Madrid sucumbe al sue?o surrealista
Dos exposiciones coinciden en la Fundaci¨®n Juan March y el museo Thyssen en una celebraci¨®n del grito subversivo del movimiento art¨ªstico y sus antecedentes
Y el verano daliniano dej¨® paso al oto?o surrealista. Dos exposiciones coinciden en Madrid en celebrar (sumadas a la retrospectiva de Magritte en el MoMA) los logros del movimiento art¨ªstico que nos mostr¨® el camino, culpable como los deseos m¨¢s ¨ªntimos, hacia la convivencia entre lo cotidiano y lo inconcebible. La feliz coincidencia, lejos de colocar al visitante de exposiciones en la disyuntiva, ofrece una visi¨®n amplia y complementaria de la que tal vez sea la vanguardia m¨¢s popular. Dicho de otro modo, El surrealismo y el sue?o empieza hoy en el museo Thyssen, con su predominancia de pintura, cine y escultura, m¨¢s o menos donde lo deja Surrealistas antes del surrealismo, muestra abierta en la Fundaci¨®n Juan March en torno a ¡°la fantas¨ªa y lo fant¨¢stico en la estampa, el dibujo y la fotograf¨ªa¡±, medios predilectos de los practicantes de aquel credo subversivo. Ambas se clausuran el 12 de enero.
El viaje parte en la March de los antecedentes del movimiento, que hunde sus ra¨ªces, siempre dentro de los l¨ªmites del arte occidental, en el Medievo tard¨ªo. As¨ª al menos lo entiende la comisaria Yasmin Doosry, directora del Gabinete de Obra Gr¨¢fica del Germanisches Nationalmuseum de N¨²remberg. Entidad colaboradora del proyecto, aporta la mayor¨ªa de las casi 200 piezas de peque?o formato expuestas. La ¨²ltima parada aguarda, al final del recorrido propuesto en la Thyssen por Jos¨¦ Jim¨¦nez, con las obras tard¨ªas de Magritte, Max Ernst, Dorothea Tanning o Remedios Varo, cantos de cisne de un movimiento cuya mecha ya hab¨ªa prendido en todos los ¨®rdenes de la vida y languidec¨ªa a mitad del siglo XX plenamente asimilado y acosado por nuevas revoluciones como el arte pop o el minimalismo.
Los sospechosos habituales comparecen en ambas citas: Man Ray, Masson, Tanguy, Dora Maar, ?scar Dom¨ªnguez o el mism¨ªsimo Dal¨ª, cuyo Sue?o causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes de despertar, joya de la colecci¨®n del bar¨®n, ejerce de poderoso im¨¢n en la propuesta del Thyssen, que es, por sorprendente que resulte, la primera ¡°exposici¨®n tem¨¢tica monogr¨¢fica sobre la relaci¨®n del sue?o con las artes pl¨¢sticas¡±, seg¨²n Jim¨¦nez, veterano ex¨¦geta del movimiento.
Por lo dem¨¢s, las ambiciones de una y otra cita, alentadas por la vieja aspiraci¨®n surrealista de mostrar la maravilla, apuntan, fieles al esp¨ªritu de cada instituci¨®n (popular una, exquisita la otra) en direcciones bien distintas.
La de la March quiere ser un homenaje a la legendaria exposici¨®n Fantastic Art, Dada, Surrealism, inaugurada en el MoMA en diciembre de 1936 por Alfred H. Barr, sumo sacerdote de la moderna museograf¨ªa. Entonces, como ahora, se da por buena la idea de Borges seg¨²n la cual un movimiento cultural cuenta tanto por los ep¨ªgonos que consigue inspirar como por los antecedentes cuyo fogonazo de novedad contribuye a esclarecer. Y entonces, como ahora, las arquitecturas imposibles de Piranesi no difieren tanto despu¨¦s de todo de las formas de De Chirico. Tampoco la fotograf¨ªa tomada por Brass?i de un tub¨¦rculo en germinaci¨®n resulta tan distinta de las variaciones que las caras hechas de frutas por Archimboldo inspiraron a Heinrich G?ding el Viejo, grabador alem¨¢n del siglo XVI.
Manuel Font¨¢n del Junco, director de exposiciones de la March, achaca esta capacidad del surrealismo para la ¡°retroactividad¡± sin esfuerzo a su car¨¢cter ¡°inclusivo¡±. Una cualidad que permiti¨® que sus desaf¨ªos intelectuales resultaran apreciados con rapidez por la cultura de masas: ¡°Su parte destructiva es mucho menos radical que en otras vanguardias, como el suprematismo¡±, dice Font¨¢n en la penumbra expositiva.
