Cabrera Infante, un desgarro literario
Llega a las librer¨ªas ?Mapa dibujado por un esp¨ªa`, sobre su despedida de Cuba
En los primeros a?os de su exilio en Londres, y en los d¨ªas m¨¢s fr¨ªos, Guillermo Cabrera Infante se iba despojando de su ropa, de su saco, de los pantalones, de la ropa interior, de los calcetines, hasta que se quedaba completamente desnudo ante su m¨¢quina de escribir, una Smith Corona que le acompa?¨® siempre. As¨ª, desnudo, cerca de un mapa de La Habana, escribi¨® La Habana para un infante difunto. Y, aun m¨¢s, escribi¨® un libro que hasta ahora ha permanecido secreto, Mapa dibujado por un esp¨ªa, que su mujer Miriam G¨®mez y su editor Antoni Munn¨¦ (Galaxia Gutenberg) han decidido dar a la imprenta.
Dar a la imprenta este libro secreto fue una decisi¨®n dolorosa. ¡°Pero ten¨ªa que salir¡±, confirma Miriam G¨®mez. ¡°La materia de la escritura de Guillermo era ¨¦l mismo. Y este libro es ¨¦l mismo, en su dimensi¨®n humana m¨¢s descarnada¡±. Lo que cuenta en Mapa dibujado por un esp¨ªa le cambi¨® la vida. Ocurri¨® en 1965, cuando ya hab¨ªa ganado el premio Biblioteca Breve por Tres tristes tigres y era agregado cultural del embajador cubano en Bruselas; fue entonces cuando recibi¨® la noticia de la muerte de su madre, Zoila Infante, y viaj¨® a La Habana para velarla. Lo que ocurri¨® a partir de entonces fue un conjunto de vejaciones que ¨¦l relata con la naturalidad asustada de un perseguido. No deja un detalle fuera; es tan minucioso, y tan triste, como el relato de un condenado en un campo de concentraci¨®n. No oculta la vida dom¨¦stica y sus miserias, ni los amores y sus intrigas, y es en todo momento descarnado hasta hacerse sangre, y hasta hacer sangre.
En seguida supo Cabrera Infante que en aquella atm¨®sfera no pod¨ªa quedarse y decidi¨® que deber¨ªa regresar a Europa por cualquier medio. Hasta que lo logr¨®. La sensaci¨®n que tienen Miriam G¨®mez y Munn¨¦ es que ¨¦l escribi¨® ese relato minucioso y terrible al poco de salir de la isla; probablemente era lo que escrib¨ªa cuando se desnudaba ante la Smith Corona en aquellos amargos, y g¨¦lidos, d¨ªas de Londres despu¨¦s de que lo sometieran los m¨¦dicos a los electroshocks con los que quisieron aliviarle su crisis nerviosa.
Miriam G¨®mez conserva en la mesa de su comedor, en el loft en el que convirtieron los dos su casa de siempre en Londres, un mapa de La Habana. Sigui¨¦ndolo paso a paso ¨¦l recuper¨® su memoria de la ciudad. Y este Mapa dibujado por un esp¨ªa es tambi¨¦n, como dice Antoni Munn¨¦, ¡°la cartograf¨ªa de una despedida¡±. Nunca volvi¨® a La Habana, pero se la sab¨ªa de memoria. Aqu¨ª, en este mapa, esa memoria est¨¢ intensamente herida.
¡°La Habana era para ¨¦l un recuerdo¡±, dice Miriam G¨®mez, ¡°pero all¨ª se le convirti¨® en un infierno¡±. Reconstruy¨®, en La Habana para un infante difunto, por ejemplo, todo lo que ya se hab¨ªa derruido. Y no ten¨ªa nostalgia. Uno no tiene nostalgia del infierno¡±.
