El laberinto po¨¦tico y tecnol¨®gico de Philippe Parreno asombra en Par¨ªs
El coautor de ¡®Zidane¡¯ ocupa los 22.000 metros cuadrados del Palais de Tokyo
Talento, imaginaci¨®n, magia, tecnolog¨ªa, poes¨ªa, luz. Estos son algunos de los ingredientes de la ¨ªntima, plural e interactiva exposici¨®n que acaba de inaugurar en Par¨ªs el artista franc¨¦s de origen espa?ol Philippe Parreno, que a sus 49 a?os emerge de la tit¨¢nica tarea de ocupar los 22.000 metros cuadrados del inacabado Palais de Tokyo como uno de los creadores contempor¨¢neos m¨¢s originales y sugerentes del panorama internacional.
?Parreno ha hecho suyo un espacio que parece inabarcable con instalaciones, pel¨ªculas, sonidos, invenciones, robots y esculturas, piezas creadas por ¨¦l mismo con la colaboraci¨®n de un equipo de amigos y c¨®mplices. El artista invita al espectador a emprender un viaje doble: hacia s¨ª mismo y hacia su universo imaginativo y sutil. ¡°Estuve un a?o preparando la exposici¨®n¡±, cuenta. ¡°La idea era relacionar las obras con el espacio para hacerlas revivir, o vivir de una forma distinta; al principio quise llevar un medium para que me guiara, pero luego decid¨ª ir con un paisajista para tratar el edificio como un paisaje¡±.
¡°Monet dijo que los jardines producen siluetas¡±, a?ade Parreno. ¡°Y esa es la idea conductora: se trata de que el p¨²blico circule libremente, sin autoritarismos, que elija su recorrido y forme parte de la exposici¨®n y comparta con otros la experiencia de ver c¨®mo el arte aparece y desaparece¡±.
La exposici¨®n se titula con un verso del ingl¨¦s Thomas Hood citado por Baudelaire (Anywhere, anywhere, out of the world), y empieza en la misma puerta del museo con una marquesina y un gran panel blanco que convierte a los taquilleros en siluetas irreales. El visitante recibe un DVD con dos pel¨ªculas, la maravillosa Marilyn ¡ªhomenaje de 20 minutos a la actriz y su soledad¡ª y CHZ, un inquietante paseo en alta definici¨®n por un jard¨ªn oscuro. Las dos se autodestruyen despu¨¦s de la primera visi¨®n.
Parreno ha cubierto los altos ventanales del edificio racionalista con una pel¨ªcula transl¨²cida: desde dentro, el mundo exterior es una imagen borrosa; como si el artista invitara al visitante a olvidar lo que hay fuera. De las paredes cuelgan unos grandes tubos blancos fluorescentes. Al principio parecen guiar al espectador por el laberinto, pero al final despistan m¨¢s que ayudan. Son 56, por los movimientos de Petrushka, el ballet de Igor Stravinsky (1911) inspirado en la mu?eca que cobra vida. A lo largo de la exposici¨®n, varios pianos y pianolas van reproduciendo la m¨²sica: es solo otro sendero posible, otra invitaci¨®n a olvidar el deprimente presente que vive Europa.
¡°El protagonista es el espacio, el tiempo pasado en ese espacio¡±, dice Parreno. ¡°Pero el arte debe producir subjetividad, ayudar a llevar la mirada lejos del pensamiento ¨²nico; favorecer lo plural contra lo individual, abrir v¨ªas de encuentro, quebrar las normas y promover la alteridad contra la identidad formateada. Sobre todo cuando vivimos una crisis como esta, que ha acabado con la ilusi¨®n de que la pol¨ªtica puede cambiar las cosas¡±.
El juego entre realidad y apariencia, entre lo tangible y lo imaginario, entre lo que no se ve y lo que no se mira es otra de las ideas que late en la retrospectiva. En el gran sal¨®n de entrada hay una enorme pantalla; desde 30 metros la imagen se ve n¨ªtida, y cuando m¨¢s te acercas menos ves. Ah¨ª se proyectan cinco pel¨ªculas cortas de Parreno: Fleures (1987), No more Reality (1991), Anna (1993), Alien Seasons (2002) y The writer (2007), que muestra al aut¨®mata Jacques Droz, del siglo XVIII, escribiendo la frase ¡°What do you believe, your eyes or my words¡± (Qu¨¦ crees, a tus ojos o a mis palabras).
