¨¢n David Markson y Flann O¡¯Brien, y todos los autores preferidos por Markson y O¡¯Brien, y todos los autores que estos, a su vez, prefer¨ªan.
Al e-mail 12 le he escrito como si le estuviera enviando una carta postal: De vacaciones en Cerde?a. Ruinas y luna llena. Comida espectacular. Me he negado a hacer amigos. Abrazos.
Al e-mail 13 le he contado que me he cansado ya de esperar, de emprender, de lograr, de abrochar y desabrochar, de perseverar, de insistir.
Al e-mail 14 (un escritor principiante) le he dicho que no leo nada por miedo a encontrar cosas que est¨¦n bien.
Al e-mail 15 le he explicado que he podido confirmar que es cierto que cuando miras al abismo, el abismo tambi¨¦n te mira a ti.
Al e-mail 16 le he contado que la mayor discusi¨®n de mi vida la tuve en Soria y dur¨® dos d¨ªas y lleg¨® a ser violenta: discut¨ª sobre c¨®mo se pronunciaba Robert Mitchum.
Al e-mail 17 le he confirmado que Norma Jean Baker se mat¨®.
Al e-mail 18 le he recordado que todo permanece pero cambia, pues lo de siempre se repite mortal en lo nuevo, que pasa rapid¨ªsimo.
Cuando iba a cerrar el ordenador, ha entrado desde Marsella in extremis el e-mail 19, al que he contestado que no voy a pagarle mi deuda y que lo siento pero voy con prisas, porque salgo de inmediato hacia las ruinas de Pula, donde ¡ªya sabr¨¢ disculparme¡ª lo he dispuesto todo para esta noche suicidarme.
Tal vez me env¨ªe otro correo. Da igual. Enti¨¦ndaseme, es algo serio y yo s¨¦ que definitivo: no leer¨¦ m¨¢s e-mails.
Babelia
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