La libretita
El caso Malaya es una met¨¢fora de la sociedad cutre que actu¨® en la impunidad municipal de Marbella mientras los beneficiarios del esc¨¢ndalo se acicalaban ante las c¨¢maras
El caso Malaya es una met¨¢fora de la sociedad cutre que actu¨® en la impunidad municipal de Marbella mientras los beneficiarios del esc¨¢ndalo se acicalaban ante las c¨¢maras y eran los protagonistas del gran show nacional. Mientras dur¨® esa verbena no hubo un instante sin c¨¢mara y cuando acab¨® e intervinieron la polic¨ªa y la justicia las c¨¢maras siguieron filmando. Fue la gran serie de nuestro tiempo.
Los personajes que han protagonizado este latrocinio han llegado a ser m¨¢s populares que los futbolistas o que los grandes artistas del cine. Es probable que esa fama, marcada con la deshonra pero fama al fin, haya acolchado la verdadera naturaleza de la trama: eran ladrones, robaban de lo p¨²blico; el robo era una burla. Se aprovecharon de la escala a la que se hab¨ªan subido para enriquecerse y re¨ªrse m¨¢s. Robar es para re¨ªr. Sal¨ªan en la tele riendo mientras robaban. Ahora aparecen contritos, pero en las caras se les ha quedado el atisbo de burla que cualquier sinverg¨¹enza guarda en el rostro despu¨¦s de haber desvalijado la casa.
Ahora que llega la sentencia la memoria se queda con esta sucesi¨®n rosa que implic¨®, en la televisi¨®n y en los medios, a algunas de las celebridades m¨¢s deplorables de nuestro tiempo. En cierto modo, mientras duran estas cosas parece que es la televisi¨®n la que demanda este tipo de personajes, para seguir existiendo en seg¨²n qu¨¦ tramos, apelando a una audiencia que afila sus dientes y babea. En casa miramos como si formara parte de la rutina del griter¨ªo de la tele.
De lo que pas¨® ayer, de ese espect¨¢culo final de la serie Malaya, me quedo con la imagen de Juli¨¢n Mu?oz con su libretita. En los tiempos de los artilugios, el hombre se fue con lo de siempre a tomar nota. Y ah¨ª lo tienen, como un plumilla, el hombre que le ech¨® la culpa a Gil y que vivi¨® los tres cuartos de hora de su fama escoltando a Isabel Pantoja, tomando nota de lo que pasaba en este cap¨ªtulo en el que ya los jueces dicen lo que encontraron en los cuartos de ba?o y en los cuartos oscuros. Eran pulcros ciudadanos como aquel viejo al que los Beatles echaban por el sumidero en Qu¨¦ noche la de aquel d¨ªa. Pero eran tantos los pulcros del Malaya que sus fechor¨ªas atascaron Marbella mientras las c¨¢maras los filmaban riendo en las fiestas cuyo resumen siniestro anotan ahora en su libretita.
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