Rigor puro y duro
Pocas pel¨ªculas se pueden resumir en dos frases tan sencillas, cotidianas y directas, pero a la vez tan complejas, trascendentes y reveladoras como ¡°Ana, no empieces¡± y ¡°si ya me han dicho que contigo nunca se sabe¡±. Pero el cine a veces es as¨ª, no necesita de grandes parlamentos, de estruendosas explicaciones, de dif¨ªciles teor¨ªas sobre el ser y la nada para lograr transmitir la indefensi¨®n, el desconsuelo y el terror de una persona no ya a la deriva, sino en pleno ahogo desde no se sabe cu¨¢ndo, quiz¨¢ desde siempre.
La herida, magn¨ªfico debut en la direcci¨®n del hasta ahora montador Fernando Franco, es puro rigor en su forma y en su narrativa, en su sistem¨¢tica y en su entramado emocional. Franco decide desarrollar una pel¨ªcula sobre una mujer bipolar con un m¨¦todo concreto y va con ¨¦l a muerte, hasta acabar articulando un relato may¨²sculo, fundamentado textualmente en las dos frases rese?adas.
Por un lado, di¨¢logos parcos, aunque siempre expresivos, reveladores en su minimalismo. Por otro, una puesta en escena y una iluminaci¨®n que convergen en un retrato del horror cotidiano. Una fotograf¨ªa en la que el uso m¨ªnimo de la luz artificial lleva a un grueso grano en su textura en las escenas de (semi)oscuridad. Una m¨ªnima profundidad de campo en el enfoque que provoca que la protagonista, casi siempre en primer plano, ya sea su rostro o su cuerpo, sea escenario casi ¨²nico mientras los dem¨¢s apenas son fantasmas borrosos que la acompa?an en una existencia atroz, sombras en medio de una batalla personal¨ªsima. Un retrato de personajes en el que poco se explica sobre ellos simplemente porque no resulta necesario redundar en lo que ya se sabe con un poco de esfuerzo: a la inmensa Marian ?lvarez, Concha de Plata a la mejor actriz en San Sebasti¨¢n, la acompa?an una cobarde, un ego¨ªsta y un tipo del mont¨®n, un cualquiera de toda la vida.
Franco lleva incluso a la m¨ªnima expresi¨®n (sin voz, sin presencia, hasta su justo momento), a un personaje b¨¢sico en el relato, que otros hubieran convertido en el secundario principal, y al que los creadores dejan en maravilloso fuera de campo. Una c¨¢mara ¨¢gil, siempre pegada al rostro o al cuerpo de la mujer, al estilo de los hermanos Dardenne o del Haneke de Benny¡¯s video (aunque tem¨¢ticamente tenga mucho que ver con La pianista). Y un extraordinario uso de las elipsis, desechando lo que nada aporta, lo que con un poco de imaginaci¨®n ya se intuye. Gracias a ese rigor, incluso en el plano de los chats, el espectador se convierte as¨ª en mir¨®n de una vida desgraciadamente dual. La herida, implacable e irreprochable en su sistem¨¢tica, es perfecta.
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