Ascensi¨®n Concheiro, ¡®Chonchi?a¡¯, un siglo sobre la tierra
La gallega protagoniz¨® una vida de novela durante la Guerra Civil y el exilio
El problema que se dilucida con la cuesti¨®n de la memoria hist¨®rica no es tanto el olvido, ese inexorable ¡°olvido que seremos¡±, como la intencionada e impune substracci¨®n por parte de los ladrones de esperanza. Con Chonchi?a la memoria estaba segura. Era un arca hecha con la mejor madera de la humanidad. Hab¨ªa cumplido cien a?os el pasado primero de mayo. Ascensi¨®n Concheiro, Chonchi?a, recibi¨® ese d¨ªa el mejor homenaje y tal vez en el mejor lugar, en M¨¦xico DF, donde pas¨® ¡°la ¨¦poca m¨¢s feliz de mi vida¡±: gente amiga, curtida en exilios y di¨¢sporas, le cant¨® Las Ma?anitas. Y en aquella jornada on¨ªrica, ?un cumplea?os de cien a?os!, ella correspondi¨® con una chispa de la historia, con una ben¨¦fica provocaci¨®n: cant¨® La Internacional.
Ahora que la ¨²nica internacional en activo es el FMI, el canto de Chonchi?a son¨® a la manera de lo que se escucha por vez primera, como un lieder rom¨¢ntico en que la ¡°joven abandonada¡± de Schumann ser¨ªan los parias de la tierra. Ella era siempre as¨ª. La sent¨ªas as¨ª. Cercana y diferente a un tiempo. Una belleza misteriosa y transparente, que ironizaba con el paso del tiempo. Una fuerza ajena al odio, y que nac¨ªa de la ternura. Pero de una ternura firme. Valerosa. Sin tonter¨ªas. En su casa, fuese en la mejicana calle de Aguascalientes, pr¨®xima al mercado de Medell¨ªn, o en el barrio de San Bartomeu, en Tui, no hab¨ªa un resquicio para la injusticia.
Chonchi?a regres¨® a M¨¦xico DF a finales del a?o pasado. Volv¨ªa a la tierra de acogida, donde hab¨ªa vivido con su esposo, el m¨¦dico Francisco Paco Comesa?a, desde 1947 hasta la muerte de Franco en 1975. All¨ª trabajaron y lucharon. Conocieron a gente extraordinaria, como Diego Rivera o Frida Khalo. Fueron 34 a?os de exilio en M¨¦xico, adem¨¢s en Cuba, adonde llegaron en 1944 a bordo del Marqu¨¦s de Comillas. Chonchi?a hizo la traves¨ªa embarazada y dar¨ªa luz a un ni?o, Francisco Javier, en el hospital habanero Hijas de Galicia, y que llegar¨ªa a ser un gran violinista. La historia se repet¨ªa. El doctor Comesa?a tambi¨¦n hab¨ªa nacido en Cuba. Condenado a pena de muerte por su defensa del r¨¦gimen legal republicano, fue esa circunstancia, la nacionalidad cubana, la que le salv¨® in extremis de las manos del verdugo, presionado el franquismo por una fuerte campa?a de solidaridad en toda Am¨¦rica. Ven¨ªan nuevos vientos. El Eje se tambaleaba. Ya en M¨¦xico, nacer¨ªa una ni?a, Mari¨¢ngeles. Poeta, activista cultural, fue en su casa donde Asunci¨®n Concheiro falleci¨® la pasada madrugada del s¨¢bado.
Es una de esas noticias que al principio tratas con incredulidad. La muerte de Chonchi?a era una hip¨®tesis que pod¨ªa enunciarse, pero que parec¨ªa de naturaleza irreal. No solo por haber cruzado esa barrera de los cien a?os cantando La Internacional como una canci¨®n de cuna. Sino por todo lo dem¨¢s. Por la manera en que ella y Paco consiguieron resistir, mantenerse abrazados tantos a?os, frente a la maquinaria pesada del crimen. Cuando Espa?a, como dice con precisi¨®n el verso de C¨¦sar Vallejo, ¡°cay¨® de la tierra para abajo¡±.
Asunci¨®n era la s¨¦ptima de una familia de doce hijos, con ra¨ªces en Ordes (Galicia). De su sensibilidad y humor, habla este fragmento que aparece en Los recuerdos que llenan mi vida (M¨¦xico, abril de 2013) Cuando conoci¨® a Paco, ambos ten¨ªan 18 a?os. Lo contaban como un amor a primera vista. Un fogonazo fotogr¨¢fico en la c¨¢mara oscura de la Alameda de Santiago. Paco empezaba entonces los estudios de Medicina, que termin¨® en junio de 1936. Pertenec¨ªa entonces a las Juventudes Socialistas. Sus referencias vocacionales eran las de aquellos que abr¨ªan a la medicina social, como N¨®voa Santos, Mara?¨®n o aquel m¨¦dico Rodr¨ªguez, el de las cigarreras de A Coru?a, que equival¨ªa el solo a ¡°una seguridad social¡±.
Cuando estall¨® el golpe, Comesa?a se sum¨® a las iniciativas para defender las instituciones democr¨¢ticas. El 26 de julio, se reuni¨® con Chonchi?a para presentarle a su madre. Ten¨ªan 23 a?os. Ella fue testigo de c¨®mo una partida de guardias y falangistas lo deten¨ªan y lo golpeaban con sa?a hasta cubrirlo de sangre. Y ah¨ª empez¨® su v¨ªa crucis. Las torturas, las sacas y asesinato de los compa?eros, la simulaci¨®n de paseos, la farsa de los juicios sumar¨ªsimos... El doctor Comesa?a fue condenado a muerte. La sentencia estuvo a punto de cumplirse en varias ocasiones. Lo salv¨® esa campa?a en la que incluso tom¨® parte el conservador Diario de La Habana. Como preso, vivi¨® un peregrinaje por diferentes presidios. Chonchi?a segu¨ªa esa estela. Vio como los presos recorr¨ªan cientos de kil¨®metros en ferrocarril, en pleno invierno, con el ¨²nico alimento de una lata de sardinas (y nada para abrirla).
En esa deriva por el amor y la muerte, hay un episodio especial. El d¨ªa en que dos guardias civiles, convencidos por el doctor Comesa?a, acceden a que pasen su ¡°noche de bodas¡± en una pensi¨®n de Vigo, antes de que Paco ingrese en el presidio de San Sim¨®n, esa ¡°f¨¢brica de cad¨¢veres¡±. En aquella noche, tambi¨¦n on¨ªrica, Comesa?a se present¨® como comandante y a los guardias como sus escoltas. Paco y Chonchi?a no quisieron revelar nunca la identidad de aquellos dos hombres que se jugaron la vida por permitirles una noche de amor.
Se ha muerto Chonchi?a. Se ha muerto una luci¨¦rnaga. Solo queda arrodillarse en un prado, frente al mar, mirando a M¨¦xico, y decir: ¡°Am¨¦n.¡±
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