El que vive m¨¢s
El gran arte de los Beatles es seguir pareciendo nuevos al cabo de medio siglo
Un m¨²sico joven extremadamente cercano a m¨ª me regala la reedici¨®n del ¨¢lbum blanco de los Beatles que viene con el peri¨®dico del domingo. Para ¨¦l esta m¨²sica es del todo contempor¨¢nea ¡ªal fin y al cabo quienes la hicieron ten¨ªan m¨¢s o menos la edad que ¨¦l tiene ahora¡ª. Para m¨ª viene de una zona del pasado muy anterior a su nacimiento. Y sin embargo para los dos se nos vuelve igual de presente cuando la escuchamos, no domada ni desva¨ªda por el tiempo, fortalecida por los casi cincuenta a?os que lleva existiendo, tan nueva como entonces, o quiz¨¢s m¨¢s a¨²n, porque ahora llega a o¨ªdos hastiados por la banalidad omnipresente de las formas m¨¢s comerciales del pop, las que nos vienen prefabricadas en las radiof¨®rmulas de los taxis y hasta en los pasillos de los supermercados. Parecer nuevo en el momento es relativamente f¨¢cil. Seguirlo pareciendo al cabo de medio siglo es un atributo del gran arte. Lo que a m¨ª me entusiasmaba hasta casi el trastorno hacia 1970, en mi provincia aislada, provoca efectos parecidos en un hijo m¨ªo que ha viajado por el mundo y ha tenido acceso a muchas m¨¢s m¨²sicas de las que yo pod¨ªa conocer a su edad, y adem¨¢s entiende las letras que yo intentaba descifrar palabra por palabra con un diccionario, cuando ten¨ªa la suerte de que vinieran en la contraportada o en el interior del LP.
Creo que la ¨²ltima vez que escuch¨¦ completo este ¨¢lbum fue todav¨ªa en vinilo. Por eso es mayor todav¨ªa la impresi¨®n que me hacen esas canciones escuchadas en el orden que eligieron para ellas tan cuidadosamente los m¨²sicos, no aisladas y subdivididas a la manera de ahora, como poemas que fueron pensados para que se leyeran en secuencia, y pierden una gran parte de su fuerza cuando se los despieza en una antolog¨ªa. Como Duke Ellington o John Coltrane, los Beatles tuvieron plena conciencia de la oportunidad est¨¦tica que ofrec¨ªa la innovaci¨®n tecnol¨®gica del LP, no como un soporte donde acumular m¨¢s canciones, sino como una temporalidad dilatada que permit¨ªa amplitudes in¨¦ditas a la m¨²sica popular, confinada hasta entonces en el l¨ªmite de los tres minutos. Porque se hab¨ªa inventado el LP pudieron llegar a existir obras maestras como el Black, Brown and Beige de Duke Ellington, el A Love Supreme de Coltrane, los grandes discos de madurez de los Beatles. Sargent Pepper¡¯s habr¨ªa bastado como culminaci¨®n de cualquier carrera. Pero al cabo de s¨®lo un a?o vino el m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa de este ¨¢lbum blanco que adem¨¢s de duplicar la duraci¨®n del otro era m¨¢s radical, inventivo y variado en la m¨²sica, como si quienes lo hicieron, los cuatro beatles y su productor George Martin, hubieran querido explorar todas las posibilidades sonoras que ten¨ªan entre manos, desde la visceralidad del rock and roll primitivo y los blues hasta la m¨²sica electr¨®nica, incluyendo la tecnolog¨ªa misma de la grabaci¨®n. La banda pop m¨¢s comercial que hab¨ªa existido nunca resultaba tambi¨¦n la m¨¢s experimental, empezando por el minimalismo del propio ¨¢lbum, en el que el nombre del grupo se disuelve en una abstracta blancura, como en una tentativa de huida de la celebridad abrumadora que en unos pocos a?os hab¨ªa arrastrado como un tif¨®n a aquellos cuatro casi adolescentes de provincia. Que en medio de tal aturdimiento encontraran el sosiego para madurar musicalmente en un plazo tan breve es otro de los misterios de los Beatles en los que apenas pensamos, porque su talento nos parece tan obvio que lo damos por supuesto, igual que aceptamos sin mayor asombro su productividad alucinante. John Lennon y Paul McCartney eran excepcionales, pero tambi¨¦n lo fue, a su propia medida, George Harrison, y hasta las canciones de Ringo Starr tienen una simplicidad cautivadora y un poco agalbanada, como un contrapunto esc¨¦ptico a los desbordamientos emocionales o intelectuales de los otros.
