Con el alma dolorida...
El toreo, hasta el m¨¢s c¨®modo y ventajista, que es el que realizan estas figuras, exige un animal que se mueva. Y todos estuvieron paralizados, dormidos, moribundos.
A la anochecida, la Maestranza qued¨® con el alma dolorida. Puede sonar a cursilada, pero es verdad. Dolorida como sin¨®nimo de desencantada, desilusionada, desmotivada, decepcionada¡
Era una tarde tan bonita, con un cartel tan rematado, y con tantas ilusiones a flor de piel¡ Hab¨ªa tanta gente con la sonrisa en los labios como se?al inequ¨ªvoca de que necesitaba toda ella una corrida de ensue?o para recuperar la esperanza tantas veces perdida en esta fiesta. Luc¨ªa la plaza como en esos d¨ªas luminosos de feria de abril y ol¨ªa como a azahar, pero era a torer¨ªa.
Ficha
Domecq/Morante, El Juli, Talavante
Cuatro toros de Juan Pedro Domecq, -el tercero, devuelto y sustituido por otro del mismo hierro- y dos, quinto sexto, de Parlad¨¦, justos de presentaci¨®n, inv¨¢lidos, mansos y muy descastados.
Morante de la Puebla: media atravesada y un descabello (silencio); pinchazo hondo y un descabello (silencio).
El Juli: casi entera trasera (silencio); casi entera atravesada y un descabello (silencio).
Alejandro Talavante: estocada (ovaci¨®n); estocada (silencio).
Plaza de la Maestranza. 29 de septiembre. Tercera y ¨²ltima corrida de feria. Lleno de 'no hay billetes'.
Y estaban los aficionados buenos y sabios de esta tierra ansiosos por guardar para el invierno una faena grande, de esas que te obligan a seguir adelante con la afici¨®n a pesar de tantos desalientos; y estaban los espectadores triunfalistas y bullangueros, que son, al fin y a la postre, los que llenan las plazas.
Y estaba Morante, tocado por la mano de Dios, que parece que todo lo que hace o mueve lo convierte en arte. No es as¨ª, pero se siente. Y El Juli, triunfador en la primavera sevillana, que volv¨ªa despu¨¦s de aquella grave cornada el viernes de feria. Y Talavante, tan sorprendente siempre. Y los toros m¨¢s prestigiosos del lugar, los juampedro, artistas desde la cuna.
Pero un gafe espant¨® las buenas vibraciones y convirti¨® la corrida en un torrente de mala suerte, en un caudaloso r¨ªo de decepci¨®n; en un momento, adem¨¢s, en que esta fiesta clama al cielo para recuperar la fe definitiva en su futuro.
La tauromaquia necesitaba que la feria de San Miguel hubiera acabado con un triunfo hist¨®rico. No solo se recuperar¨ªa la afici¨®n, que tanta falta hace, sino que se entronizar¨ªa el prestigio de esta fiesta llamada a erradicar el aburrimiento si quiere pervivir en el tiempo.
Hac¨ªa falta un triunfo para so?ar despierto durante el invierno y esperar con alegr¨ªa el nuevo a?o.
Pero no pudo ser. Juan Pedro Domecq envi¨® la corrida m¨¢s infame que imaginarse pueda. Parec¨ªan toros elegidos para el dolor; de bonitas hechuras todos ellos, pero carne fofa, cadav¨¦rica, inv¨¢lida, enferma, quiz¨¢, qui¨¦n sabe, desesperadamente descastados, como hijos de bueyes de cemento. Y no pudo ser. El toreo, hasta el m¨¢s c¨®modo y ventajista, que es el que realizan estas figuras, exige un animal que se mueva. Y todos estuvieron paralizados, dormidos, moribundos.
De ah¨ª, el dolor. Porque est¨¢ bien ir a los toros para sufrir, que debe ser la antesala de la emoci¨®n, pero no para padecer y penar. Y la Maestranza se inund¨® de pena ante el triste espect¨¢culo de una fiesta de toros que se arrastr¨® por los suelos de la desesperaci¨®n. Vale que hubo detalles, pero ninguno de ellos puede hacer olvidar la tristeza de una tarde nacida para la alegr¨ªa y muerta por la pena.
He ah¨ª a Morante, decidido desde que se abri¨® de capa y arropado por un p¨²blico que cree ver en cualquier gesto suyo un alarde de arte. Una ver¨®nica grande al que abri¨® plaza, un par de ellas en el cuarto, y un quite de una media primorosa ¡ªsolo un capotazo¡ª al sexto.
Silencio de expectaci¨®n cuando Morante toma la muleta, recorrido nulo de sus toros, unos pases por la cara y decisi¨®n de montar la espada para acabar con el feo espect¨¢culo. In¨¦dito qued¨® El Juli ante un lote amuermado y sin clase; y desilusion¨® Talavante ante dos toros que se movieron algo m¨¢s y ¨¦l no supo o no pudo cogerles el vuelo. Fue la suya una actuaci¨®n intermitente, con detalles aislados, que nunca lleg¨® a motivar.
Una curiosidad malsana para el final: recuerden que El Juli fue cogido en feria, y cuando estaba ingresado en una cl¨ªnica sevillana pidi¨® el alta voluntaria, se despidi¨® a la francesa de Octavio Mullet, el cirujano maestrante, y se march¨® a Zaragoza para ponerse en manos del doctor Val Carreres. Ayer, este m¨¦dico estaba en el callej¨®n. ?Lo invit¨® El Juli porque sigue sin fiarse del equipo sevillano? ?Qu¨¦ papel¨®n!
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