El Buenos Aires eterno como el agua
el tango que interesaba a Borges era el de los inicios, el de la ¡°guardia vieja¡± de fines del XIX y principios del siglo XX
En 1921, Jorge Luis Borges, apenas cumplidos los 22 a?os, regresa a Buenos Aires despu¨¦s de la forzada estad¨ªa de su familia en Ginebra durante la Primera Guerra Mundial. El prop¨®sito declarado del joven poeta es inventar o recuperar una mitolog¨ªa para su ciudad natal. Los barrios nocturnos y tranquilos, el r¨ªo ¡°de sue?era y de barro¡±, las historias de malevos que son, para Borges, la reencarnaci¨®n de las antiguas epopeyas escandinavas y hom¨¦ricas, se har¨¢n parte de ese mundo urbano, so?ado y a la vez tangible, que Borges no dejar¨¢ de rese?ar a lo largo de su vida. Entre esos elementos primordiales est¨¢ el tango.
Como conviene a una m¨²sica que aspira a ser mitol¨®gica, el tango que interesaba a Borges era el de los inicios, el de la ¡°guardia vieja¡± de fines del XIX y principios del siglo XX. Ese era para Borges el verdadero tango, er¨®tico, melanc¨®lico y violento, cuya madre (dijo en la Historia Universal de la Infamia) era la habanera africana. Para concederle este car¨¢cter ancestral, era necesario negarle novedad: as¨ª Borges mantuvo que todo tango escrito despu¨¦s de 1920 era convencionalmente sentimental, y obra de gringos. ¡°La milonga y el tango de los or¨ªgenes pod¨ªan ser tontos o, a lo menos, atolondrados¡±, escribi¨® en 1952, ¡°pero eran valerosos y alegres; el tango posterior es un resentido que deplora con lujo sentimental las desdichas propias y festeja con desverg¨¹enza las desdichas ajenas¡±.
Eduardo Berti, en un espl¨¦ndido ensayo sobre el tema, se?ala que ¡°desde temprano, Borges mantuvo una relaci¨®n de franco conflicto con el tango: en sus poemas lo laud¨® algunas veces, pero en los reportajes sol¨ªa formularle toda clase de reparos o explicar que all¨ª donde sus versos dec¨ªan tango, deb¨ªa leerse en realidad milonga¡±. Si bien al final de su vida Borges lleg¨® a conceder que estos juicios eran probablemente exagerados, sigui¨® afirmando que el tango hab¨ªa sido pervertido por la sensibiler¨ªa moderna.
El tango jalona toda la obra de Borges como elemento af¨ªn a sus otros temas favoritos: el culto del coraje, la dignidad criolla de los guapos, la calidad fat¨ªdica de los naipes, la calidad irreal del tiempo porte?o, la belleza del cuchillo. No la letra de tango (que ser¨ªa a?adida m¨¢s tarde y que Borges mismo llegar¨ªa a escribir para una serie de milongas) sino la m¨²sica de bandone¨®n cuya calidad es a la vez deleitable y peligrosa y que Borges asocia a ¡°la convicci¨®n de que pelear puede ser una felicidad, la emoci¨®n del combate como una fiesta¡±.
Este juicio puede explicar tal vez la duradera pasi¨®n de Borges por el g¨¦nero ¨¦pico, por la historias fant¨¢sticas y violentas, por los h¨¦roes valientes y sanguinarios. En un c¨¦lebre ensayo sobre el hecho est¨¦tico, Borges recuerda que ¡°ya Pater, en 1877, afirm¨® que todas las artes aspiran a la condici¨®n de m¨²sica, que no es otra cosa que forma¡±. Quiz¨¢s Borges sinti¨® que la m¨²sica del tango era la forma a la cual aspiraba su Buenos Aires m¨ªtico, ¡°eterno como el agua y el aire¡±, y que Borges intent¨® reconstruir con palabras.
Alberto Manguel (Buenos Aires, 1948) es escritor e historiador.
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