Que en medio de tal aturdimiento encontraran el sosiego para madurar musicalmente es otro de los misterios de los Beatles
Casi nadie est¨¢ conforme con los t¨¦rminos de su propio prestigio, y hasta en el ¨¦xito m¨¢s grande hay zonas de resquemor que tal vez agravan los a?os. Cuarenta y cinco a?os despu¨¦s de la aparici¨®n del ¨¢lbum blanco a Paul McCartney se le trasluce en las entrevistas una disconformidad honda, no apaciguada por la gloria ni por el dinero, por una fama universal que no tiene casi nadie m¨¢s en el mundo. A estas alturas, a los setenta y un a?os, igual que conserva rasgos juveniles ajados y reblandecidos por la edad, tambi¨¦n se le nota que siente celos de John Lennon, y que no se resiste a vindicar su propia originalidad de los tiempos de los Beatles, a reclamar una parte de la gloria que se lleva Lennon. Incluso quiere cambiar el orden en la autor¨ªa compartida de las canciones que fueron m¨¢s suyas que del otro: no ya Lennon & McCartney, en el orden alfab¨¦tico que a todos nos viene a la cabeza, sino McCartney & Lennon, que quiz¨¢s en algunos casos sea justo, pero que nos suena tan raro como Hardy & Laurel o como Engels y Marx.
Parece mezquino que el superviviente compita con la sombra de quien ya no est¨¢, pero es que hay sombras tenaces de muertos que en vez de disiparse crecen con los a?os, y se superponen a los vivos. El que se fue primero brilla m¨¢s porque su resplandor fue m¨¢s breve y por lo tanto m¨¢s concentrado, y porque la muerte en plena juventud lo absolvi¨® del descr¨¦dito inevitable de ir envejeciendo. Al que sigui¨® vivo le toca el papel de destinatario de las preguntas sobre el muerto, y por lo tanto de fuente testimonial para su celebridad p¨®stuma. El que vive, por muy brillante que sea todav¨ªa, es un ser humano real. El muerto pertenece a la mitolog¨ªa. La incomodidad de Paul McCartney con la memoria de John Lennon se parece a la de Miles Davis con la de John Coltrane, y tal vez a la de Rafael Alberti con Garc¨ªa Lorca, y a la mucho m¨¢s matizada de Dizzy Gillespie con Charlie Parker. La vida y la carrera de cada uno continu¨® despu¨¦s de la muerte de quien fue su camarada de juventud, pero es como si no importara mucho lo que ellos hicieron despu¨¦s, como si debieran vivir para siempre atrapados en el tiempo cada vez m¨¢s lejano que compartieron con los muertos.
A Paul McCartney se le nota que siente celos de John Lennon, y que no se resiste a vindicar su propia originalidad
Ahora me acuerdo de que estuve cerca de Paul McCartney una vez, hace tres o cuatro a?os. Fue en una sala de la Neue Galerie de Nueva York, viendo una exposici¨®n de Paul Klee. Alto, delgado, en forma, McCartney vest¨ªa un pantal¨®n vaquero negro y una cazadora negra. Iba con una mujer rubia m¨¢s joven que ¨¦l y los dos se inclinaban para mirar de muy cerca los peque?os cuadros de Klee, y los comentaban animadamente entre s¨ª. Hab¨ªa bastante p¨²blico en la exposici¨®n, pero, a la manera de Nueva York, la gente registraba la presencia de Paul McCartney y al mismo tiempo evitaba hacer visible el reconocimiento. Era raro tener tan cerca de alguien a quien uno admir¨® como un h¨¦roe en su adolescencia, hacia el que ha sentido siempre tanta admiraci¨®n y gratitud.
Al salir del museo me falt¨® tiempo para llamar por tel¨¦fono a Espa?a y cont¨¢rselo a mi hijo.
www.antoniomu?ozmolina.es
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.