Ese manuscrito permanec¨ªa entre los papeles secretos que dej¨® Cabrera Infante cuando muri¨®, en febrero de 2005. ¡°No los toques¡±, le hab¨ªa dicho a Miriam. Nunca lo abri¨®. Ella sab¨ªa muchas de las historias que conten¨ªa el sobre, incluso las m¨¢s duras para ella, pues ah¨ª su marido cont¨® avatares sentimentales muy ¨ªntimos, que a ella la pod¨ªan da?ar. Y dej¨® a Munn¨¦ que decidiera sobre lo que hab¨ªa en ese sobre cerrado. Dice el editor: ¡°Lo le¨ª en un par de noche en Londres. Fue una sensaci¨®n tremenda. Es un testimonio enormemente humano y melanc¨®lico de alguien que sufre una enorme decepci¨®n. Una decepci¨®n que no le viene de nuevo, porque ¨¦l ya albergaba much¨ªsimas dudas acerca del curso de la Revoluci¨®n, pero que se le confirma y se le aumenta. Y cuando digo que es enormemente humano me refiero a la peripecia vital: un hombre joven de 36 a?os que asiste a una pesadilla kafkiana que le hace comprender que va a perder amigos, familiares, pa¨ªs, y que ve c¨®mo se derrumba todo aquello que hab¨ªa vivido; todo eso son s¨ªntomas de que eso no tiene vuelta atr¨¢s¡±.
El resultado, para este primer lector, fue ¡°de una profunda tristeza, y esa misma tristeza se ha reproducido en todas las lecturas posteriores¡±. ¡°Te va a doler¡±, le dijo a Miriam G¨®mez. Pero ella acept¨®. ¡°Yo le ten¨ªa p¨¢nico al libro, conoc¨ªa el romance que cuenta. Pero me daba miedo leerlo. Lo le¨ª, cuando Munn¨¦ lo hab¨ªa acabado. Fue un golpe terrible para m¨ª. No pod¨ªa creer lo que estaba leyendo¡±. ?Y qu¨¦ pas¨®? ¡°Se agrand¨® mi admiraci¨®n por ¨¦l. ?l es la materia de su escritura, y aqu¨ª est¨¢ grande, inmenso. Un padre bueno. Un hombre entero, sufriendo, sabiendo que si no se alejaba de aquella monstruosidad, la Cuba de Castro, iba hacia la destrucci¨®n. Cuando ¨¦l vio la realidad se dio cuenta de que no pod¨ªa ser c¨®mplice de lo que estaba pasando ah¨ª¡±. La historia de mujeres que hay en el libro es dura, pero no inesperada. ¡°Guillermo era un loco por las mujeres, cre¨ªa que eran superiores, para ¨¦l su madre misma era un ser superior. Cada vez que ten¨ªa un problema, ¨¦l se agarraba a las mujeres¡¡±.
¡°Mapa dibujado por un esp¨ªa parece escrito de un tir¨®n¡±, dice Munn¨¦, como ¡°un exorcismo necesario, para no olvidar nada¡±. Pero logra mantener el inter¨¦s en todas las p¨¢ginas, como un cronista notarial que no quiere que se le escape ni el menor atisbo de las met¨¢foras, duras o simples, que hay en la vida cotidiana. Es el libro m¨¢s desgarrador de Cabrera Infante. Su descubrimiento, dice el editor, contribuye a conocerlo mejor. ¡°Constituye un testimonio de uno de los m¨¢s grandes escritores en lengua espa?ola. A la altura de lo que fue el viaje a la URSS de Gide o de la obra de grandes disidentes como Orwell y Koestler¡±.
Munn¨¦ revindica su publicaci¨®n ¡°como algo que el lector ten¨ªa derecho a conocer¡±. Su viuda, Miriam G¨®mez, piensa lo mismo. ¡°Su escritura era ¨¦l, ¨¦l era la materia de sus libros. Cuando lo ve¨ªa desnudarse ante la m¨¢quina de escribir me dec¨ªa a mi misma: ¡®Qu¨¦ estar¨¢ escribiendo este hombre¡¯. Se estaba desnudando por fuera y por dentro. Por eso es tan desgarrador leer ahora este tremendo testimonio doloroso¡±.
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