El sue?o prosigue en una sala rectangular oscura donde cuelgan grandes cartulinas de colores. Son viejas obras gr¨¢ficas de Parreno, pero eso solo se ve cuando las iluminan unos ca?ones de luz. Enfrente hay una biblioteca (creada por la artista Dominique Gonzalez-Foerster), que se abre como una puerta y da paso a la recreaci¨®n de una exposici¨®n de John Cage y Merce Cunningham. Cada d¨ªa un dibujo de un artista sustituye a un dibujo del otro, y al final la exposici¨®n de uno acaba siendo la del otro.
Volviendo a la sala grande, hay un gran robot amanuense, construido para la pel¨ªcula Marilyn por Parreno con un grupo de ingenieros. Programado entonces para reproducir la escritura de la actriz, ahora escribe con la letra del artista.
La sorpresa aumenta en el primer piso. Una sala larga como una estaci¨®n re¨²ne 16 marquesinas de candilejas suspendidas del techo que bailan al ritmo de Petrushka. Cerca hay una gran superficie ovalada y blanca de madera, una pista de baile donde se oyen pero no se ven los pasos de los bailarines de Cunningham.
Tras una puerta se proyecta Marilyn, el filme de 2012 que nos invita a la suite del hotel Waldorf Astoria donde Norma Jean vivi¨® en los a?os cincuenta. Es el retrato de un fantasma, una elegante sesi¨®n de espiritismo. La actriz revive de tres formas: la c¨¢mara sigue su mirada, un ordenador reconstruye su voz, y una pluma su escritura mientras cae un diluvio tras las ventanas. Al final, la c¨¢mara se aleja y vemos que la pluma es un robot y que el estudio donde se rod¨® la pel¨ªcula no est¨¢ en Manhattan. En la sala que est¨¢ tras la pantalla hay una enorme monta?a de nieve que parece coca¨ªna.
En otra habitaci¨®n escondida se exhibe la pel¨ªcula CHZ, de 2011, que Parreno rod¨® en Portugal tras construir un jard¨ªn con el paisajista Bas Smets. La espectacular calidad de la imagen sumerge al espectador en la naturaleza, y el sonido lo traslada al centro de la tierra. Cuando acaba la proyecci¨®n, una c¨¢mara conecta en directo con el jard¨ªn so?ado.
La pieza Las puertas autom¨¢ticas, de 2013, permite o¨ªr el ruido de la ciudad cuando se abre al ritmo del ballet. All¨ª est¨¢ el vigilante del museo Mohamed Mustaf¨¢, argelino, que vivi¨® en Motril. Dice que est¨¢ feliz de trabajar 12 horas diarias ¡ªtres d¨ªas a la semana¡ª en la exposici¨®n: ¡°Trata sobre la imaginaci¨®n y la frustraci¨®n¡±, explica. ¡°En la pel¨ªcula de Marilyn no sale Marilyn, la voz no es suya y su escritura es una copia. En la pista de baile no baila nadie. Y si intentas pasar por las puertas autom¨¢ticas, en vez de abrirse, se cierran¡±.
La pen¨²ltima pieza es un corto de animaci¨®n basado en el personaje manga Annelee, cuyos derechos compr¨® Parreno con su amigo Pierre Huyghe en 1999. La novedad es que tras cada proyecci¨®n aparece en escena una ni?a simulando ser Anne Lee que interpreta un discurso inspirado en el c¨®mic del artista Tino Sehgal.
La org¨ªa final es la pel¨ªcula Zidane, filmada con el artista escoc¨¦s Douglas Gordon en 2006 durante un Real Madrid-Villarreal. La superproducci¨®n, que grab¨® los movimientos del crack marsell¨¦s con 17 c¨¢maras, se proyecta en 17 pantallas suspendidas del techo, y el sonido y el visitante van pasando de una a otra como si pasearan por el campo de juego.
El despliegue de tecnolog¨ªa es abrumador, pero se hace invisible; el aliento po¨¦tico de Parreno lo relega a su verdadera funci¨®n: una herramienta m¨¢s para expresarse, no un fin. Eso se ve mejor en la escueta muestra paralela que se expone en la m¨ªtica sede de las ediciones Cahiers d¡¯Art, en la calle Dragon, donde cuelgan los dibujos preparatorios de la pel¨ªcula CHZ.
Son tintas negras, casi f¨²nebres, que completan desde la angustia la sensibilidad de Parreno. ¡°Empec¨¦ a dibujar cuando ca¨ª enfermo y tienen mucho que ver con ese momento¡±, cuenta. ¡°O¨ªr m¨²sica durante la quimioterapia es penoso, as¨ª que empec¨¦ a dibujar. Es verdad que no son alegres¡¡±.
¡ª?Sigue dibujando? ?Est¨¢ mejor?
¡ªVoy mejor, aunque aun no he terminado. Pero lo que pinto ahora sigue siendo negro. He intentado meter color, pero se ve
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