Este can¨ªbal ni aterra ni conmueve
La forma es de lujo en la nueva pel¨ªcula de Manuel Mart¨ªn Cuenca pero nunca me siento implicado en esa presunta tragedia Mi alivio es infinito cuando aparece la palabra "fin" en 'Octubre/Noviembre'
La obsesi¨®n del pulcro e inexpresivo sastre que protagoniza Can¨ªbal se revela al comienzo del argumento. O sea, que no le hago la faena a ning¨²n futuro espectador al contarlo. Este hombre vocacionalmente solitario, virtuoso en su heredado oficio, tan parco en su lenguaje como en sus gestos, dedica su tiempo libre a asesinar mujeres que han deseado antes sus ojos, a filetearlas cuidadosamente, guardarlas en la nevera y zamp¨¢rselas sin prisas y sin pausas. Inevitablemente, pienso en otros personajes del cine con patolog¨ªa tan insana. Recuerdo haber pasado miedo, tambi¨¦n haberme conmovido con la declaraci¨®n de amor que le hac¨ªa aquel carnicero pueblerino y tan simp¨¢tico que no pod¨ªa dejar de matar ni?as a la maestra que solo era capaz de ofrecerle su amistad en la gran obra de Claude Chabrol El carnicero. Ese monstruo me hab¨ªa conmovido en su tragedia. Y todos sabemos que el aut¨¦ntico h¨¦roe de El silencio de los corderos es el sofisticado y penetrante doctor Lecter, aunque lo que m¨¢s le apetezca sea degustar el h¨ªgado y el coraz¨®n de sus v¨ªctimas. Lo ¨²nico que perdura en mi memoria de El viaje de Felicia,protagonizada por otro sistem¨¢tico degollador de hembras perdidas, es la interpretaci¨®n de ese espl¨¦ndido actor, canijo y gordo, llamado Bob Hopkins.
Intento decir que para que me interesen las abyectas historias de can¨ªbales, en ellas me tiene que enganchar el suspense, sentir terror fr¨ªo o caliente hacia el personaje, incluso un poco de piedad o de fascinaci¨®n por la devastada naturaleza s¨ªquica de la bestia, ya que conozco un mill¨®n de temas que me pueden atraer m¨¢s que el de un t¨ªo comi¨¦ndose a sus semejantes. Y en Can¨ªbal, dirigida por Manuel Mart¨ªn Cuenca, un virtuoso manejando la c¨¢mara, alguien que domina el lenguaje visual para crear atm¨®sfera , sugerir, otorgar sentido a la elipsis, contar, tengo la sensaci¨®n de que me da igual el pasado, presente y futuro de su protagonista, que ni su tortura mental, ni el enamoramiento que le impide ser fiel a sus depredadores instintos, ni su impenetrable soledad, me conmueven lo m¨¢s m¨ªnimo.
La forma es de lujo, las secuencias en Sierra Nevada crean hipnosis visual, la actriz rumana Olimpia Melinte desprende veracidad con su voz y su rostro, el excelente actor Antonio de la Torre cumple escrupulosamente las ¨®rdenes del director componiendo ese personaje m¨¢s hier¨¢tico que inquietante, pero en ning¨²n momento me siento implicado en esa presunta tragedia, miro y escucho con relativo inter¨¦s las andanzas del can¨ªbal, me estoy temiendo con la aparici¨®n de cristos y v¨ªrgenes que haya que recurrir al simbolismo y a la alegor¨ªa para entender la sicolog¨ªa del asesino. Al final me pregunto: ?Qu¨¦ han pretendido contarme? Si durante el viaje hubiera disfrutado mucho, no me plantear¨ªa preguntas sobre el significado. No me he aburrido, pero s¨ª me he sentido excesivamente distanciado de lo que les ocurre a sus personajes. Estoy esperando algo que no llega.
Un amigo m¨ªo entre cuyas infinitas virtudes est¨¢ la capacidad de argumentaci¨®n y la racionalidad en sus juicios, alguien que intenta frenar mis excesos verbales y mi agresiva visceralidad, me cuenta al finalizar la pel¨ªcula austriaca Octubre/Noviembre, en la cual asistimos a multitud de infartos y estados ag¨®nicos de uno de los personajes, pero que no acaba nunca de morirse, que lo ¨²nico que deseas es sacudirle con un palo en la cabeza para que se vaya a otro mundo de una puta vez y deje de dar la brasa. Si esta es la reacci¨®n que provoca en una persona tan templada como mi amigo, imaginen c¨®mo me he he sentido yo durante el desarrollo de una historia narrada de forma plana acerca de una actriz atormentada que regresa a su pueblo al saber que la maltrecha salud del padre, al que cuida su frustrada hermana, est¨¢ en el crep¨²sculo. Se supone que ah¨ª van a desvelarse cat¨¢rticos secretos familiares. Todo ello est¨¢ contado de forma pedestre, con in¨²til intensidad emocional, con fatigosas reiteraciones de cosas que ya est¨¢n explicadas, con el enferm¨ªsimo padre resucitando cada dos planos. Su metraje no llega a las dos horas, pero mi alivio es infinito cuando aparece la palabra fin.
Babelia
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