Los espacios de la fundaci¨®n se han pintado para la ocasi¨®n de un azul on¨ªrico, cuyo efecto queda subrayado por los centenares de hamacas que cuelgan del techo en un gesto de resonancias tambi¨¦n hist¨®ricas: remiten tanto a la m¨ªtica escenograf¨ªa de la exposici¨®n de surrealismo de Par¨ªs de 1938, con sus inquietantes sacos de carb¨®n en suspensi¨®n, como a las 16 millas de hilo del Duchamp comisario de First papers of surrealism (1942). La muestra de la March, que ya se vio en N¨²remberg, cuenta con 11 secciones, que siempre abre una obra moderna antes de entrar en el vaiv¨¦n espacio-temporal; de Francia o Alemania, pa¨ªses predominantes, a Espa?a, que aporta nombres de urgente reivindicaci¨®n en el extranjero como Maruja Mallo, Jos¨¦ Caballero, Benjam¨ªn Palencia o Nicol¨¢s Lecuona.
Las obras se agrupan en torno a tem¨¢ticas como Perspectivas cambiantes (algo as¨ª como el trampantojo a trav¨¦s de la historia), El (des)orden de las cosas o Metamorfosis de la naturaleza. Y curiosamente, estas secciones se tocan con la otra muestra madrile?a por el principio y por el final. Si los ojos de Odilon Redon sobrevuelan el arranque de una y otra propuesta, el sue?o despide al visitante de la March antes de cruzar los pesados cortinajes de terciopelo de vuelta a la vida real, del mismo modo en que el aduanero Rousseau invita en la Thyssen a franquear la frontera que nos separa de lo on¨ªrico.
En la March, se rastrean sus antecedentes desde el Medievo
Es precisamente ese terreno m¨¢s all¨¢ de la vigilia el acotado por Jos¨¦ Jim¨¦nez para su selecci¨®n de 163 piezas. ¡°No se trataba de escoger cualquier obra surrealista, sino solo aquellas que propusiesen una representaci¨®n pl¨¢stica del sue?o¡±, explica el comisario. Muchas de ellas remiten al tema de un modo literal: tanto por lo mostrado (caso de la serie de fotograf¨ªas de hombres durmiendo en las calles de Par¨ªs, de Brass?i), como por sus mismos t¨ªtulos: el ensamblaje que Breton llam¨® en 1935 Sue?o-objeto o el lienzo Sue?o, de Paul Delvaux, de 1925. Y si no, como en El arte de la conversaci¨®n I (1950) de Magritte, y su R¨ºve tallado en letras de ruina, por la v¨ªa del puro eslogan, tan eficazmente manejado por Mir¨® en Este es el color de mis sue?os (1925), a los que, no sin cierta l¨®gica, te?¨ªa un azul mediterr¨¢neo.
La relaci¨®n con el sue?o centra la propuesta del mueso Thyssen
La selecci¨®n se precia de haber prestado especial atenci¨®n al arte hecho por mujeres: de Claude Cahun a Kay Sage, de ?ngeles Santos a Leonora Carrington, 11 creadoras vienen a demostrar que ¡°en el marco del surrealismo encontraron por primera vez una posici¨®n protagonista m¨¢s all¨¢ del papel que desempe?aron en los inicios del movimiento como musas, objetos de deseo o compa?eras¡±.
Con af¨¢n exhaustivo, la exposici¨®n ocupa por entero los dos espacios dedicados a las exhibiciones temporales. Una sobredosis de pechos (dislocados y amontonados en Hans Bellmer; amorfos y culposos en Dal¨ª) despide al visitante camino de la ¨²ltima secci¨®n, donde la imagen en movimiento es protagonista. Ambas muestras prestan la atenci¨®n debida al cine. Quiz¨¢ porque, como recuerda Jim¨¦nez, ¡°el medio cobr¨® mayor¨ªa de edad m¨¢s o menos cuando el primer manifiesto de Breton de 1924¡±. O tal vez porque, dado su poder para atrapar al espectador en la oscuridad, el nuevo arte vino a colmar todas las aspiraciones surrealistas. La selecci¨®n resulta m¨¢s imprevisible en el caso de la March, aunque las dos coincidan en proyectar Emak bakia, de Man Ray.
Y cuando el oto?o surrealista madrile?o (completado con ciclos de cine, congresos o cursos) deje paso al invierno de nuestro descontento quedar¨¢n al menos los cat¨¢logos de ambas muestras (especialmente, el de Surrealistas antes del surrealismo), la recopilaci¨®n tem¨¢tica de escritos de David Sylvester Los surrealistas, en Elba, as¨ª como la admonici¨®n de Alfred H. Barr, recogida en el prefacio a la primera edici¨®n de otro cat¨¢logo, el de la hist¨®rica muestra del MoMA: ¡°Hay que decir que el surrealismo como movimiento art¨ªstico es un asunto serio, y para muchos es m¨¢s que un movimiento art¨ªstico: es una filosof¨ªa, un modo de vida, una causa a la que se entregan con devoci¨®n consumidora algunos de los m¨¢s brillantes pintores y poetas de nuestro tiempo¡±.
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